Redacción (Lunes, 15-04-2013, Gaudium Press) En líneas anteriores tuvimos la oportunidad de indagar un tanto en ese privilegio de la Virgen esencial para nuestra salvación, como es el de Dispensadora universal de las gracias. Nuestro sencillo escrito suscitó el comentario de un estimado lector, quien afirmó que «el único mediador es Cristo. María es más bien la gran intercesora».
De hecho, expresa la Sagrada Escritura que «uno es Dios», y «uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (1 Tim 2, 5-6). Igualmente el Apóstol en la Carta a los Hebreos insiste en la unicidad de la mediación de Jesucristo: «Por esto nuestro Pontífice (Cristo) ha recibido en suerte un ministerio tanto mejor cuan Él es mediador de una más excelente alianza» (Heb 8,6).
Entretanto (y como afirma el P. Antonio Royo Marín O. P. en su estudio ‘La Virgen María – Teología y espiritualidad marianas’, escrito que seguiremos en las siguientes disquisiciones) «la mediación principal y universal de Cristo no impide que haya otros mediadores secundarios (…) entre Dios y los hombres». ¿Cómo conciliar esta última aseveración con el clarísimo texto paulino arriba citado, de la Carta a Timoteo? No es difícil, y ya lo hizo el desarrollo teológico mariológico.
La tesis que sustenta el sacerdote dominico, como perteneciente a la doctrina católica, es que «por libre disposición divina, la Santísima Virgen, como nueva Eva, es verdaderamente Mediadora universal entre Dios y los hombres; no de una manera principal y necesaria, sino secundaria y enteramente dependiente y subordinada a la mediación de Cristo». Es decir, la Virgen no ‘compite’ con Jesús, no. Pero sí, sin temor, debemos proclamar que Ella es Mediadora universal, asociada a Cristo. Miremos como.
Mediador es aquel tercero ubicado entre otros dos para unirlos. Las cualidades del mediador deben ser: «ocupar un término medio entre las personas sobre las que va a realizar su mediación»; su persona «ha de ser grata a la persona superior» con que hace mediación; y «ha de ofrecer una satisfacción proporcionada a la ofensa que se ha de perdonar o a la deuda que se ha de saldar».
Para completar los preliminares, debemos decir que existen varios tipos de mediación.
Con relación al mediador, existe una mediación ontológica y otra dinámica. Mediación ontológica es la que «corresponde a aquel ser que por su propia naturaleza está colocado entre los dos extremos» en los que va a mediar, como por ejemplo lo sería el hombre entre los ángeles y los animales, pues el ser humano tiene algo de unos y algo de otros. Y la mediación dinámica, es la realización efectiva de esa mediación, que puede ser ejercida por quien está ontológicamente capacitado.
Con relación a la mediación propiamente dicha, existe la principal y la secundaria. «Principal es la que realiza el mediador por su propia excelencia y propios méritos, sin relación o recurso a ninguna otra persona. Secundaria es la que realiza un mediador que pone algo de su parte también, pero en estrecha y esencial dependencia de otro mediador más importante, que es el mediador principal».
Con relación a los efectos de la mediación existe la mediación dispositiva «que prepara la mediación»; la mediación perfectiva «que la realiza de hecho»; y la ministerial que aplica la mediación.
La Mediación de la Virgen: ontológica y dinámica; secundaria; y dispositiva, perfectiva y ministerial
Enmarcándola en las anteriores distinciones, la mediación de la Virgen Santísima es ontológica y dinámica; secundaria; y dispositiva, perfectiva y ministerial. Dejemos que Royo Marín nos lo explique.
En María se cumple la mediación ontológica «puesto que, por su maternidad divina, está colocada ontológicamente entre Dios y los hombres: inferior a Dios, pero muy superior a los hombres». Igualmente se cumple la dinámica, «puesto que realizó de hecho, asociada a Cristo Redentor, la corredención del mundo».
La Virgen realizó la mediación secundaria, «puesto que asoció sus dolores a la sangre de Cristo, contribuyendo secundaria y proporcionalmente a la redención del mundo», en lo que se llama técnicamente como una satisfacción de mérito redentor condigno proporcional (tema éste interesantísimo, para otras líneas). Y finalmente con relación de los efectos de la mediación, la Virgen bendita realizó la mediación «dispositiva antes de la encarnación, adelantándola con sus oraciones -como afirman gran número de Santos Padres- y alimentando y cuidando después, durante los 30 años de Nazaret, a la Divina Víctima». También realizó la mediación «perfectiva al pie de la cruz, porque con sus dolores inefables y con sus lágrimas de Corredentora realizó la mediación universal de una manera secundaria y esencialmente dependiente de la mediación principal». Asimismo, la Virgen realiza una mediación ministerial «en cuanto que, por divina disposición, aplica y distribuye a cada uno de nosotros todas y cada una de las gracias que recibimos de Dios», según fue tratado en nota anterior.
Por lo demás, el magisterio pontificio no ha tenido temor alguno en llamarla repetidamente «Mediadora». Por ejemplo, en la catequesis de Juan Pablo II del 24 de septiembre de 1997, el Papa polaco recordaba el texto atinente de la Constitución conciliar Lumen Gentium: «Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: «Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (Lumen gentium, 62)». (Cfr. http://www.franciscanos.org/jpabloII/jpiimediadora.html). Y así con casi todos los papas del siglo pasado.
La Virgen es un cofre riquísimo de tesoros, muchos aún ocultos a los hombres. Irlos ‘descubriendo’ será un elemento que nos una más a Dios, pues ese y no otro es su papel en la historia de la salvación.
Por Saúl Castiblanco
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