Redacción (Viernes, 17-05-2013, Gaudium Press) El Arzobispo Emérito de Uberaba, estado de Minas Gerais – Brasil, Mons. Aloísio Roque Oppermann scj, escribió un artículo recientemente publicado en la Radio Vaticana. El prelado trata sobre la comunicación del hombre con Dios a través de la oración. Lea abajo el artículo íntegro:
Se cuenta que Kant, el filósofo más influyente de los últimos 200 años, reconocía la inteligencia superior, presidiendo la armonía de todo el universo. Pero declaró que, si fuese «golpeado» por alguien, dedicándose a la oración, se sentiría avergonzado. He aquí alguien que no descubrió el Dios-persona, el amigo que puede ser encontrado en lo más profundo de nuestro yo. Se trata de un huérfano, que se siente apenas ligado a la familia humana, pero no sabe que el Creador lo invitó a formar parte de la familia divina. Eso llevó a la humanidad a ponerse en resistencia contra el diálogo con la divinidad. Una persona emancipada es tentada a no rezar. Un líder no se arrodilla, dicen
Imagina que tiene en las manos la solución de los problemas. No precisa apelar a nadie para abrir caminos. Pero el buen Padre no los abandona. «Cristo murió también por los pecadores» ( Rom 5, 6).
Es más que seguro que el ser humano no debe esperar las cosas caer del cielo, como dádiva. Pura concesión. La orientación que recibió es otra. «Mano trabajadora mandará; mano perezosa servirá» (Prov 12, 24). Es preciso creer en sí y poner manos a la obra, con gusto e inteligencia. Pero de ahí a abandonar la oración, como innecesaria, va una distancia absurda. El ser humano, dentro del universo visible, es el único que tiene capacidad de entrar en comunicación con el Ser Superior. Esa actitud benevolente con el «Padre Justo», es capaz de llenar el alma. Da una sensación de plenitud. Pero no tiene vínculo necesario con la consolación interior, tener el corazón embriagado de alegría. Las personas que aprendieron a orar, no buscan dulzuras. Sino que son inclinadas a ser personas que aman la justicia y la verdad, y no se subordinan a que otras personas sean agraviadas. También el verdadero orante tiene fortaleza de ánimo, sabe dónde quiere llegar, y no se deja abalar por barreras y maquinaciones. Y finalmente – es siempre la Maestra Santa Teresa que lo enseña – quien descubrió el valor de la oración se torna una persona humilde, abandona cualquier arrogancia, y sabe evaluar los puntos de vista de los más humildes. Nosotros todos debemos llegar al punto de apreciar la oración como una respiración del alma. «Maestro, enséñanos a orar» ( Lc 11, 1).
Deje su Comentario