Puerto Alegre (Miércoles, 24-04-2013, Gaudium Press) Mons. Dadeus Grings, arzobispo de Puerto Alegre, en Río Grande del Sur, en su más reciente artículo «Asistencia Social», habla sobre la caridad. El prelado afirma que la Iglesia de Cristo se distingue por tres dimensiones: la Iglesia de la Palabra, anunciando una Buena Nueva de la Salvación a la humanidad; la Iglesia de la santificación, transmitiendo vida divina a través de sus celebraciones y sacramentos, instituidos por Cristo; y la Iglesia de la Caridad, yendo al encuentro de los más necesitados, en la certeza de encontrar y socorrer en ellos al propio Cristo.
De acuerdo con el arzobispo, el gobierno habla de filantropía para caracterizar algunas entidades, incluyendo a la Iglesia, como altamente sociales, y concederles, por eso, ciertas facilidades y exenciones a fin de posibilitarles un mejor ejercicio de sus actividades, que al final son de su competencia, principalmente en el campo de la educación, la salud y la asistencia social.
«Se sabe que el Estado, por más que sus gobernantes tengan buena voluntad y se empeñen en este campo, no tienen corazón, o sea, no posee una mística de acción. Se restringe a la técnica. De ahí, en el decir de Péguy, todo comienza en la mística, o sea, con altos ideales de beneficencia, y termina en la política, que significa una administración técnica sin alma, que luego cansa y cae en la rutina. Para no decir que esclerosa», evalúa.
Mons. Dadeus entonces explica que la Iglesia tiene una mística que le proviene de Cristo, de atender niños y jóvenes, enfermos y pobres, ancianos y desamparados, a través de la educación, transmitiéndoles más que conocimientos técnicos, valores de vida. «Los lleva así a la felicidad y la realización personal así como a una convivencia familiar y comunitaria más sana. Los ampara en la salud, velando por los enfermos y apoyándolos en su sufrimiento, pero encima de todo, proporcionándoles esperanza, paz y seguridad, en una perspectiva que solo ella consigue transmitir, de eternidad».
Según el prelado, la Iglesia sabe que no basta educación y salud para promover el bien común y de cada uno. La Iglesia sabe que es también preciso saber convivir para ser feliz y sentirse realizado, y por eso se empeña en la promoción humana. «Se dice, con razón, que el pobre más pobre es quien no tiene alegría ni fe», completa.
Con relación a las obras sociales, el arzobispo resalta que desde sus principios la Iglesia está empeñada en esa cuestión, pues eso forma parte de su DNA. Él enfatiza que Cristo unió indisociablemente el amor a Dios y el amor al prójimo, mostrando que la fe en Dios providente y creador está relacionada a la fe en el mundo creado por él y a la fe en el hombre, hecho a su imagen y semejanza.
«Por eso el Cristianismo asume, como su símbolo máximo, la Cruz. Con el asta vertical que apunta a Dios, como transcendente a todo lo que existe en el mundo, y con el asta horizontal que indica al hombre, como inmanencia en el mundo. S. Benito concretó este símbolo en la Cruz y en el Arado, como oración y trabajo, cual binomio a caracterizar la vida cristiana», dice.
Por último, Mons. Dadeus destaca que la arquidiócesis de Puerto Alegre, además de las parroquias, donde se administran la catequesis, los sacramentos y se reúnen los fieles para la convivencia fraterna, dispone de una animación misionera para llevar la Buena Nueva de la Salvación a las personas que todavía se encuentran alejadas; y organiza diaconías para el ejercicio de la caridad, como coordinación de las pastorales sociales, que son muchas.
«Nos gustaría llegar, entre nosotros, a la verificación de la verdad de las comunidades cristianas primitivas, que garantiza que entre ellos no había necesitados. En verdad, también en la comunidad católica, no pasa hambre quien realmente participa de ella. Los cristianos en la fe no permiten. La solidaridad, basada en la fe en Cristo, lleva al compromiso social», concluye. (FB)
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