Ciudad del Vaticano (Miércoles, 22-05-2013, Gaudium Press) Comunión y fuerza para la misión: en esas dos expresiones se puede resumir la Catequesis de hoy del Santo Padre, a los miles de fieles que lo acompañaron en la Plaza de San Pedro en la audiencia general. Y el Papa reafirmó también la fundamentalidad de la oración.
Foto: Radio Vaticano |
Insistiendo en su enseñanza sobre la venida del Paráclito a los apóstoles, el Pontífice manifestó la íntima relación que hay entre la existencia y acción del Espíritu Santo y la de la Iglesia: «Hay una conexión profunda entre estas dos realidades de la fe: es el Espíritu Santo, de hecho, quién da vida a la Iglesia, guía sus pasos».
«¿Quién es el verdadero motor de la evangelización en nuestra vida y en la Iglesia? Pablo VI escribía con claridad: ‘Es él, el Espíritu Santo que, hoy como al principio de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deje poseer y conducir por Él, que le sugiere las palabras que a solas no podría encontrar, disponiendo a la vez la preparación de la mente de quien escucha para que sea receptivo a la Buena Nueva y al Reino anunciado’ «, explicó el Papa repitiendo al Papa Montini.
El Papa Francisco destacó del relato de Pentecostés el entendimiento de la multitud que escuchaba las palabras de los Apóstoles, pues «esta transformación obrada por el Espíritu Santo se refleja en la multitud que acudió al lugar y que provenía ‘de todas las naciones que hay bajo el cielo’, porque todo el mundo escucha las palabras de los apóstoles, como si estuvieran pronunciadas en su propia lengua».
«Éste es un primer efecto importante de la acción del Espíritu Santo que guía y anima el anuncio del Evangelio: la unidad, la comunión. En Babel, según la Biblia, había comenzado la dispersión de los pueblos y la confusión de las lenguas, como resultado del acto de soberbia y de orgullo del hombre que quería construir con sus propias fuerzas, sin Dios, «una ciudad y una torre cuya cúspide llegara hasta el cielo «(Génesis 11:04). En Pentecostés, estas divisiones se superan. Ya no hay orgullo con Dios, ni cerrazón entre unos y otros, sino apertura hacia Dios: el salir para anunciar su Palabra: una nueva lengua, la del amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones (cf. Rom 5,5), una lengua que todos pueden entender y que, una vez acogida, puede expresarse en cualquier vida y en todas las culturas. La lengua del Espíritu, la lengua del Evangelio es la lengua de la comunión, que invita a superar la cerrazón y la indiferencia, divisiones y conflictos».
Coraje y oración
En un segundo punto el Pontífice ahondó en el especial coraje de los apóstoles para proclamar el Evangelio, tras la llegada del Paráclito: «Pedro, lleno del Espíritu Santo, se pone de pie «con los once» y «en voz alta» (Hechos 2:14), «con confianza» (v. 29) anuncia la buena nueva de Jesús, que dio su vida por nuestra salvación y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Éste es otro efecto de la acción del Espíritu Santo: el coraje de proclamar la novedad del Evangelio de Jesús a todos, con franqueza (parresia), en voz alta, en todo tiempo y en todo lugar. Y esto ocurre incluso hoy para la Iglesia y para cada uno de nosotros: del fuego de Pentecostés, de la acción del Espíritu Santo, se desprenden siempre nuevas energías de misión, nuevas formas para proclamar el mensaje de la salvación, nuevo valor para evangelizar».
«¡No nos cerremos nunca a esta acción! ¡Vivamos con humildad y valentía el Evangelio!», insistió el Papa.
Finalmente, el Para subrayó que para recibir en plenitud la acción del Espíritu Santo, es indispensable una actitud de oración, a ejemplo de la Virgen y los Apóstoles en el Cenáculo: «Menciono sólo un tercer elemento -dijo el Papa-, que, sin embargo, es particularmente importante: una nueva evangelización, una Iglesia que evangeliza debe comenzar siempre con la oración, con el pedir, como los Apóstoles en el Cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. Sólo la relación fiel e intensa con Dios permite salir de la propia cerrazón y anunciar el Evangelio con parresia. Sin la oración nuestras acciones se convierten en vacío y nuestro anunciar no tiene alma, no está animado por el Espíritu».
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