Ciudad del Vaticano (Jueves, 21-02-2013, Gaudium Press) La historia como lugar de encuentro con Dios y la figura del Mesías leída a través de los Salmos. Estos fueron los temas propuestos para las dos meditaciones de la mañana de ayer por el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi al Papa Benedicto XVI y a la Curia Romana.
Este fue el tercer día de los Ejercicios espirituales. Ellos están siendo realizados en la Capilla Redemptoris Mater de la residencia apostólica, en el Vaticano.
El tiempo fue el hilo conductor de las meditaciones de este martes. El Cardenal Ravasi mostró que también la historia es lugar de la teofanía de Dios. El propio Antiguo Testamento es quien muestra eso, especialmente en aquello que el purpurado define como el credo histórico de Israel, o sea, los pasajes donde emerge que la fe está ligada a los hechos, donde se refiere a Dios como Aquel que liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto.
Foto: Radio Vaticano |
El predicador mostró en la primera disertación que el encuentro con Dios se da en los enmarañados de los eventos, marcados por el sufrimiento, pero también por la alegría: una realidad que se tornó todavía más visible con la encarnación.
Dijo el Cardenal Ravasi: «La historia es y debe ser siempre el lugar amado por nosotros para encontrar a nuestro Señor, nuestro Dios. Incluso si es un terreno escandaloso, incluso si es un terreno en el cual muchas veces vemos tal vez también el silencio de Dios, o vemos la apostasía de los hombres».
La esperanza es la virtud central para comprender que la historia no es una serie de eventos sin sentido, sino, como se ve en el libro de Joel, existe en ella un proyecto de Dios.
«Con la esperanza estamos seguros de no encontrarnos a la merced de un hecho, de un hecho imponderable. Nuestro Dios se define en el Éxodo 3 con el pronombre de la primera persona ‘Yo’ y con el verbo fundamental ‘Yo Soy’. Por tanto, es Persona que actúa, que vive por dentro los episodios, y es por eso que entonces nuestra relación con Él es una relación de confianza, de diálogo, de contacto. Pues bien, la esperanza nace de la convicción de que la historia no es una nomenclatura de eventos sin sentido», afirmó Mons. Ravasi.
La segunda meditación tiene en su centro la figura del Mesías, leída principalmente a través de los Salmos, de los cuales emergen algunas características. En primer lugar, la del Mesías como Aquel que hace brillar la justicia, especialmente para los últimos, para los pobres:
«Pablo dio la mejor definición de esa justicia, que se coloca a nivel de las personas víctimas de la injusticia. Pablo, en el famoso Himno contenido en la Carta a los Filipenses 2, dice: Él tenía la condición divina, y no consideró su ser igual a Dios como algo a que apegarse celosamente. Mas se vació a sí mismo, y asumió la condición de siervo, tomando la semejanza humana».
Por tanto, emerge la característica del sacerdocio de Cristo como un sacerdocio de gracia, no «biológico», sino según el modo de Melquisedec y, por último, del Mesías como Hijo de Dios, que con la Resurrección revela plenamente su divinidad. Por tanto, se puede ver la dimensión mesiánica como corazón del Salterio:
«Debemos detenernos más veces a contemplar la figura de Cristo, el Mesías que tiene en sí todo ese respiro del Antiguo Testamento y lo conduce a la plenitud».
Tarde de lunes: liturgia
La liturgia como lugar de la revelación de Dios fue el gran tema de la reflexión del Cardenal Ravasi en los Ejercicios espirituales de la tarde del lunes. Dos dimensiones fundamentales: la vertical, la mirada dirigida a Dios; y la horizontal, la mirada dirigida a los hermanos.
El purpurado resaltó que es necesario un equilibrio entre esas dos dimensiones, de lo contrario existe el riesgo o de un sacralismo fin en sí mismo o de hacerse una reunión de asamblea. Pero, sobre todo, existe la necesidad de un análisis del corazón para no transformar el culto en un rito exterior, como dice el Profeta Isaías cuando afirma que Dios detesta ofertas y sacrificios.
El amor a los hermanos y la confesión de las propias culpas son, por tanto, momentos fundamentales para sobrepasar el umbral que conduce a la comunión con el Señor:
«Para ir a la Comunión con Dios – un solo Pan, un solo Cáliz – es preciso ser un solo Cuerpo, es preciso tener la comunión entre nosotros».
Informaciones de la Radio Vaticano.
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