Ciudad del Vaticano (Miércoles, 27-03-2013, Gaudium Press) En su primera audiencia general, habida no en el Aula Pablo VI sino en la Plaza de San Pedro por la masiva afluencia de fieles, el Papa Francisco ha proferido una enseñanza sobre la forma de vivir y reflexionar en el triduo pascual que ya llega.
Fotos: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
Tras anunciar que después de Semana Santa retomará las catequesis de su antecesor sobre el Año de la Fe, el Papa Francisco se ha preguntado junto a los peregrinos que lo acompañaban en la Plaza de San Pedro: «¿Qué cosa puede querer decir vivir la Semana Santa para nosotros? ¿Qué cosa significa seguir a Jesús en su camino Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?».
El Pontífice ha resaltado la figura de Cristo a la búsqueda de las almas, de los otros, sin esperar que las personas fuesen hacia Él: «Ha hablado a todos, sin distinción, a los grandes y a los humildes, al joven rico y a la viuda pobre, a los poderosos y a los débiles; ha llevado la misericordia y el perdón de Dios; ha sanado, consolado, comprendido; ha dado esperanza; ha llevado a todos la presencia de Dios, que se interesa por cada hombre y cada mujer, como hace un buen padre y una buena madre hacia cada uno de sus hijos». Esa actitud del Señor, constituye su misión: «abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia de amor de Dios».
En esta búsqueda de las almas, la presencia de Dios es sobre todo una donación de Sí, que llega hasta la entrega total: «Jesús entra en Jerusalén para dar su último paso, en el que se resume toda su existencia: se da totalmente, no se reserva nada para sí, ni siquiera su vida».
La donación total de Jesús levanta una pregunta para todos: » ‘¿Qué cosa significa todo esto para nosotros?’. Significa que esta es también la mía, la tuya, nuestra estrada. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no solo con la emoción del corazón, vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos -como lo decíamos el domingo pasado- para ir al encuentro de los otros, para ir hacia la periferia de la existencia, moviéndonos nosotros los primeros hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!», ha dicho el Papa.
Dios «ha salido de sí mismo para venir en medio de nosotros, ha puesto su tienda entre nosotros para traernos la misericordia de Dios que salva y da esperanza. También nosotros, si queremos seguirlo y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las 99 ovejas, debemos ‘salir’, buscar con Él la oveja perdida, aquella más lejana».
A esta convocatoria a la misión a ejemplo de Jesús, a la que convoca el Papa, no puede oponerse ningún cálculo humano.
«La Semana Santa -dijo el Pontífice- es un tiempo de gracia que el Señor nos da para abrir las puertas de nuestros corazones, de nuestras vidas, de nuestras parroquias – ¡qué pena, tantas parroquias cerradas!- (…), de los movimientos, de las asociaciones, y ‘salir’ al encuentro de los demás, hacernos vecinos para portar la luz y la alegría de nuestra fe. ¡Salir siempre! ¡Y esto con el amor y la ternura de Dios, en el respeto y en la paciencia, sabiendo que ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, pero que entonces es Dios quien los guía y hace fecundas todas nuestras acciones».
El Papa se despidió de los fieles, invitándolos «a vivir bien estos días siguiendo al Señor con valentía, portando en nosotros mismos un rayo de su amor a cuantos nos encontremos».
Gaudium Press / S.C.
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