Río de Janeiro (Lunes, 22-04-2013, Gaudium Press) En el quincuagésimo Día Mundial de Oración por las Vocaciones, celebrado este IV Domingo de Pascua, 21 de abril de 2013, el mensaje papal nos invita a reflexionar sobre el tema «Las vocaciones señal de la esperanza fundada en la fe», «que bien se integra en el contexto del Año de la Fe y en el cincuentenario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II». Es un día especial para nosotros, pues llegan al Estado de Río de Janeiro los símbolos de la JMJ – la cruz peregrina y el ícono de Nuestra Señora. Es también para mí una época en que recuerdo tanto mi ordenación episcopal como también el inicio de mi ministerio en la Arquidiócesis de San Sebastián de Río de Janeiro.
Mons. Orani Tempesta |
Este domingo nos presenta la figura del Buen Pastor, que San Juan nos dejó en el capítulo décimo de su evangelio. Repleto de significado pascual, la figura del Buen Pastor conoce a sus ovejas y el Buen Pastor da la vida por sus ovejas (Jn. 10, 11). Sabemos que estas palabras fueron de nuevo confirmadas durante la pasión. Cristo ofreció su vida en la Cruz. Y lo hizo con amor. Sobre todo, deseó corresponder al amor del Padre, que amó de tal modo el mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que en Él crea no perezca, sino tenga la vida eterna (Jn. 3, 16). Cumpliendo «este mandamiento recibido del Padre» (Cf. Jn. 10, 18) y revelando Su amor. Lo afirma en el mismo discurso, cuando dice: Por esto el Padre me ama: porque doy mi vida para volver a tomarla (Jn. 10, 17). Nadie me saca (la vida); soy yo quien la doy por mí mismo. Teniendo poder para darla y para retomarla (Jn. 10, 18). Estas profundas palabras se refieren evidentemente a la Resurrección, y expresan toda la profundidad del misterio pascual.
Nuestro Señor Jesús es Buen Pastor porque da su vida al Padre de este modo: entregándola en sacrificio, la ofrece por las ovejas. Jesús reveló ese aspecto del amor del Buen Pastor: ofrecer la vida por las ovejas.
El Buen Pastor, una imágen familiar
La imagen del Pastor y del rebaño era familiar a la experiencia de sus oyentes, como no deja de ser familiar a la mentalidad del hombre contemporáneo. Incluso con el avance cibernético, esta imagen continúa todavía siendo actual en el mundo hodierno. Los pastores llevan las ovejas a los pastos y allá se quedan con ellas durante el verano. Las acompañan en los desplazamientos y las guardan para que no vayan por mal camino. De modo especial las defienden de los animales salvajes, pues «el lobo arrebata y dispersa las ovejas» (Jn. 10, 12).
El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente aquel que, «viendo venir el lobo», no huye, sino está listo para exponer la propia vida, luchando con el ladrón a fin de que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese listo para esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas (Jn. 10, 11).
La Iglesia es llamada a realizar este misterio, que siempre está para actuar entre Cristo y el hombre: el misterio del Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas. La Iglesia, que es el Pueblo de Dios, es, al mismo tiempo, realidad histórica y social, en que este misterio continuamente, y de diversos modos, se renueva y realiza. Y hombres diversos tienen su parte activa en esta solicitud por la salvación del mundo, por la santificación del prójimo, que es y no deja de ser la solicitud propia de Cristo crucificado y resucitado. Esta solicitud pastoral es, de modo especial, la vocación de los pastores: presbíteros y obispos.
Por eso, en este domingo del Buen Pastor, después de cincuenta años de la creación del Día Mundial de Oraciones por las Vocaciones, somos llamados a una animación todavía mayor de la Pastoral Vocacional y de los Ministerios Ordenados. Para la eficiente y consoladora solución del problema de las vocaciones, la Comunidad cristiana es llamada a orar; orar mucho, con confianza y perseverancia, no dejando, por otro lado, de promover convenientes iniciativas pastorales, y de ofrecer, especialmente por medio de las almas consagradas, un testimonio luminoso de vida, vivida en fidelidad a la divina vocación. Recemos insistentemente para despertar la divina llamada en el corazón de muchos jóvenes y en otras almas nobles y generosas, para mover a los vacilantes a una decisión, y mantener en la perseverancia a aquellos que hicieron su elección, dedicándose al servicio de Dios y de los propios hermanos. Dios conceda a todos comprender plenamente que la presencia, la calidad, el número y la fidelidad de las Vocaciones constituyen señal de la presencia viva y operante de la Iglesia en el mundo y motivo de esperanza para su futuro.
En este año de la Juventud y de la Fe, en particular para la Iglesia de Río de Janeiro, dirijo, por último, un apelo especial y cordial a los jóvenes. Queridos amigos, mirad para la figura del Buen Pastor – ideal de luz, de vida y de amor y – al mismo tiempo, considerad que nuestra época tiene necesidad de recuperar estos ideales. Si Cristo mira para vosotros con ojos de predilección, si os escoge y os llama a ser sus colaboradores, no dudéis un momento en decir – a imitación de la Virgen Santísima al Ángel – vuestro generoso «Sí». No os arrepentiréis; vuestra alegría será verdadera y completa, y vuestra vida aparecerá rica de frutos y de méritos, porque os tornareis con Él y por Él en mensajeros de paz, realizadores del bien y colaboradores de Dios en la salvación del mundo.
Imposible no recordar las Palabras del Papa Francisco en el Jueves Santo dirigidas a los sacerdotes: «esto os pido: sed pastores con el ‘olor de las ovejas’, que se sienta este -, ser pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres», recordando también: «Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que fuimos ungidos, lo renueve en nuestro corazón de tal modo que la unción llegue a todos, incluso a las ‘periferias’ donde nuestro pueblo fiel más la aguarda y aprecia. Que nuestro pueblo sienta que somos discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres y no buscamos otra identidad; y que él pueda recibir, a través de nuestras palabras y obras, este óleo de la alegría que nos vino a traer Jesús, el Ungido».
La conclusión del mensaje papal para esta jornada de oraciones nos sitúa en el clima de la JMJ que estamos preparando: «Deseo que los jóvenes, en medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, sepan cultivar la atracción por los valores, las metas altas, las opciones radicales por un servicio a los otros, siguiendo los pasos de Jesús. Amados jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer los caminos exigentes y corajudos de la caridad y del compromiso generoso. Seréis felices por servir, seréis testigos de aquella alegría que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar la razón de vuestra esperanza» (1 Ped 3,15).
¡Que a ejemplo de nuestro Buen Pastor, Cristo Señor, podamos continuar viendo a tantos jóvenes que, debido a la experiencia cristiana, se entregan al servicio del reino como consagrados y, por tanto, dando sus vidas para que las ovejas puedan estar y adentrar en el aprisco del Señor!
† Orani João Tempesta, O. Cist.
Arzobispo Metropolitano de San Sebastián de Río de Janeiro, RJ
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