Macerata (Sábado, 18-05-2013, Gaudium Press) Mons. Claudio Giuliodori, Administrador Apostólico de Macerata, clausuró formalmente el pasado 10 de mayo la fase diocesana del proceso de beatificación del Siervo de Dios P. Matteo Ricci, un sacerdote jesuita que jugó un importante papel en la llegada del cristianismo a China. «La Iglesia está en deuda con el Padre Matteo Ricci», comentó el prelado, quien reabrió la causa de beatificación en 2010, cuando se conmemoraron los 400 años de su muerte.
Estatua del P. Mateo Ricci, en Beijing. |
El Obispo comentó la importante labor del sacerdote jesuita en la extensión de la Buena Noticia en China, quien consiguió ser el primer occidental en ser invitado a la Ciudad Prohibida, convirtiéndose en consejero de la corte sobre Europa y su cultura. En esta labor pudo exponer la fe en uno de los ambientes de misión más desafiantes de su época.
El Siervo de Dios nació en 1552 en Macerata, Italia, y murió en Pekín, China, en 1610. En Italia recibió una notable formación y fue enviado como misionero a las Indias a la edad de 25 años. Su primer destino fue Goa, pero a los 30 años consiguió establecerse en el Sur de China. Su mayor objetivo era poder exponer la fe católica al emperador, con la esperanza de conseguir la conversión del imperio. Su llegada a la capital fue obtenida sólo nueve años antes de su muerte y pese a permitirse su residencia en la Ciudad Imperial, nunca obtuvo la implorada audiencia con el emperador.
Sin embargo, a través de su contacto con notables figuras de la sociedad china pudo discutir sobre la filosofía y la fe cristianas y obtuvo la coversión de varias notables figuras del Imperio. Su notable cultura y trabajo académico (compiló el primer diccionario chino – portugués y era notable en matemáticas, música, cartografía y astronomía) le ganó un gran respeto en la corte, el cual empleó para extender la fe en cuanto le era posible. En 1603 escribió un libro titulado «El verdadero significado del Señor de los Cielos», que no era otra cosa que un catecismo en forma de diálogo con un monje budista.
A su muerte los oficiales de la corte y la comunidad de Jesuitas obtuvieron el permiso de que fuera enterrado en la Ciudad Imperial, donde se presume que continúan sus restos. Antes de fallecer, el Siervo de Dios dijo a sus compañeros jesuitas: «Les dejo una puerta abierta a grandes méritos, pero no sin muchos peligros y labores». La Evangelización de China y las tensiones entre el régimen socialista y la Santa Sede aún representan uno de los mayores desafíos para la Iglesia Universal.
A la ceremonia de clausura de la fase diocesana del proceso de beatificación asistió el Arzobispo chino Mons. Savio Hon Tai Fai, Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. El prelado destacó la figura del Siervo de Dios como un «pionero excepcional del intercambio intercultural y un ejemplar misionero para la Evangelización».
Con información de UCA News y Thinking Faith.
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