Redacción (Jueves, 09-05-2013, Gaudium Press) «Cuando me siento débil entonces es que soy fuerte». Pensando sobre este pasaje la primera impresión que nos asalta es la de contradicción. ¿Cómo puede ser que, en el momento en que siento mi insuficiencia, mi debilidad, solamente de esta forma es que soy fuerte?
En la vida de todos los días, verificamos que muchos de nuestros quehaceres no alcanzan la meta esperada o, si la alcanzan, no producen el efecto que deseábamos. Cualquiera de nosotros al sentir, constantemente, este peso de las dificultades tendría ganas de abandonar el deber. Pero si analizamos todo lo que ocurre en nuestra vida con ojos sobrenaturales, acabamos entendiendo que nada es por acaso, o fruto de un destino.
Cuando todo parezca perdido y sin esperanzas, debido a nuestra contingencia, qué alegría tenemos que cargar en nuestras almas y manifestar en nuestras vidas. Este es el modo propio de la Providencia tratar a los que Ella ama. Sí, Ella permite que, por medio de las capacidades naturales, las cualidades, los esfuerzos empleados, no siempre obtengamos el resultado deseado, para que así nos reconozcamos contingentes y necesitados de auxilio.
A partir de una percepción de que nada de bueno podemos hacer sin la ayuda de la Providencia, comenzamos nuestra caminata rumbo a la verdadera fuerza, la del alma. Exactamente a través de este principio, el cual es un excelente medio para adquirir la humildad, podemos unirnos más intensamente con Dios.
De esto podemos retirar una gran lección de moral. Quien con sus capacidades juzga innecesarias todas las formas de ayuda, muy especialmente de la Gracia, este, por su orgullo, se torna el más débil de todos. Pero, cuánta bondad, este es el primer paso para reconocerse pecador, miserable y contingente.
Cuando sentimos -diariamente todos sentimos- esta nuestra insuficiencia, no perdamos la confianza, sino recordemos siempre que Dios quiere auxiliarnos, y que «cuanto mayor sea tu miseria, cuanto menos sólida tu virtud, tanto más necesidad tienes de Él; y, cuanto más estrechamente te apegares a Dios, más hará por ti». (José Tissot. Arte de aproveitar-se das próprias faltas: segundo São Francisco de Sales. 5. ed. Petrópolis: Vozes, 1964, p. 83)
Daniel Zehnpfennig – Gaudium Press
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