Redacción (Viernes, 01-03-2013, Gaudium Press) En sus conferencias cuaresmales de 1981, cuando era arzobispo en Múnich, Joseph Ratzinger hizo bellas consideraciones cuya traducción transcribimos a seguir:
Cristo se convierte en un nuevo Adán con el cual el ser humano comienza nuevamente. Él que, desde el fundamento, es nuestro punto de referencia, el Hijo, restablece correctamente de nuevo las relaciones. Sus brazos extendidos son la referencia abierta, que continúa estando abierta para nosotros. La cruz, el lugar de su obediencia, se convierte en el verdadero árbol de la vida. Cristo se convierte en la imagen opuesta de la serpiente como dice Juan en su evangelio (Jn 3, 14).
De este árbol viene, no la palabra de la tentación, sino la palabra del amor salvador, la palabra de la obediencia, en la cual Dios se hizo obediente para ofrecernos su obediencia como espacio de libertad. La cruz es el árbol de la vida nuevamente accesible. Con la Pasión, Cristo hizo obedecer el sonido, por decir así, inflamado de la espada, atravesó el fuego y levantó la cruz como el verdadero eje del universo sobre el cual éste de nuevo quedó recto. Por eso, la Eucaristía, como presencia de la cruz, es el verdadero árbol de la vida que está siempre en nuestro centro y nos invita a recibir el fruto de la verdadera vida.
Esto significa que la Eucaristía nunca podrá ser una simple purificación comunitaria. Recibirla, comer del árbol de la vida significa, por eso, recibir al Señor Crucificado, esto es, aceptar su forma de vida, su obediencia, su Sí, en la medida de nuestro ser criatura. Significa aceptar el amor de Dios que es nuestra verdad, aquella dependencia de Dios que no significa para nosotros una determinación rara, como tampoco para el hijo, es la filiación una resolución rara. Precisamente esta dependencia es libertad porque es Verdad y Amor.
Que este tiempo de la Cuaresma nos ayude a salir de nuestras negativas, del recelo de la alianza de Dios, de la falta de resoluciones y de la mentira de nuestra «autodeterminación», para ir en busca del árbol de la vida que es nuestra medida y nuestra esperanza.
Y que nos encontremos de nuevo con las palabras completas de Jesús: el Reino de Dios está próximo. Convertíos y creed en el evangelio (Mc 1, 15).
Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo hombre que en Él crea tenga la vida eterna (Jn 3, 14 -15).
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