Redacción (Jueves, 23-05-2013, Gaudium Press) ¿Para Nuestra Señora no es gloria mayor ser Madre de Dios? ¡Es claro! ¿Para Ella no es gloria mayor ser co-Redentora del género humano? ¡Es claro! ¿Para Ella no es gloria mayor haber sido concebida sin pecado original? ¡Es claro! ¿Por qué, entonces, Nuestra Señora Auxiliadora? ¿Por qué tanta insistencia en torno de esta invocación: Nuestra Señora Auxiliadora?
Se comprende, pues Ella, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre, está permanentemente dispuesta a ayudarnos en todo aquello que nosotros precisamos. San Luis María Grignion de Montfort tiene una expresión que parece exagerada, pero que está absolutamente dentro de la verdad: si hubiese en el mundo una sola madre reuniendo en su corazón todas las formas y grados de ternura que todas las madres del mundo tendrían por un hijo único, y esa madre tuviese un solo hijo para amar, ella lo amaría menos que Nuestra Señora ama a todos y cada uno de los hombres.
De manera que Ella de tal modo es Madre de cada uno de nosotros y nos quiere tanto a cada uno – por desvalido que sea, por desencaminado que esté, por espiritualmente cojo que sea – que cuando cualquier hombre se vuelve a Ella, el primer movimiento de Ella es un movimiento de amor y de auxilio. Porque Nuestra Señora nos acompaña antes incluso de dirigirnos para Ella. Ella ve nuestras necesidades y es por su intercesión que nosotros tenemos la gracia de dirigirnos a Ella. Dios nos da la gracia de volvernos hacia Ella, nosotros nos volvemos y la primera pregunta de Ella es: «¿Hijo mío, qué quieres?»
Pero nosotros tenemos dificultad en tener esto siempre en vista. ¿Por qué?
Porque nosotros no vemos, y, en nuestra miseria, muchas veces somos de aquellos que no creen porque no ven. Nosotros olvidamos. No dudamos, pero olvidamos, nos sentimos tan desplazados que decimos: «¿Pero será realmente? Después, me sucedió esto, me ocurrió aquello, me sucedió aquello otro, yo pedí a Ella y no fui atendido: ¿por qué voy a creer que ahora seré socorrido? Madre de Misericordia… para mí, a veces sí, pero a veces no… En esta próxima prueba, ¡¿por qué confiar que seré socorrido, oh Madre de Misericordia?!»
Es en esas horas, más que nunca, que debemos decir: «¡Nuestra Señora Auxiliadora de los cristianos, rogad por nosotros!» En las horas en que nosotros no comprendemos, no tenemos noción de lo que va suceder, nosotros debemos repetir con insistencia: «¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!» Porque para todo caso hay una salida. Nosotros a veces no vemos la salida que Nuestra Señora dará al caso, pero Ella ya está dando una salida monumental.
Por todas las especiales razones anteriores, nosotros debemos repetir siempre: «¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!» Nuestra insuficiencia proclama la victoria de Ella, canta la gloria de Ella. Por eso, esta oración debe estar en nuestros labios en todos los momentos: «¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros!» Recemos, por tanto, «¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!» en todas las circunstancias de nuestra vida, y nuestra vida acabará tal que, a la hora de morir, cuando nosotros estemos en el último aliento y todavía digamos «Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos», de ahí a poco el Cielo se abrirá para nosotros.
Por Monseñor João Clá Dias, EP
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María Auxiliadora
María Auxilio de los Cristianos: hasta parece un pleonasmo. Sí, porque aquello que Nuestra Señora más se dispone a hacer es ayudar.
Atrás de la invocación del nombre de María siempre viene implícita la certeza de que la súplica será atendida. Sabemos que ella auxilia a los Cristianos. Y ese auxilio Ella lo ofrece como Reina, usando su omnipotencia suplicante y como Madre, siempre deseando amorosamente lo que hay de mejor para sus hijos.
Auxiliadora de los cristianos
Auxiliadora de los Cristianos, es un título más que fue agregado a aquellos que Nuestra Señora ya tenía en las oraciones de los fieles.
