Medellín (Lunes, 27-05-2013, Gaudium Press) La procesión de ayer por las calles de Medellín fue el inicio de una serie de celebraciones que vendrán en honor de la primera santa de Colombia, la Madre Laura Montoya Upegui, canonizada el pasado 12 de mayo. La ceremonia de ayer por las calles de la capital antioqueña, conmemoraba también el natalicio de Santa Laura, quien nació un 26 de mayo hace 139 años.
Los restos de la fundadora de la Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena salieron de su santuario en Belencito rumbo a la sede del gobierno municipal, para posteriormente ser trasladados hasta la Catedral metropolitana. Ellos eran portados en un carruaje tirado por caballos, de inicios del S. XX.
En el Santuario de la Madre Laura en Belencito, cayó sobre sus restos una lluvia de pétalos de rosa. Y durante todo el trayecto, las flores y confeti acompañaron desde el cielo el cortejo de homenaje. A esto se sumaba sobretodo la lluvia de gracias reflejada en la piedad de las personas que acompañaban la procesión.
En la sede administrativa local, en la Alpujarra, la Santa antioqueña fue objeto de homenajes civiles, militares y de la comunidad indígena, que tanto fue beneficiada del apostolado de la Santa. Allí, un concierto de la Red de Escuelas de Música, también tuvo lugar.
Desde la sede de la Alpujarra hasta la Catedral, la procesión fue presidida por el Arzobispo de la ciudad, Mons. Ricardo Tobón Restrepo, el Alcalde de Medellín Aníbal Gaviria, y la superiora de las hermanas ‘Lauritas’ (como se conoce a la comunidad fundada por la Santa), Hna. Ayda Orobio Granja. La muy amplia catedral de Medellín fue insuficiente para atender a todos los peregrinos que rendía homenaje a la santa; no había verdaderamente espacio libre, y varios sugirieron un mayor espacio para próximos eventos.
Acerca de la veneración de las reliquias, el Arzobispo Tobón Restrepo expresó que al homenajear los restos de un santo «no se puede perder de vista un elemento esencial de nuestra fe, que es la resurrección. El espíritu es más importante que el cuerpo. Las reliquias nos dicen que esa persona que ha sido santificada es de nuestra condición humana».
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