viernes, 22 de noviembre de 2024
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En la catequesis de la Audiencia General el Papa habla del Pueblo de Dios como fermento en el mundo

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 12-06-2013, Gaudium Press) El Pueblo de Dios, su origen, su integración en él, su misión y su trascendentalidad: estos fueron los temas fundamentales tratados por el Papa Francisco en la catequesis desarrollada hoy en la Plaza de San Pedro, ante multitud de peregrinos.

«¿Cómo se convierte en miembro de este pueblo?» de Dios, se preguntó didácticamente el Pontífice. Y respondió: «No es a través del nacimiento físico, sino por medio de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios (cf. Juan 3:3-5). Es a través del Bautismo que nosotros somos introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida».

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Foto: Radio Vaticano

El Santo Padre continuó con las preguntas catequéticas, buscando mover la conciencia de los fieles: «¿cómo puedo hacer crecer la fe que he recibido del Bautismo?; ¿cómo hago crecer esta fe que yo he recibido y que el pueblo de Dios tiene?; ¿cómo hago para hacerla crecer?»

La Ley que debe gobernar al pueblo de Dios es la caridad: «. ¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (cf. Jn 13,34). Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o algo vago, sino que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano».

Este Pueblo, viviendo en caridad está llamado a cumplir una altísima misión: «La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina».

Y en el cumplimiento de su misión, el destino eterno del Pueblo de Dios también se halla a la vista: «¿Cuál es el objetivo de este pueblo? El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cf. Lumen Gentium, 9). El fin entonces es la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida. ¡Aquella alegría plena!». Entretanto, viviendo desde esta tierra en el amor de Dios, la Iglesia Pueblo de Dios, deberá ser ya el «lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio»

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