Ciudad del Vaticano (Martes, 16-04-2013, Gaudium Press) El domingo 14, fue el día de la toma de posesión por el Papa Francisco de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros.
Después de demostrar alegría por celebrar la Eucaristía en la Basílica edificada sobre la tumba de San Pablo, el Santo Padre definió al santo como «Apóstol humilde y grande del Señor, que lo anunció con la palabra, testimonió con el martirio y adoró con todo el corazón».
Basílilca de San Pablo Extramuros |
Es importante retener los tres verbos usados por el Papa para describir al Santo: anunciar, testimoniar y adorar. Ellos servirán de guía para la homilía del Papa Francisco.
«Los apóstoles delante de la orden de no hablar ni enseñar en nombre de Jesús, de no anunciar más su mensaje, responden con claridad: Importa más obedecer a Dios que a los hombres. Y ni el hecho de ser flagelados, ultrajados, encarcelados los detuvo. Pedro y los Apóstoles anuncian, con coraje y valentía, aquello que recibieron: el Evangelio de Jesús», dijo el Santo Padre, recordando el Evangelio del tercer domingo de Pascua.
«¿Y nosotros? Preguntó el Pontífice, «¿Somos nosotros capaces de llevar la Palabra de Dios a nuestros ambientes de vida? Sabemos hablar de Cristo, de lo que Él significa para nosotros, en familia, con las personas que forman parte de nuestra vida diaria?»
«La fe nace de la escucha y se fortalece en el anuncio», resaltó él. «El anuncio de Pedro y de los Apóstoles no es hecho apenas con palabras, sino la fidelidad a Cristo toca su vida, que se modifica, recibe una nueva dirección, y es precisamente con su vida que dan testimonio de la fe y anuncian a Cristo».
El Papa recordó que, en el Evangelio, Jesús pide tres veces a Pedro que apaciente su rebaño. Y el Santo Padre enseñó: «Se trata de una palabra dirigida primariamente a nosotros, Pastores: no se puede apacentar el rebaño de Dios, si no se acepta ser conducido por la voluntad de Dios incluso para donde no queremos, si no estamos listos para testimoniar a Cristo con el don de nosotros mismos, sin reservas ni cálculos, a veces a costas de nuestra propia vida. Pero esto vale para todos: hay que anunciar y testimoniar el Evangelio».
Didácticamente, el Papa Francisco continuó preguntando y, en seguida, aclarando: «¿Cómo testimonio a Cristo con mi fe? ¿Tengo el coraje de Pedro y de los otros Apóstoles para pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios? En el gran designio de Dios, cada detalle es importante, incluyendo el tuyo, mi pequeño y humilde testimonio, incluso el testimonio oculto de quien vive su fe, con simplicidad, en sus relaciones diarias de familia, de trabajo, de amistad. La incoherencia de los fieles y de los Pastores entre aquello que dicen y lo que hacen entre la palabra y la manera de vivir mina la credibilidad de la Iglesia», resaltó también Francisco.
¿Qué significa adorar a Dios?
El Pontífice cuestionó nuevamente, agudizando interés por la respuesta: «¿Usted, yo, adoramos al Señor? ¿Vamos a hablar con Dios solo para pedir, para agradecer, o vamos hasta Él también para adorarlo? ¿Qué significa adorar a Dios? Significa aprender a estar con Él, demorarse en diálogo con Él, sintiendo su presencia como la más verdadera, la mejor, la más importante de todas. Cada uno de nosotros posee en la propia vida, de forma más o menos consciente, un orden bien definido de las cosas que son consideradas más o menos importantes».
Con su respuesta el Papa enseñó qué es adorar al Señor: «Adorar al Señor quiere decir darle el lugar que Él debe tener; adorar al Señor significa afirmar, creer – y no apenas por palabras – que solo Él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos delante de Él convencidos de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, de nuestra historia».
Y sacó consecuencias para la vida: «De aquí deriva una consecuencia para nuestra vida: despojarnos de los numerosos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y muchas veces deponemos nuestra seguridad. Son ídolos que frecuentemente conservamos bien escondidos; pueden ser la ambición, el arribismo, el gusto del éxito, el sobresalir, la tendencia a prevalecer sobre los otros, la pretensión de ser los únicos señores de nuestra vida, cualquier pecado al cual estamos presos, y muchos otros».
Tumba de San Pablo en el interior de la Basílica |
«El Señor es el único, el único Dios de nuestra vida y nos invita a despojarnos de los numerosos ídolos y a adorar solo a Él. Que la bienaventurada Virgen María y el Apóstol Pablo nos ayuden en este camino e intercedan por nosotros», reafirmó el Papa para concluir.(JS)
Con informaciones de la Radio Vaticana.
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