Puerto Alegre (Miércoles, 06-03-2013, Gaudium Press) Con el tema «Nuestra inculturación», Mons. Dadeus Grings, arzobispo de Puerto Alegre, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, habló en artículo que la vida no es homogénea, pues hay síntomas que indican profundos cambios – no solo en lo físico y orgánico, sino también en lo psíquico y espiritual. Sin embargo, él afirma que siempre hay algo que sobrepasa los tiempos y da identidad a la persona: no solo el nombre y el registro, sino la vida en evolución, en una diversidad fantástica.
Según Mons. Dadeus, la vida humana, por situarse en las coordenadas del espacio y el tiempo, no se consigue vivir toda de una vez, y sí en cuotas. No, entretanto, matemáticamente, resalta él, pues hay cualidades a ser saboreadas a cada momento específico y en cada lugar. El arzobispo además comparte que espacio y tiempo condicionan su vida.
Él destaca que ya tuvo oportunidad de viajar e, inclusive, pasó 14 años en Roma, lo que le permite afirmar que Italia es su segunda patria:
«Visité diversos países y diversos estados de Brasil. En cada lugar viví algo específico. Conviví con gente diferente, lo que me proporcionó no solo mucha alegría como también realización específica. La IV Conferencia episcopal latinoamericana de Santo Domingo, de la cual tuve oportunidad de participar, habló de inculturación. Significa insertarse concretamente en la cultura que nos cerca y en la cual emergimos. Somos más hijos de la cultura que de la naturaleza, o sea, nuestra identidad depende menos del DNA que de la asimilación de los valores del ambiente», resalta.
El prelado todavía sigue diciendo que se entiende que él no sea apenas él. «Soy yo y los otros. Ser real y, por eso, estar actualizado, se figura como estar en sintonía con los otros que viven, hoy, a mí alrededor. No como un abstracto y virtual movimiento, sino como existencia real de personas con las cuales entro en contacto. Si no consigo relacionarme con nadie, estoy desconectado y, consecuentemente, alienado. Es lo que se llama de desactualizado. Estar fuera de la actualidad significa estar fuera de tiempo y, por eso, fuera de la realidad. Es lo contrario de la realización», completa.
Sin embargo, explica el arzobispo, la realización no es unidimensional, porque no basta relacionarme conmigo, por la consciencia de mi yo, ni basta relacionarme con los otros, tanto real como virtualmente. Es preciso que lo haga dentro de dos otras relaciones, para que la realización sea auténtica: con el mundo y con Dios. «Aparece, entonces, toda la dimensión de la realización y actualización. Vivir en el tiempo significa implicarse con el pasado, con lo que sucedió a lo largo de los tiempos y se encuentra a nuestro alcance. No puedo perder la visión del conjunto. Preciso traer todo al presente. El pasado tiene un peso de eternidad. Lo torno real en la medida en que lo integro en la vida, en el momento actual».
Dios trasciende el espacio y el tiempo
Por último, Mons. Dadeus analiza que la única realidad que no está ligada ni al espacio ni al tiempo es Dios, pues transciende a ambos. Conforme el prelado, Dios es eterno en sí mismo, no está dividido en cuotas, es plenamente realizado y actual, representa la meta final de todo movimiento y cambio, más allá de ser nuestro futuro, pero también nuestro presente, en la medida en que nos integramos en él. Para el arzobispo, Dios solo puede ser concebido como vida en plenitud, pues fundamentalmente vivir en él y para él se torna el futuro que nos realiza y da a nuestra vida el peso de eternidad.
«El mundo es, (…), el palco de nuestro drama. No estamos sujetos a él, sino es por él que nos realizamos. No que los cambios del mundo sean determinantes para nosotros. Es nuestro conocimiento que nos relaciona con él, como condición de nuestro caminar. Aquí los cambios se tornan cada vez más rápidos, porque las investigaciones humanas y la técnica modifican continuamente esta relación. Debe llevarnos más allá, a transcender el espacio y el tiempo, que lo encuadran en la finitud. Abre el horizonte de la eternidad», concluye. (FB)
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