Ciudad del Vaticano (Domingo, 24-03-2013, Gaudium Press) 9:18 de la mañana. Ya la Plaza de San Pedro está colmada de fieles de los cinco continentes. Inicia la procesión con los ramos. Niños y adultos portan bufandas amarillas, color Vaticano. Monseñores, Prelados y Cardenales, todos llevan sus ramos.
Los jóvenes de la procesión papal son de la diócesis de Roma, algunos escogidos por el Pontificio Consejo para los Laicos, otros 200 provenientes de diversas partes del mundo. Tras ellos los Obispos, los Cardenales, los Prelados y Presbíteros, los Diáconos que ayudarán en el oficio litúrgico, los 4 concelebrantes (el Cardenal Agostino Vallini, el Cardenal Stanislaw Rylko, Mons. Josef Clemens y Mons. Filippo Iannone), los Cardenales Diáconos Angelo Amato y Mauro Piacenza, y finalmente el Papa, en actitud de profundo-recogimiento, en el Papa móvil.
Al inicio de la ceremonia el Papa bendice los ramos, toma el hisopo que se le ofrece, y lo sumerge en el agua bendita y con él se toca su frente, la de los Cardenales Amato, Piacenza y la de ceremoniario papal Mons. Marini, para después aspergir el agua sagrada sobre los más cercanos.
Foto: Radio Vaticano |
Viene luego la lectura del Evangelio de San Lucas en el capítulo 19, el canto del salmo 23, el Canto del Himno de Cristo Rey, tras lo cual comienza propiamente la Misa, con la lectura del libro de Isaías, el salmo 21, la Carta del Apóstol de San Pablo a los Filipenses y la lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según el Evangelio de San Lucas, narrada en los capítulos 22 y 23 de este libro.
La atmósfera de Semana Santa, recogida, esperanzada pero dolorida también, ha arribado por completo a la Plaza de San Pedro.
La Homilía: tres palabras, alegría, cruz, jóvenes
«Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: ‘¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto’ (Lc 19.38)»: Así inició la homilía el Santo Padre, la cual quiso hacer girar sobre tres ejes, tres palabras: alegría, cruz y jóvenes.
«No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo», expresó el Papa haciendo un puente entre su sermón y la alegría que experimentaba Jerusalén al recibir al Salvador en un pollino. Entretanto, esta es una alegría no superficial sino radicada en el hallazgo de Jesús: «Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables…»
Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
El segundo término puesto en foco por el Papa Francisco es la cruz. En la alegría propia del Domingo de Ramos ya se vislumbra la cruz, pero una cruz que no abate, sino en la que su consideración se nutre la esperanza de tener fortaleza para vencer el mal: «Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser Rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Recordemos la elección del rey David: Dios no elige al más fuerte, al más valiente; elige al último, al más joven, uno con el que nadie había contado. Lo que cuenta no es el poder terrenal. Ante Pilatos, Jesús dice: ‘Yo soy Rey’, pero el suyo es el poder de Dios, que afronta el mal del mundo, el pecado que desfigura el rostro del hombre. Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado de mundo, también el nuestro y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.»
El joven no debe avergonzarse de la Cruz
A los jóvenes el Papa Francisco dedicó una palabra toda especial, llena de entusiasmo y de convocatoria a la misión: «Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. (…) Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, incluso a los setenta, ochenta años. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el donde de sí mismo y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor. Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: ‘Id y haced discípulos de todos los pueblos’ (Mt 28, 19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año».
«Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil» para la Jornada Mundial de la Juventud, expresó el Pontífice. Tras esta invitación-convocatoria, el Pontífice pidió la intercesión de María Virgen, maestra del gozo del encuentro con Cristo, del amor al pie de la cruz y del entusiasmo joven en seguir al Redentor.
El Pontífice concluyó la ceremonia de Domingo de Ramos también pidiendo la intercesión de la Virgen María para un correcto acompañamiento de toda la Semana Santa. El Papa insistió en la convocatoria a Río de Janeiro, y la realizó, por primera vez en su Pontificado, en diversas lenguas.
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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