Ciudad del Vaticano (Viernes, 15-03-2013, Gaudium Press) En el majestuoso escenario de la Sala Clementina, en el Palacio Apostólico, el Papa Francisco ha concluido hace pocos momentos la audiencia concedida a todo el Colegio Cardenalicio, incluyendo por tanto purpurados electores o no. La Sala Clementina -así llamada por haber sido edificada por Clemente VIII en honor al tercer Papa, Clemente I- fue también el escenario del último encuentro de Benedicto XVI con los cardenales, el mismo día de la efectivación de su renuncia, el 28 de febrero pasado. La Sala Clementina es también el magnífico marco donde se veneran los restos de los pontífices fallecidos.
Antes de su intervención, el Sumo Pontífice recibió el saludo afectuoso del Cardenal Decano Sodano, quien le expresó «gratitud por haber aceptado la invitación del Señor» al asumir el Pontificado.
Foto tomada de la transmisión televisiva de Centro Televisivo Vaticano. |
El nuevo Pontífice manifestó su cercanía a los 206 purpurados presentes, y ya en sus palabras iniciales indicó su empeño en la evangelización en el Año de la fe: «El afecto que une a los cardenales me invita a servir al Evangelio para trabajar con Cristo y en Cristo para celebrar el año de fe. Todos nosotros vamos a tratar de responder con fe para llevar a Jesucristo a la humanidad y para traer a la humanidad a regresar a Cristo, a la Iglesia», destacó.
El Papa Francisco también se explayó en alabanzas a su antecesor, y manifestó su agradecimiento a Benedicto: «Siento una gran gratitud y afecto por mi predecesor, quien revigorizó la Iglesia con su fe, sus conocimientos y su humildad», declaró.
Nota característica de este primer discurso del Papa Francisco al Colegio cardenalicio, y de sus ya varias manifestaciones, fueron las glosas espontáneas -con una nota sensiblemente latinoamericana- que repetidamente realizaba al texto escrito que leía.
En esa línea de la espontaneidad manifestada, el Papa anunció el infarto que ha sufrido el Cardenal Jorge María Mejía -argentino como el Pontífice y Archivista y Bibliotecario emérito de la Santa Iglesia Romana-, dolencia que entretanto no ha tenido máxima gravedad, pero a la que el Papa convocó la atención y la cercanía de los cardenales.
El Pontífice habló centralmente de un tema cada vez más actual, y que ya ha propuesto en sus alocuciones, como es la importante relación entre diversidad y unidad, que resulta en armonía bajo la acción del Espíritu Santo. «Me acuerdo de ese Padre de la Iglesia que le definía así: ‘ipse armonia est’ «, rememoraba el Papa hablando del Espíritu Santo. «El Paráclito, que nos da a cada uno de nosotros carismas diferentes que nos unen en esta comunidad de Iglesia que adora al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo», resaltó.
«El Paráclito es el supremo protagonista de toda iniciativa y manifestación de fe. Es algo curioso. Esto me hace reflexionar: el paráclito marca todas las diferencias en las iglesias. Parece ser un apóstol de Babel pero por otro lado es el que genera la unidad de esta diferencia. No en la igualdad sino en la armonía», destacó el Papa.
Esa unidad en la diversidad, fue propuesta también por el Pontífice al colegio cardenalicio, en torno a su figura: «Queridos hermanos cardenales, este encuentro quiere ser una extensión de la comunión eclesial que hemos experimentado a lo largo de todo este periodo. Animado por un profundo sentido de responsabilidad y apoyados por un gran amor por Cristo y por la Iglesia, hemos orado todos juntos compartiendo de forma fraternal nuestros sentimientos, nuestras experiencias y reflexiones. En este clima de gran cordialidad así ha ido creciendo el mutuo conocimiento y la mutua apertura y eso es bueno. Porque somos hermanos». «Los cardenales son los curas del Santo Padre, somos todos, somos una comunidad con esa amistad y cercanía que seguramente será un bien para todos».
El Pontífice reclamó de la Iglesia una gran docilidad a la acción del Espíritu Santo.
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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