Él honra, alaba, glorifica y fue instituido para comprobar las innúmeras virtudes de María y la plenitud de gracias con que fue favorecida.
Esta invocación mariana encuentra sus raíces en el año 1571, cuando Selim I, emperador de los turcos, después de conquistar varias islas del Mediterráneo, lanzó su mirada de codicia sobre Europa.
Delante de la inercia de las naciones cristianas, el Papa San Pío V resolvió organizar una poderosa escuadra para salvar a los cristianos de la esclavitud musulmana. Y para eso invocó el auxilio de la Virgen María. Don Juan de Austria fue quien comandó las tropas cristianas.
El Papa había enviado al Príncipe un estandarte bordado con la imagen de Jesús crucificado y la recomendación de que pidiesen la protección, el auxilio de Nuestra Señora. La preparación de los soldados para la batalla consistió en tres días de ayunos, oraciones, recitación del rosario y procesiones, suplicando a Dios la gracia de la victoria. El enemigo era superior en número. Después de recibir la Santa Comunión, partieron todos para la batalla.
El día 7 de octubre de 1571, invocando el nombre de María, Auxilio de los Cristianos, los combatientes católicos trabaron dura y decisiva batalla en las aguas de la región denominada Lepanto. Después de horas de violentos combates cuando, en varios momentos, la derrota parecía inminente, vino la victoria…
Fue una victoria obtenida en una atmósfera cargada de religiosidad. Los gritos de «Viva María» eran escuchados con tanto fervor e intensidad que cubrían los gritos de guerra de los enemigos y ocultaban los ruidos de las olas del mar. Narran las crónicas de los derrotados que una «hermosa señora» fue vista en el cielo y que su mirada fulminante esparcía pánico entre ellos y alimentaba el ánimo y disposición de lucha de los cristianos.
Era Nuestra Señora auxiliando a los cristianos.
A partir de ahí el Papa agregó en la letanía de Nuestra Señora la invocación: Auxiliadora de los Cristianos. Con eso él quería demostrar su gratitud por la victoria obtenida. Una victoria alcanzada gracias al auxilio e intercesión de Nuestra Señora, en un momento difícil, en una hora en que el mundo cristiano necesitaba mucho de ese auxilio.
Fue ahí entonces que nació y fue oficialmente instituida por la Iglesia esa linda invocación que… parece pleonástica.
La fecha de la conmemoración
¿Cuándo debería ser la conmemoración de la invocación de Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos? Como vimos, la invocación «Auxilio de los Cristianos», surgió en el año 1571, por ocasión de la Batalla de Lepanto. El día de la fiesta de María Auxiliadora solo fue definida mucho más tarde, en el año 1816, por el Papa Pío VII para perpetuar el recuerdo de otro hecho que certifica la intercesión de la Santa Madre de Dios.
Pío VII |
El Papa había negado la anulación del casamiento del hermano de Napoleón I, Emperador de Francia. Esto sirvió de pretexto para que el Emperador invadiese los Estados Pontificios y ocupase Roma. Napoleón fue excomulgado por el Papa. Para vengarse, él secuestró y llevó preso a Francia al Vicario de Cristo que, en el cautiverio, pasó por humillaciones y vergüenzas de todo orden, por cinco años.
Todavía en la prisión, movido por ardiente fe, el Papa recurrió a la intercesión de María Santísima, prometiendo coronar solemnemente la imagen de Nuestra Señora de Savona luego que fuese liberado.
Fue entonces que Nuestra Señora actuó: el clamor del mundo católico forzó a Napoleón a ceder. El Papa fue liberado inmediatamente y él fue a cumplir la promesa hecha.
En el día 24 de mayo de 1814, Pío VII entró solemnemente a Roma. Recuperó su poder, los bienes eclesiásticos fueron restituidos y Napoleón fue obligado a firmar la abdicación en el mismo palacio donde había aprisionado al Santo Padre. En agradecimiento a la Santa Madre de Dios, el Papa Pío VII creó la fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora, fijándola en el día de su entrada triunfal a Roma.
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