Belo Horizonte (Lunes, 29-04-2013, Gaudium Press) Ofrecemos a nuestros lectores una reseña de la próxima beata brasileña ‘Nhá Chica’, elaborada por el arzobispo de Belo Horizonte, Mons.
Walmor Oliveira de Azevedo:
El próximo día 4 de mayo, en Baependi, Minas Gerais, [Brasil], la Iglesia Católica celebra la beatificación de Nhá Chica, una hija de esclavos, mujer negra y pobre. Una conquista que no se alcanza por la posesión de títulos, ni simplemente por conocimientos técnicos, menos todavía por la garantía de alguna clase social o política. Se fundamenta en estatura admirable y medidas raras que solo caben en el corazón de los santos.
Estatura y medidas que solo pueden ser alcanzadas en el camino de la fe, por la singularidad de sobrepasar la lógica de la razón y por poseer una luminosidad más allá de la propia inteligencia. La grandeza de la fe, cultivada en el corazón de Nhá Chica, enmarcada por singular devoción a Nuestra Señora de la Concepción, hizo de la analfabeta una admirable sabia y consejera. Una sabiduría que perpetúa su memoria y comprueba su especial intimidad con Dios, ganando una perenne y especial fuerza de quien puede ocupar el lugar propio de intercesora.
Nhá Chica está en Dios y el camino para este lugar -ofrenda de Dios, el Padre, a todos sus hijos e hijas- es trillado por los que viven verdaderamente la experiencia de la fe, único medio que posibilita al frágil volverse fuerte, corrige los desajustes de lo humano y constituye un canal directo de diálogo con Dios. La experiencia auténtica de la fe llevó a Nhá Chica a superar sufrimientos y a tornarse hermana de todos, protectora de los pobres y referencia para muchos. Primera bienaventurada nacida en esta tierra tricentenaria, cuyas raíces más profundas generan cultura admirable por sus valores singulares y expresión de la fe del pueblo minero, un tesoro católico en el corazón de Brasil.
La lectura y meditación de la Carta a los Hebreos, en el capítulo once, permiten comprender mejor el alma de Nhá Chica, la bienaventurada, reconociéndola en el conjunto que reúne otros tantos santos y bienaventurados. Una genealogía que abarca figuras primarias de la fe bíblica como Abraham, Moisés, Jacob, Sara, Débora, muchos hombres y mujeres de gran y ejemplar estatura. Todos, con sus vidas, muestran que solo la fe garantiza el recorrido con victoria segura y produce la estatura de quien se perpetúa en la historia y en el corazón de muchos. La fiesta de la «Santa de Baependi», sobrepasando cualquier gran sentido de la importancia de una devoción o de creencia, es la consolidación de una lección a ser permanentemente practicada para hacer la diferencia y ayudar en la edificación de la vida sobre los pilares del amor.
La celebración de esa fiesta enriquece y perpetúa el tesoro de nuestra fe católica, invitando a cada uno a inspirarse en este ejercicio de fe. Es el mismo transcurso seguido por los que ganaron la condición de patriarcas, profetas, mártires, santos, amigos de Dios, ciudadanos y ciudadanas con las marcas de la eternidad, comprometidos con la vida y con la justicia. Ese ejercicio es el que, por la fe, posibilita una importante certeza: las cosas visibles provienen de aquello que no se ve.
Nhá Chica ofreció sus sacrificios sin lloriqueos y los convirtió en ofrendas agradables que se transforman en frutos de bien. Su simplicidad es transformada en sabiduría porque, como registra el referido capítulo de la Carta a los Hebreos, permite la comprensión de que sin la fe es imposible agradar a Dios. Quien a Él se aproxima debe creer que Él existe y recompensa a los que lo buscan. En la estatura simple de Nhá Chica, su experiencia de fe lanzó como en Noé «el tomar en serio» la promesa divina, la obediencia amorosa que impulsó a Abraham haciéndolo partir confiado para una tierra que debería recibir como herencia. En ella, pobre sin letras y sin poder, como en Sara, la estéril, es manifestada la fuerza del amor de Dios por una admirable capacidad de hacer el bien en vida y después de la muerte. Por la fe, Jacob se postró en adoración y Nhá Chica vivió adorando, especialmente los viernes, tocada por los sufrimientos redentores de su Señor. Por la fe, José recordó, ya al final de la vida, del éxodo de los hijos de Israel y Nhá Chica continúa recordándose de todos nosotros. También por el camino de la fe, Moisés prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios y Nhá Chica escogió ser consejera y protectora de aquellos que son desafiados por los sufrimientos. Su beatificación enseña a todos nosotros que la fe es el tesoro mayor.
Mons. Walmor Oliveira de Azevedo
Arzobispo metropolitano de Belo Horizonte
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