Madrid (Lunes, 08-04-2013, Gaudium Press) Ayer día 7 de abril, cuando se conmemoró la Divina Misericordia, en la Catedral de Córdoba, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Ángelo Amato, beatificó al Padre Cristóbal de Santa Catalina, fundador de la obra de Jesús Nazareno.
En una carta, el Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, incentiva a los fieles a imitar el servicio caritativo hacia los pobres que enseñó el Padre Cristóbal durante toda su vida religiosa: «En el Año de la Fe, el testimonio del nuevo Beato es una demostración elocuente de cómo la Fe puede ser vista en la caridad (…). La caridad vivida hasta el extremo es la mejor prueba de que Dios deslumbró el corazón de este hombre. (…) Habría sido imposible darse hasta el extremo, si no hubiese una Fe firme y bien nutrida en la oración y la penitencia. La fe y el amor se necesitan mutuamente».
«Cristóbal buscaba a Dios, buscaba su misericordia y quedó saciado en su etapa (de vida) en el desierto: oración continua, penitencias y ayunos abundantes, deseo de seguir a Cristo en su dolorosa pasión hasta identificarse plenamente con Él».
Cuando volvió a vivir en la ciudad, «lo conmovieron las miserias de sus contemporáneos, particularmente las de las mujeres maltratadas y las niñas» y él «se tornó más misericordioso todavía, capaz de compartir el sufrimiento ajeno aliviándolo con el bálsamo de la caridad cristiana, como el buen samaritano».
Otros se juntaron a él para ayudar su trabajo en el Hospital de Jesús Nazareno de Córdoba. Primero vinieron hombres y, después, vinieron las mujeres que prolongaron su obra hasta hoy: las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno Franciscanas.
El Padre Cristóbal, nació en Mérida, España, en el año 1638 y falleció en Córdoba en el año 1690. Su obra se extendió por toda España y América Latina.
«Tuvo una vida impresionante, que la Iglesia propone como ejemplo de santidad para todo cristiano», afirmó Mons. Demetrio Fernandez, Obispo de Córdoba, antes de finalizar rezando:
«Beato Cristóbal, rogad por nosotros, para que alcancemos de Dios el don de la oración, de una vida penitente y el don inmenso de una caridad sin límites.»(JS)
Con informaciones de ACI.
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