Redacción (Martes, 16-04-2013, Gaudium Press)
I – Génesis de una herejía
«Que nadie diga María de Madre de Dios: ¡Ella es una mujer, y es imposible que Dios haya nacido de una hija de Adán!».1 Apenas cayó esta afirmación de la boca del presbítero Anastasio, un frémito de sorpresa e indignación recorrió la Catedral de Constantinopla. Hasta entonces, jamás ocurriera allí que alguien pusiese en duda esa verdad en la cual había creído la Iglesia desde hacía mucho, 2 y en aquel momento el predicador negaba con tamaña soberbia.
Filiales y afligidas mirabas acribillaron entonces el semblante del Patriarca que, sentado en su cátedra, debía ser el guardián de la Fe.
Él, entretanto, no solo permanecía en silencio, sino también consentía con un enfático movimiento de cabeza apoyando la insólita afirmación.
El pueblo, escandalizado, comenzó a abandonar la catedral.
«Nuestra Señora con el Niño Jesús» (Constantinopla 950-1050) – Metro- politan Museum of Art, Nueva York |
El origen de un Patriarca controvertido
Capital oriental del Imperio Romano, en Constantinopla se mezclaban tumultuosamente la controversia teológica y las intrigas palaciegas, acentuadas por las características del temperamento oriental. Así, luego que estuvo en vacancia la Sede Patriarcal a fines del año 427, las facciones representadas en la corte pasaron a promover sus respectivos candidatos al codiciado puesto.
Teodosio II, sin embargo, decidió no prestar oídos a ninguno de los partidos y, a fin de evitar discordias, optó por escoger un extranjero. Su elección recayó sobre un monje de Antioquía, excelente orador, dotado de sonora voz y con fama de santidad. Algunos lo tenían como un segundo Crisóstomo. Su nombre era Nestorio.
Infelizmente, la reputación del candidato no correspondía a la realidad. Aunque aparentando piedad, celo y rectitud de costumbres, el padre Nestorio era sediento de adulaciones y lisonjas. Ocupar tan importante cátedra acariciaba sus ambiciosos anhelos y, por eso, apenas recibió la invitación, partió para la Nueva Roma, acompañado de Anastasio, su confidente.
En el camino, se detuvo algún tiempo con el Obispo de Mopsuéstia, Teodoro, que se había embarcado por sendas tortuosas en la especulación teológica, aventando tesis cristológicas por demás temerarias. 3 Y el pensamiento heterodoxo de Nestorio en materia de cristología se originó o se agravó en la convivencia con ese prelado.
La alegría de los constantinopolitanos por la llegada del nuevo Patriarca se transformó luego en temor y desconfianza, pues quien prometía ser un celoso pastor no tardó en manifestar orgullo y falta de integridad. Y el sermón arriba referido fue el brote de la nueva herejía que el recién electo Patriarca diseminaría por el Oriente cristiano.
Graves repercusiones de la nueva doctrina
Afirmaba Nestorio que María es madre solo de la naturaleza humana de Cristo y por eso debe ser llamada simplemente Madre de Cristo (Christotókos). Hablar en Madre de Dios sería, según sus palabras, «justificar la locura de los paganos, que dan madres a sus dioses». 4 María habría dado a la luz al hombre Jesús en el cual el Verbo, el Hijo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, habitara como en un templo. O sea, en Jesucristo habría dos personas, una divina y otra humana, y no una sola Persona divina, con dos naturalezas distintas, la divina y la humana, como nos enseña la Doctrina Católica.
