viernes, 22 de noviembre de 2024
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Arzobispo de Porto Alegre, Brasil, recuerda que el sentido del hombre se encuentra en la eternidad

 

Porto Alegre (Martes, 19-03-2013, Gaudium Press) Con el tema «La verdadera felicidad», Mons. Dadeus Grings, Arzobispo de Porto Alegre, Brasil,  abordó en un reciente artículo las dudas en cuanto a la conquista de la felicidad y su consecución en la vida del hombre.

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Mons. Dadeus Grings, Arzobispo de Porto Alegre

Según el prelado, las personas dudan en cuanto a la conquista de la felicidad, en el día a día, y el ideal de juventud se resiste a ser algo transitorio. Para él, siempre existieron leyendas, mitos y ritos, con el objetivo de proporcionar la sensación de rejuvenecimiento: en el pasado se buscaba el secreto de la juventud en lugares mágicos y hoy se recurre a la técnica.

Entretanto, agregó el Arzobispo, en todos los casos las aspiraciones no pasan de sueños que se quieren transformar en realidad, ya sea al intentar despertar energías ocultas, que se juzgan adormecidas, ya sea para proporcionar nuevas técnicas, ya sea para adquirir conocimientos genéticos y bacteriológicos.

«Se asiste a la valorización de las academias con el objetivo de mantener la forma y buscar una corriente psicológica renovada. Se habla del poder de la mente, profesando la fe en una energía originaria y universal, que alimentaría las formas de la vida. Pero la edad avanza inexorablemente, frustrando, en definitivo, la búsqueda de la juventud perenne», explicó el prelado.

Mons. Dadeus  comentó sobre el concepto del tiempo, considerado por la cultura griega como chrónos, divinidad devastadora de todo, que envejece y consecuentemente torna decrépitas todas las cosas que se encuentran en su ámbito.

Es en este momento, comentó el prelado, que viene al encuentro de las aspiraciones más profundas del corazón humano la Revelación divina, que transforma el chrónos en kairós y garantiza que el tiempo es gracia. «Tiene un peso de eternidad. Abre para la inmortalidad, pues el pasado adquiere un nuevo sentido, no como algo que acabó y no vuelve más», destacó.

Mons. Dadeus evalúa que el tiempo ahora puede verse como un acervo de conquistas, que llenan de plenitud y así la vida adquiere un nuevo sentido por su apertura a la eternidad. Para el arzobispo, el tiempo tiene un futuro no solo por la generación de sucesores que continuarán las obras, sino por la consistencia perenne de cada persona en Dios.

«Es solamente en esta perspectiva que la vida adquiere sentido pleno, tanto por la acogida de la alegría como de la tristeza, tanto de la salud como de la enfermedad, transformados por el amor en habitáculo terrestre, y, principalmente, por la realización del deseo sintetizado por la trilogía de la felicidad, la juventud perenne y la inmortalidad. Esta última constituye, pues, la clave de la comprensión de los demás deseos».

Por último, el prelado resaltó que de hecho, la felicidad sólo es plena si es permanente, sin peligro de perderse; la juventud perenne sólo subsiste si se nutre, a largo plazo, toda la vida con el deseo de algo siempre mejor. 

Mons. Dadeus destacó este invaluable aporte de la esperanza cristiana que ilumina la vida de los hombres. «Solo quien no sabe soñar más con un futuro mejor pierde la juventud y definitivamente envejece. Entendemos, pues, tanto el pasado como el presente por la perspectiva que abren para el futuro. Cuando no hay más futuro, acabó la vida», concluyó.

 

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