Ciudad del Vaticano (Lunes, 18-02-2013, Gaudium Press) Desde la ventana de sus aposentos, teniendo en frente la Plaza San Pedro, el Santo Padre dirigió el primer Ángelus desde que anunció su renuncia al ministerio petrino y el penúltimo antes del día 28 de febrero.
Hablando a los millares de fieles y peregrinos que lo saludaron con afecto y conmoción, Benedicto XVI resaltó que, si estamos unidos a Cristo, no debemos tener miedo de combatir el mal. Muchas cintas y carteles llevados para la Plaza hablaban de proximidad y gratitud con el Papa.
La lección que el Pontífice deja a los fieles en este Ángelus es la de que la Cuaresma nos enseña que la fe en Dios es «el criterio-base» de la vida de la Iglesia.
La Cuaresma, iniciada con el Rito de las Cenizas, es «tiempo de conversión y penitencia» que debe reorientarnos «decididamente a Dios, renegando del orgullo y el egoísmo para vivir en el amor». Así fueron las primeras palabras del Santo Padre al iniciar su meditación sobre el Evangelio dominical que narra las tentaciones de Jesús en el desierto.
Él resaltó que en ese período la Iglesia, madre y maestra, «invita a todos sus miembros a renovarse en el espíritu»: «En este Año de la Fe la Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir la fe en Dios como criterio-base de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. Eso comporta siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal naturalmente se opone a nuestra santificación y busca hacernos desviar del camino de Dios».
Benedicto XVI observó que el diablo escogió el momento para poder tentar a Nuestro Señor. Él esperó cuando Jesús iba a «iniciar su ministerio público». No era un momento casual, enteramente aleatorio, sin objetivo:
«Jesús tuvo que desenmascarar y repeler las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía. Pero esas tentaciones son también falsas imágenes del hombre, que en todos los tiempos incidían la consciencia, vistiéndose de propuestas convenientes y eficaces, hasta incluso buenas».
El tentador es insidioso: no impulsa directamente al mal, sino a un falso bien, haciendo creer que las verdaderas realidades son el poder y aquello que satisface las necesidades primarias. «Dios se vuelve secundario, queda reducido a un medio, finalmente se torna irreal, deja de contar, se disipa. En último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque está en juego Dios. En los momentos decisivos de la vida – mas, bien vistas las cosas, en cada momento – estamos delante de una encrucijada: ¿queremos seguir nuestro yo o Dios – el interés individual o el verdadero Bien, aquello que realmente es el bien?»
Tanto en el evangelista Mateo como en Lucas, observó el Papa, vemos que la naturaleza de las tentaciones son las mismas: «El núcleo central de ellas consiste siempre en el instrumentalizar a Dios en función de propios intereses, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales. El tentador es astuto: no impulsa directamente el dirección al mal, sino en dirección a un falso bien, haciendo creer que las verdaderas realidades son el poder y aquello que satisface las necesidades primarias.» «De ese modo – agregó – Dios se torna secundario, se reduce a un medio, definitivamente, se torna irreal, no cuenta más, se desvanece».
El Santo Padre explicó todo el tema de las tentaciones forma parte del «descenso» de Jesús hasta nuestra condición humana, «al abismo del pecado y de sus consecuencias». Un descenso que Jesús hizo hasta los «infiernos del extremo distanciamiento de Dios».
Jesús es «la mano que Dios extendió al hombre, a la oveja perdida para reconducirla a salvo», afirmó.
Por eso, «nosotros no tenemos miedo de enfrentar el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor. Y para estar con Él nos dirigimos a la Madre, María: invoquemos a Nuestra Señora con confianza filial en el momento de la prueba, y ella nos hará sentir la potente presencia de su Hijo divino, para repeler las tentaciones con la Palabra de Cristo, y así recolocar a Dios en el centro de nuestra vida».
Antes de encerrar ese encuentro con los fieles en el Ángelus, y de darles la Bendición Apostólica, Benedicto XVI agradeció a los que están rezando por él, por la Iglesia y por el próximo Papa.
Sentiremos su falta… |
Hablando en español, pidió que continúen rezando por el próximo Papa. En alemán, pidió a los fieles que estén próximos a él y a la Curia Romana, sobre todo por ocasión de esta semana de Ejercicios espirituales.
Por último, dio un caluroso saludo a los fieles de lengua italiana. Como Obispo de Roma, lanza un pensamiento especial a los fieles y ciudadanos de quien es pastor:
«¡Gracias por venir tan numerosos! También esa es una señal del afecto y de la proximidad espiritual que ustedes me están manifestando en estos días. Saludo, en particular, a la administración de Roma Capital, conducida por el prefecto, y con él saludo y agradezco a todos los habitantes de esa amada Ciudad de Roma.»
En un ‘tweet’, después de la Oración Mariana del Ángelus, el Pontífice volvió a afirmar su pensamiento inicial: «Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir la fe en Dios como base de nuestra vida y de la vida de la Iglesia».
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