Lima (Lunes, 29-04-2013, Gaudium Press) A continuación sigue la nota enviada por la Oficina de Comunicaciones y Prensa del Arzobispado de Lima, sobre las palabras del Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo Primado del Perú, en la Fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del Episcopado Latinoamericano:
En el marco de la Fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, el Cardenal Juan Luis Cipriani reflexionó sobre la vida del santo y patrono del Episcopado Latinoamericano. «Fue un hombre muy piadoso y unido a Jesús», señaló en el programa Diálogo de Fe del sábado 27 de abril.
«Santo Toribio de Mogrovejo fue un hombre que estaba en contacto con la gente, que defendía las situaciones (sin hacer política) que iban contra la dignidad de los indígenas y al mismo tiempo procuraba una formación del clero. Él inicia el seminario que lleva su nombre en Lima. Fue una persona con una capacidad y ejemplaridad impresionante», mencionó el Arzobispo de Lima.
«Santo Toribio llega al Perú en un momento difícil en que los conquistadores abusan de la gente que hay aquí, en que el poder político abusa de su situación y en medio de esa crisis no se pone a pelear, se pone a trabajar: crea el seminario, visita al pueblo y al final de los años de su trabajo hay una Iglesia organizada», continuó.
En tal sentido, señaló que hombres como Santo Toribio son los que verdaderamente han ido haciendo la historia de la humanidad, del Perú, de la Iglesia y del desarrollo.
«Cuando han nacido hombres con honradez interior, sacrificados, serviciales, que buscan el bien común, que quieren abrir el terreno de la investigación, gente trabajadora, honesta y en este caso, un hombre muy piadoso y unido a Jesús, me llama a la reflexión el cambio que hicieron personas sencillas que se tomaban en serio su misión, como una lección para todos nosotros», refirió.
Como se recuerda, Santo Toribio de Mogrovejo Nació en Mayorga, España, en 1538. El Papa Gregorio XIII lo nombró arzobispo de Lima como sucesor de Jerónimo de Loayza. Durante su trabajo episcopal en Lima convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataron asuntos relativos a la evangelización de los indios. De esa histórica asamblea se obtuvieron importantes normas de pastoral, así como textos de catecismo en castellano, quechua y aymara (los primeros libros impresos en Sudamérica).
Santo Toribio visitó innumerables poblados de su amplio territorio, uno de los más extensos y difíciles del mundo. A las visitas pastorales dedicó 17 de sus 25 años de obispo. Santo Toribio no solo confirió la confirmación a Santa Rosa, sino también a San Martin de Porres. Celebró 13 sínodos y fundó el primer Seminario de América en Lima (1591).
En los últimos años se viene promoviendo en la Arquidiócesis de Lima una Cátedra de Santo Toribio de Mogrovejo, para dar a conocer más la vida del santo.
La misión del obispo y de la Iglesia
A ejemplo de Santo Torobio de Lima, el Cardenal Cipriani, recordó que la verdadera dimensión de los obispos es «su cercanía con Cristo y su cercanía con los demás. En esa tarea el obispo tiene que reflejar con se ejemplo la figura de Cristo».
«El Obispo debe ayudar a las personas en su alma, decirles una palabra de consejo, rezar delante del Santísimo, aconsejar a un sacerdote o a un joven seminarista», mencionó.
En tal sentido, a veces el Obispo, como lo hacía Santo Toribio, debe mostrar a los fieles las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
«La Doctrina Social de la Iglesia enseña que la persona humana tiene un valor en sí misma desde su concepción hasta la muerte natural. Y también enseña que se debe procurar la solidaridad, donde no se genera condiciones de vida adecuadas en salud, vivienda, y el Estado debe acudir unido a la entidad privada, para ayudar a ese ambiente donde no se abastece una solución», refirió.
«Vivamos preparándonos para la eternidad»
En otro momento, animó a los fieles a ir preparándose a la eternidad a través de la oración y la luz de la fe, dándole a la vida terrena una dimensión más espiritual.
«La fe es la luz para no robar, para no maltratar a los demás, para esforzarme cuando ya no tengo ganas de trabajar. La luz de la fe ilumina para que no se meta la basura en mi alma e ilumina el entendimiento», recordó.
«Por ello, la Iglesia nos va enseñando a prepararnos para el momento en que nos encontremos con Dios, como si fuera la final de la «Champions League», y la mejor manera es prepararte, no esperes el último momento, ¡entrénate! Como ejercicios te recomiendo que en la mañana te pongas delante de Dios y le encomiendes tu día con una oración breve, y en la noche, reflexiona sobre cómo te ha ido hoy en un breve examen de conciencia. Y a lo largo del camino en el tránsito de Lima, reza, aprovechemos esas circunstancias para encender la luz», culminó.
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