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La Eucaristía transforma la debilidad en esperanza: Obispos argentinos celebran Corpus Christi

Buenos Aires (Martes, 04-06-2013, Gaudium Press) La Iglesia en Argentina celebró la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo el pasado domingo 02 de junio. Los Obispos en cada una de sus diócesis impartieron enseñanzas sobre este sacramento en el contexto del Año de la Fe e hicieron un llamado a imprimir en todos los aspectos de la vida cristiana la gracia presente de modo extraordinario en la Eucaristía.

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Procesión Eucarística en Salta. Foto: El Tribuno.

El Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Mario Poli, definió la solemnidad de Corpus Christi como un encuentro con Jesús resucitado, presente en la Eucaristía, para celebrarlo y anunciarlo a los demás. El prelado motivó a los fieles a disponerse adecuadamente para que Él «con su delicada visita encuentre corazones bien dispuestos a recibir semejante gracia y a dejarse transformar en sus misioneros».

Mons. Poli destacó la necesidad de la entrega personal a Cristo, como los cinco panes y los dos peces de la multiplicación relatada en el Evangelio. A pesar de las limitaciones personales, «Él lo toma igual y lo multiplica hasta sorprendernos», comentó. De la misma forma como lo hizo en el milagro, Jesús pone sus dones, la Eucaristía, en manos de la Iglesia para saciar el hambre de las personas, explicó el Arzobispo.

De la fragilidad a la esperanza

Por su parte, Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, recordó el texto litúrgico «este es el sacramento de nuestra fe», para explicar la importancia de la Eucaristía en la vida cristiana. «La Eucaristía es «fuente y culmen» de la vida cristiana, porque en ella la Iglesia celebra a Cristo que ha querido quedarse como signo de comunión con Dios y entre nosotros», recordó el prelado. «La Eucaristía, como alimento, es el sacramento que mantiene el nivel de esa vida nueva adquirida en el bautismo y madurada en la confirmación».

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Mons.  José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, en la Adoración Eucarística campal. Foto: Diego Scapino. 

Mons. Arancedo profundizó en la voluntad de Cristo de permanecer de forma sacramental en medio de su Iglesia. «En la Eucaristía llega a su cumbre la historia del amor de Dios, que ha creado y redimido al hombre. No recordamos un hecho del pasado, celebramos su presencia actual», predicó el Arzobispo. «Desde Ella nuestro tiempo dominado por el cansancio y la fragilidad se convierte en tiempo de esperanza, porque nos hace participar del tiempo definitivo de la Pascua de Cristo».

La Eucaristía, afirmó el prelado, ilumina y da sentido a la realidad del cristiano, crea el vínculo de hermandad y caridad entre los creyentes y actualiza la fe en cada uno de los aspectos de la vida. «Esto vale tanto para el político cristiano, como para el empresario, el docente, el trabajador, la familia o los jóvenes», comentó. «La eucaristía nos debe hacer tomar conciencia de que todo debe estar iluminado por Cristo».

La Eucaristía transforma la persona y el mundo

«Dios no abandona a su pueblo», predicó el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, quien afirmó que el relato de la multiplicación de los panes y los peces es una muestra de la preocupación de Cristo por sus fieles. «Jesús renueva el cuidado misericordioso de Dios alimentando a la multitud que lo seguía», comentó. «San Lucas, al narrar la escena, quiso señalar que los gestos de Jesús al tomar el pan, bendecirlo, partirlo y entregarlo, fueron los mismos que empleó en la última Cena para instituir la eucaristía. (…) Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros, para nuestra salvación, se nos da a comer para asimilarnos a él, para hacernos un espíritu con él y dotarnos de una nueva existencia que proviene del Espíritu Santo».

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Procesión Eucarística de Corpus Christi. Foto: AICA.

El milagro de la presencia de Cristo en multitud de Hostias consagradas alrededor del mundo expresa que, «más allá del espacio y del tiempo, vencedor de esas fronteras, el Señor tiene el poder de comunicarse y entregarse», explicó Mons. Aguer. También destacó las diversas manifestaciones de la adoración de la Iglesia al Santísimo Sacramento, desde la oración personal y la comunión sacramental y espiritual, hasta las manifestaciones públicas de la fe, como las procesiones eucarísticas de Corpus Christi. «La conciencia y la vivencia de la adoración a Cristo, presente en el sacramento de su cuerpo, tienen que inspirar las múltiples formas del servicio cristiano, de cada cristiano y de las comunidades que forman la Iglesia, al hombre y al mundo de cada época.

«La transformación real del pan en el cuerpo del Señor es la fuente de nuestra transformación, ahora espiritual y un día, según nuestra esperanza, en la resurrección de la carne», expuso el Arzobispo; «es fuente también de la transformación del mundo, de todo lo creado, en nuevos cielos y nueva tierra. En la eucaristía se hace presente la realidad verdadera y definitiva, objeto de nuestra fe, que nos permite mirar y valorar cristianamente, a partir de ella, todo lo que existe».

Con información de AICA.

 

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