Ciudad del Vaticano (Lunes, 21-01-2013, Gaudium Press) El «no» a las ideologías y un gran «sí» al proyecto de Dios para el hombre reforzó el discurso de Benedicto XVI sobre la dimensión profética de la fe en la caridad, ocurrido el sábado pasado, 19 de enero, a los participantes de la plenaria del Pontificio Consejo «Cor Unum». «La visión cristiana del hombre, de hecho» – destacó el Santo Padre – «es un gran ‘sí’ a la dignidad de la persona, llamada a una íntima comunión con Dios, una comunión filial, humilde y confiante. El ser humano no es ni individuo que se basta por sí solo, ni un elemento anónimo en la colectividad, sino un ser singular, especial, que fue intrínsecamente creado para las relaciones y la sociedad. Por eso, la Iglesia refuerza su gran ‘sí’ a la dignidad y a la belleza del matrimonio como expresión de fe y alianza fecunda entre hombre y mujer, y el ‘no’ a las filosofías como aquellas del gender (género) que es motivada por el hecho de la reciprocidad entre masculino y femenino ser expresión de la belleza de la naturaleza deseada por el Creador».
El Santo Padre en su discurso utilizó las palabras de su encíclica «Deus caritas est» («Dios es amor»), pues «todo el ethos cristiano recibe su significado de la fe como «encuentro» con el amor de Cristo, que ofrece un nuevo horizonte e imprime a la vida la dirección decisiva». Por eso, «el cristiano, en particular aquel que obra en organismos de caridad, se debe dejar orientar por los principios de la fe».
Benedicto XVI hizo una advertencia contra las ideologías y ciertas culturas que se oponen a la visión cristiana del hombre y lo tornan esclavo: «En los últimos siglos» – observó el Pontífice – «las ideologías que exaltaban el culto a la nación, la raza y la clase social se revelaron verdaderas idolatrías, y lo mismo puede ser dicho sobre el capitalismo salvaje con su culto al lucro, del cual se generaron crisis, desigualdades y miserias. Hoy se comparte cada vez más un sentimiento común sobre la inalienable dignidad de cada ser humano y la recíproca e interdependiente responsabilidad en relación a eso, que es un beneficio para la verdadera civilización, la civilización del amor».
Pero incluso actualmente no estamos enteramente libres de ciertas «sombras que oscurecen los designios de Dios», como la «trágica reducción antropológica que propone nuevamente el antiguo materialismo hedonista», del ‘prometeismo tecnológico’, que genera una antropología ateísta. «Esta presupone que el hombre» – siguió el Papa – «sea reducido a funciones autónomas de la mente para el cerebro, la historia humana a un destino de auto-realización». «Todo eso prescindiendo de Dios, de la dimensión propiamente espiritual y del horizonte ultra-terrenal». En esta visión «aquello que es técnicamente posible se torna moralmente lícito, todo experimento se torna aceptable, toda política demográfica es consentida, todo tipo de manipulación es legitimada» y «el hombre se torna ab-solutus». Consecuentemente, se trata de una «radical negación de la creación y filiación del hombre, que termina en una especie de soledad dramática».
Al final del discurso, Benedicto XVI invocó a los agentes cristianos de la caridad a mantener y promover la visión plenamente cristiana del hombre y también de su propio servicio: «La colaboración justa con instancias internacionales en el campo del desarrollo y la promoción humana» – destacó – «no debe tener los ojos cerrados delante de estas graves ideologías y los Pastores de la Iglesia – que es ‘columna y firmeza de la verdad’ (2 Tm 3,15) – tienen el deber de alertar contra esos abusos tanto a los fieles católicos como a cualquier otra persona de buena voluntad y de recta razón. Se trata, por tanto, de un desvío negativo para el hombre, aunque éste se vista de buenos sentimientos bajo un pretexto de progreso o de humanismo».
El Santo Padre resaltó también la importancia de «ejercitar una vigilancia crítica y a veces rechazar financiamientos y colaboraciones que, directa o indirectamente favorezcan acciones o proyectos en contraste con la antropología cristiana», recordando que «La Iglesia está siempre empeñada en promover al ser humano según su dupla dimensión vertical y horizontal», declaró el Santo Padre al final del discurso.
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