viernes, 22 de noviembre de 2024
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Arzobispo de Toledo, España, en la fiesta de San Ildefonso: "Ninguno experimenta en esta vida la verdadera alegría como los verdaderos creyentes"

Madrid (Miércoles, 23-01-2012, Gaudium Press) El Arzobispo de Toledo y Primado de España presidió en la Catedral la solemne Misa en rito mozárabe en honor al Patrono de la Archidiócesis: San Ildefonso. A la Eucaristía compareció el Alcalde de la Ciudad, D. Emiliano García Page, varios concejales y autoridades civiles y militares.

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Don Braulio Rodríguez en su homilía señaló que la ciudad de Toledo ha brillado en la historia de España «por muchas cosas; entre las más importantes están justamente los hombres y mujeres que han vivido, anunciado y testimoniado la fe católica. Es una historia que comprende tal vez 19 siglos. Los cristianos explican tantas cosas de lo que es esta ciudad que su hipotética desaparición sería una catástrofe. Por ello, destacar hoy la figura del santo Arzobispo Ildefonso es importante. Él habló y predicó de Dios, pero sobre todo vivió la fe y sirvió a su pueblo con el ejemplo fuerte de su entrega. Si San Ildefonso habló de Dios, si nosotros podemos hacerlo ahora, es porque Él habló con nosotros. La primera condición, pues, para hablar de Dios es escuchar los que dijo Dios mismo».

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Para el Arzobispo Primado: «Cristo ha invertido la relación entre placer y dolor. Él «por el gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo» (Heb 12,2). Ya no es un placer que termina en sufrimiento, sino sufrimiento que lleva a la vida y a la alegría. No se trata de una diferente sucesión de dos cosas; es la alegría la que tiene la última palabra, no el sufrimiento, y una alegría que durará para siempre. «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y la muerte ya no tiene señorío sobre Él» (Rom 6,9). La cruz termina con el Viernes Santo, la dicha y la gloria del Domingo de resurrección se extiende para siempre. Entonces, ¿la alegría es por lo tanto sólo después de la muerte? ¿Esta vida no es, para los cristianos, más que un «valle de lágrimas»? Al contrario, ninguno experimenta en esta vida la verdadera alegría como los verdaderos creyentes. Éstos, exhorta el Apóstol, están «gozosos en la esperanza» (Rom 12,12), que no significa sólo que «esperan ser felices» (por supuesto en el más allá), sino que la alegría cristiana es interior, no viene desde fuera, sino desde dentro, como algunos lagos de montaña que se alimentan, no por un río que fluye desde el exterior, sino a partir de agua que brota desde su mismo fondo. Nace del actuar misterioso y presente de Dios en el corazón humano en gracia. Puede ser, por tanto, que incluso en los sufrimientos abunde el creyente de alegría (2 Cor 7,4), y tenga paz en el corazón, capacidad de amar y de ser amado, y por encima de todo se mantenga en la esperanza sin la cual no puede ser alegría».

Mons. Rodríguez Plaza quiso subrayar: «algo que parece obvio: la vivencia de la alegría cristiana tuvo también en san Ildefonso una fuente constante que la alimentaba. Era la celebración litúrgica en aquellos años de apogeo del Rito Hispano-Mozárabe, al que san Ildefonso también contribuyó, como todos sabemos. Es todo un ejemplo para nosotros. Porque es igualmente posible para nosotros vivir de esta fuente. Sigue abierta. Os invito a volver a adentrarnos en la rica simbología de nuestro rito de esta Eucaristía de la mano de Santa María, a la que tanto amó nuestro Patrono».

Gaudium Press / José Alberto Rugeles

 

 

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