Londrina (Miércoles, 13-03-2013, Gaudium Press) Mons. Orlando Brandes, Arzobispo de Londrina, Brasil, recordó en su artículo semanal, titulado «En los brazos de la misericordia», que éste es tiempo de Cuaresma, de conversión, oración y amor fraterno, y por eso debemos fijar nuestros corazones en la misericordia divina. Dios nunca renuncia a su misericordia, afirmó.
Mons. Orlando Brandes, Arzobispo de Londrina. |
El prelado explicó que desde los tiempos del profeta Oseas Dios dice: «quiero la misericordia y no el sacrificio» (Os 6,6). Según él, la misericordia es la esencia de Dios, es su lógica, su sistema, su política, pues si no existiera la certeza de la misericordia, la vergüenza y el remordimiento nos llevarían al desespero y hasta a la locura. «Quien descubre la misericordia no continuará justificando sus pecados, es más, tendrá fuerzas para saltar y soltarse de los lazos del mal», insitió.
Mons. Orlando enfatizó también que la misericordia divina no debe ser confundida con la permisividad, lo que sería tentar a Dios. Alertó que no podemos pecar abusando de la certeza de que la misericordia todo perdona, porque esto sería una gran ignorancia y una maligna manipulación de Dios. «Al contrario, gracias a la fe en la misericordia nosotros no golpeamos el pecho diciendo: perdón Señor, ven en mi auxilio, cura y convierte nuestro corazón, no queremos más ser aliados del mal ni presos en las cadenas del abismo y del mal», afirmó.
Por otro lado, analizó el prelado, la misericordia nos torna misericordiosos, compasivos, comprensivos para con los otros, siendo la mejor respuesta que damos a quien nos ofendió. Para el Arzobispo, ella rompe el espiral de la violencia, no permite que seamos envenenados por la venganza, el odio y el rencor que son destructivos. Al contrario, nos hace abrir el corazón y los brazos a quien nos humilló, injurió y perjudicó. «Por la misericordia sabremos estar del lado de los huérfanos, las viudas, los pobres, los extranjeros», dijo.
Prosiguiendo en ese pensamiento, Mons. Orlando expuso que la fe en la misericordia divina va más allá, pues reaviva aquel artículo del credo donde rezamos: «Creo en la remisión de los pecados». El purpurado resaltó que la misericordia nos llena de esperanza de ser nuevos y mejores, nos ayuda a ordenar nuestra vida, nos torna sensibles al sufrimiento ajeno, nos da sabiduría para discernir el bien y el mal. Para el Arzobispo la más dura de las guerras es contra el pecado, pues las tentaciones nos ilusionan y arrastran presentándonos ventajas, placeres, luces que en realidad son carnadas para destruirnos.
«Gracias a la misericordia bloqueamos la violencia, colaboramos con la paz, convivimos con personas difíciles y respondemos al mal con el bien. Amar a los enemigos es la más pura expresión de la misericordia y el camino decisivo para la fraternidad y la paz. Es propio de la misericordia abrir los brazos a la miseria personal y ajena. Estos brazos se abren para nosotros de modo especial en el sacramento de la penitencia, donde la oveja herida es acogida por el Buen Pastor, cuyo corazón es rico en misericordia», resaltó.
Por último, Mons. Orlando afirmó que la misericordia es una bienaventuranza, esto es, el camino de la alegría, de la convivencia familiar y social, de la felicidad y del bienestar interior. Nos permite vivir sanamente, convivir alegremente, morir dulcemente. Para el Arzobispo, fijando nuestros ojos en los santos Evangelios descubrimos que la vida de Jesús es una manifestación de la misericordia de Dios con los pecadores, los pobres y los excluidos. Y mirando hacia Dios, suspenso en una cruz, su cuerpo perforado por las cinco llagas y su corazón abierto, podemos también percibir el precio de la misericordia que nos rescató.
«Los médicos, los psicólogos, los abogados y pastores saben que la misericordia es remedio, es cura, es solución de los peores problemas de la humanidad. Los sacerdotes en los confesionarios son testigos del poder de la misericordia y de los milagros de la conversión y el inicio de una vida nueva. En esta Cuaresma del Año de la Fe, entreguémonos en los brazos de la misericordia, experimentemos la ternura y el calor del amor de Dios. Busquemos retribuir amor, abriendo nuestros brazos a los hermanos», concluyó. (FB/JS)
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