Washington (Viernes, 25-01-2013, Gaudium Press) Esperanzadora y llena de fe, fue la homilía de Mons. Kevin Farrel, obispo de Dallas, proferida hoy 25 en la Vigilia por la vida en la Basílica del Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington.
«Nos unimos a esta celebración de la Misa para agradecer a Dios por este don de la vida y para orar por un cambio de corazón de aquellos que no respetan la vida desde el momento de la concepción hasta su fin natural», expresó el prelado, quien destacó que en los 40 años de legislación abortista en los EE UU. ha habido alrededor de «55 millones de niños inocentes, conciudadanos cuyos derechos no fueron respetados o defendidos».
«Muchos de ustedes han pasado la noche en oración, y ahora es el momento de ir más allá de las puertas de esta ‘Casa de María’ y dar testimonio al mundo entero como San Marcos nos dice en el Evangelio de hoy: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura» (Marcos 16, 15).
Mons. Farrel elogió la figura de San Pablo, cuya conversión la Iglesia conmemora hoy, alguien que predicaba «a tiempo y a destiempo», y que fue «un gran misionero en culturas que eran totalmente indiferentes o abiertamente hostiles a la forma de vida cristiana», en lo que es modelo para todos aquellos que luchan por la cultura de la vida.
Mons. Kevin Farrel |
Asimismo, San Pablo puede servir de inspiración para quienes rezan por la conversión de las mentes abortistas: «Si Jesús y su palabra pudieron cambiar el corazón de Pablo, su palabra puede cambiar la mente y el corazón de aquellos que no respetan la vida humana».
El prelado destacó también que la lucha provida ha dado sus frutos después de 4 décadas de empeño. «Hoy, hay un decrecimiento a nivel nacional tanto del número como de las ratas de abortos. Más y más personas entienden esa verdad de que el niño en el vientre materno es un ser humano». Entretanto, «tristemente, más de 1 millón de niños inocentes pierden sus vidas cada año por el aborto.»
No hay que perder la esperanza, sino que «debemos continuar la lucha de formas positivas y afirmando el valor de la vida», afirmó.
Una Cultura de la Vida, donde el centro sea Dios
El Obispo recordó un trecho de la encíclica Evangelium Vitae, en la que Juan Pablo II afirmaba que «cuando el sentido de Dios se ha perdido, hay también la tendencia a perder el sentido del hombre, de su dignidad y su vida». Por lo tanto, si se desea «cambiar la ‘cultura de la muerte’ en nuestra sociedad, debemos restaurar a Dios en el centro de nuestras vidas. La fuerza del Evangelio es transformar la humanidad desde dentro y hacerla nueva. Al igual que la levadura que hace fermentar el pan, el Evangelio está destinado a impregnar todas las culturas y a animarlas desde dentro, para que expresen la verdad plena sobre el hombre y sobre la vida humana».
El prelado invitó a los presents a renovar el compromiso de construir una cultura de la vida al interior de sus comunidades.
«Una cultura de la vida no es sólo un elemento de disuasión al aborto, sino que es la respuesta a muchos de los males que afligen a nuestra sociedad hoy en día: Ella promovería el respeto por toda vida humana, en cada situación, circunstancia y etapa de la vida».
«Es hora de que nos centremos más en la necesidad de cambiar las mentes y los corazones de la gente, como lo hizo Jesús, una persona a la vez. Podemos cambiar el mundo como lo hizo Jesús, haciendo más hincapié en la enseñanza de la palabra de Dios, tal como nosotros estamos llamados a hacer en la Nueva Evangelización», expresó Mons. Farrel.
«El Beato Juan Pablo, cuando nos retó a crear una cultura de la vida, sabía que muchas veces nos encontraríamos en situaciones en que las leyes civiles serían contrarias a la ley de Dios; sabía que estaríamos llamados a vivir nuestra fe en culturas que serían adversas al Evangelio; él entendió que había que hacer todo lo que pudiésemos para cambiar las leyes o hacerlas inoperantes al crear en nuestras comunidades una cultura que instintivamente rechaza tales leyes o tal filosofía de vida. Esta es la obra que el Papa Benedicto nos llama en este Año de la fe», concluyó el obispo.
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