San Pablo (Jueves, 31-01-2013, Gaudium Press) «No haciendo obras que, después, el mundo agradece con monumentos, placas de oro. La Hermana María Teresa, testigo de fe; una vida toda consagrada a Dios y a la Iglesia», así fue parte del saludo que el Cardenal de San Pablo, Mons. Odilo Pedro Scherer, hizo al final de la celebración conmemorativa del Jubileo de Oro de la carmelita de clausura Hermana María Teresa de la Sagrada Faz que vive una vida «que no fue marcada por obras vistosas que apareciesen en la televisión, en los diarios».
Las conmemoraciones se dieron en el Monasterio de Santa Teresa, en Mirandópolis, zona sur de San Pablo, Brasil, el pasado domingo, día 27.
La misa conmemorativa del acontecimiento fue presidida por el cardenal arzobispo metropolitano, Mons. Odilo Pedro Scherer, y concelebrada por Mons. Julio Endi Akamine, referencial para los ministerios de la vida consagrada en la Arquidiócesis de San Pablo y obispo auxiliar en la Región Lapa, y por los padres Mesías de Moraes Ferreira, capellán del monasterio, Ricardo Anacleto, Manuel Madruga y monseñor José Geraldo da Silva, de la Arquidiócesis de Niterói.
La pequeña capilla del monasterio pareció todavía menor debido al gran número de personas que fueron a homenajear a la Hermana María Teresa. Pero el entusiasmo lleno de Fe aumentó, sobre todo en la hora en que hermana María Teresa renovó los votos de obediencia, castidad y pobreza en la presencia del Arzobispo. La religiosa recibió del Cardenal el bastón bendito con la imagen de la cruz de Cristo. A ella fue entregada, también ya bendecida, la corona celestial, como señal de que, después de su muerte, es el propio Cristo quien la coronará.
Antes de la renovación del compromiso, sin embargo, el pueblo demostró su fe también en la Palabra proclamada y después reflexionada por el presidente de la celebración. «La Palabra de Dios que nosotros oímos en este domingo es muy bonita, rica, es vital, pues genera vida y nos ilumina en el camino de la vida», dijo Mons. Odilo que, prosiguiendo en su reflexión, destacó que la actitud del pueblo hoy, ante la Palabra oída, es la misma de aquel pueblo descrito en las lecturas.
A la salida de la capilla, hermana la María Teresa dijo estar muy feliz, evaluando que fuera un instrumento en las manos de Dios y de la misericordia de Dios. «Él siempre usó su misericordia para conmigo; desde niña él siempre me acompañó con mucho cariño; como niña, adolescente y joven yo siempre anduve en los mejores caminos y, con eso, la misericordia de Dios siempre fue muy grande para conmigo. Yo podría hasta decir, como Santa Teresita: ‘Él fue sacando las piedras de mi camino, para que yo no tropezase'».
La Hermana María Teresa de la Sagrada Face nació en Josefa Ferrarez, en Muriaé, estado de Minas Gerais, el día 21 de septiembre de 1939. Entró al Carmelo, en San Pablo, con 23 años. En el noviciado, encontró aquella que sería su ángel de paz, hermana María de la Eucaristía, su maestra, de quien cuida actualmente como enfermera. En el Carmelo, desempeñó las funciones de sacristán, ecónoma y enfermera. (JS)
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