De ese enunciado se deducía una serie de proposiciones contrarias a la Fe. En primer lugar, los dolores de la Pasión habrían sido sufridos apenas por la humanidad de Cristo y, por tanto, no podrían satisfacer a Dios Padre con méritos infinitos. Así siendo, no habría propósito en hablar de Redención, pues «ningún hombre, ni aquel más santo, tenía condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y de ofrecerse en sacrificio por todos». 5
Por otro lado, la expresión «el Verbo se hizo carne» perdería su sentido, pues, por mucho que se afirmase haber en Cristo la unión de dos personas, la divina y la humana, no se podrían atribuir las acciones de la supuesta persona humana de Cristo a su persona divina. Y varios pasajes del Evangelio se tornarían problemáticos, entre los cuales el siguiente: «para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra el poder de perdonar los pecados: Levántate -dijo él al paralítico -, toma tu camilla y vuelve a tu casa» (Mt 9, 6). Pues, si fuese apenas una persona humana, el Hijo del Hombre jamás tendría ese poder.
Hasta la llegada de Nestorio, jamás ocurriera que alguien pusiese en duda en la Iglesia de Constanti- nopla la Maternidad de María «El Concilio de Éfeso define ser María la Madre de Dios» – Basílica Nacional de la Inmaculada Concepción, Washington |
Tampoco se comprendería la respuesta de Jesús al apelo de Felipe – «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta» -, cuando le dijo: «¡Hace tanto tiempo que estoy con vosotros y no me conociste, Felipe! Aquel que me vio, vio también al Padre. Como, pues, dices: Muéstranos al Padre… ¿No crees que estoy en el Padre, y que el Padre está en mí?» (Jn 14, 8-10).
Se sembraba la discordia en el Oriente católico
De poco sirvieron a Nestorio las caritativas advertencias de sus conciudadanos y hasta de sus hermanos en el episcopado, para disuadirlo del error. Al contrario, el pertinaz Patriarca condenó públicamente a los opositores de sus ideas y los hizo prender y maltratar, acusándolos de promover el desorden público.
Mientras tanto, una recopilación escrita de las predicaciones de Nestorio se esparcía por las demás Iglesias de Oriente, sembrando la división en el pueblo fiel.
Por el P. Ignacio Montojo Magro, EP
(Mañana: Concilio de Éfeso – María es Madre de la Persona de Cristo)
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Notas:
1 ROHRBACHER, René François. Histoire universelle de l’Église Catholique. París: Letouzey et Ané, 1873, t. III, p. 458.
2 El título Theotokos (en latín, Dei genitrix) aplicado a María había sido usado durante mucho tiempo antes de Nestorio. Por
ejemplo, en Oriente por Orígenes, Eusebio de Cesarea, San Atanasio, San Gregorio Nacianceno, San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio de Nisa, Dídimo el Ciego, Eustacio de Antioquía; mientras que en Occidente la expresión Mater Dei la utilizaron Tertuliano (De patientia 3) y Ambrosio (Hexaemeron V, 65). Lo más importante aún es que los Padres del siglo II insistieron en la maternidad de Nuestra Señora contra los gnósticos que negaban la humanidad real de su Hijo (Cf. BASTERO DE ELEIZALDE, J. L. María, Madre del Redentor. Pamplona: EUNSA, 2004, pp. 198-199). Un notable ejemplo es el de San Irineo que enfatizaba el hecho de que el hijo de María Virgen es Dios (Cf. SANCTUS IRENAEUS Proof of the Apostolic Preaching n.54. Westminster (ML): The Newman Press; London: Longmans, Green and Co., 1952, p. 83; Cf. SANTO IRINEU. Contra as heresias. 19, 1-3. São Paulo: Paulus, 1995, pp. 336-338).
Por otra parte, la exégesis muestra que en el texto de Lc 1, 43 – «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?»- la palabra Señor (kyrios) se aplica a Dios y no solamente al Mesías. «Basta comprobar el inmediato contexto, para constatar que el término kyrios tiene un sentido verdaderamente divino» (BASTERO DE ELEIZALDE, op. cit., p. 198).
3 LLORCA, SJ, Bernardino. Historia de la Iglesia Católica. Edad Antigua. La Iglesia En El Mundo Grecorromano . 8.ª ed. Madrid: BAC, 1996, t. I, p. 525.
4 SCHAFF, Philip. Nicene and Post Nicene Christianity: History of The Christian Church. Whitefish (MT): Kessinger, 2004, v. III, p. 359.
5 CIC 616.
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