Harissa (Lunes, 17-06-2013, Gaudium Press) Con una Eucaristía y un Acto de Consagración celebrados en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Líbano y en todas las parroquias del país, el Patriarca católico maronita, Cardenal Bechara Boutros Rai, junto a los Patriarcas católicos de Medio Oriente consagraron Líbano y Medio Oriente al Inmaculado Corazón de María el pasado domingo 16 de junio. La notable fórmula de la Consagración hizo alusión al papel de Medio Oriente en la historia de la salvación, imploró la ternura maternal de la Madre de Dios y la gracia de dar testimonio y «soportar la cruz del dolor» en una región cada vez más difícil para los cristianos.
Nuestra Señora de Líbano, imagen que desde la cima de la montaña domina el paisaje de la ciudad de Harissa y en cuyo Santuario se llevó a cabo la Consagración de Oriente Medio. Foto: Hellimli. |
En el texto de la Consagración, la Iglesia pidió a la Santísima Virgen su protección maternal ante las amenazas de «la violencia, el extremismo, la confusión y turbulencia, la pérdida de significado de la dignidad de los seres humanos y la violación de sus derechos, libertad e integridad». El clamor por la paz en la región pidió también para los creyentes la gracia de «dar testimonio de los valores humanos y cristianos en nuestra vida familiar, social y nacional» para transformar la región en una civilización que «eleve la persona humana a la escucha y mayor obediencia a Dios».
La oración encomendó a Líbano y Medio Oriente a la maternidad espiritual de la Santísima Virgen como el lugar de cumplimiento de plan de salvación de Dios y de nacimiento de la Iglesia y pidió para los fieles ser aceptados bajo su patrocinio. «Ora por nosotros
, para que podamos vivir los requerimientos plenos de esta consagración, arrepintiéndonos de esta forma de nuestros pecados, escuchando la Palabra de Dios la cual es nuestra fuente de vida y renovando nuestro amor a Dios a través de aceptar su voluntad y a través del amor a nuestros prójimos expresados en el acto de reconciliación y coexistencia pacífica en un espíritu de hermandad».
Las peticiones de la Iglesia en Oriente Medio
El Acto de Consagración incluyó varias súplicas puntuales que marcan claramente las características del testimonio que la Iglesia debe dar en la región. «Que los seres humanos estén abiertos a Dios y a cumplir su voluntad», fue la primera súplica, «y así trabajar por el bien de toda la humanidad y contribuir en la construcción de la paz».
La segunda súplica pidió para los cristianos fidelidad y compromiso «en nuestras palabras y acciones, a través del amor y la reconciliación, el servicio y el sacrificio». Éste último fue destacado en la tercera súplica, lamentablemente actual para los creyentes de la región: «Que carguemos la Cruz del dolor en nuestros cuerpos y almas, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, y enfrentemos los desafíos y las adversidades con paciencia y esperanza», imploraron los consagrantes.
En el Acto de Consagración también se pidió la asistencia de Dios para los Obispos, el clero, los religiosos y laicos de la región para el cumplimiento de su misión. También se pidió la «preservación de la santidad en la unión del matrimonio», el testimonio de vida cristiana en las familias y el respeto de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Los católicos también imploraron «por la paz en los corazónes, las familias y las comunidades (…) para que la dignidad, los derechos, las libertades civiles y religiosas y la integridad de cada persona sean preservados». También pidieron por las autoridades políticas y su trabajo por el bien común, el fin de la violencia y la división y el retorno de Dios como prioridad en la vida de los fieles.
El profundo sentido de la Consagración
La Iglesia recordó en la propia fórmula de Consagración al Inmaculado Corazón de María que esta es una forma de consagrarse por completo a Dios, «a través de la acción del Espíritu Santo, siguiendo el ejemplo de su único Hijo quien se consagró a Su Divino Padre y fue fiel a Él en todos sus actos y enseñanzas, para la salvación de la humanidad».
«Madre de Dios y Señora del Líbano, llena de santidad, intercede por nosotros, para que aceptemos en nuestro país y nuestro Oriente las gracias que Dios ha concedido al mundo (…)», concluyó el Acto de Consagración » para que contigo y a través de Ti elevemos el himno de gloria y alabanza a la Santísima Trinidad que te ha escogido a Ti: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Amén».
El Acto de Consagración tuvo lugar en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Líbano y contó con la presencia del Presidente de Líbano, Michel Suleiman, y del Primer Ministro designado del país, Tammam Salam. Durante los 40 días previos al Acto, una imagen de la Santísima Virgen peregrinó por todas las parroquias de la nación como parte de la preparación para la Consagración, y se solicitó a los fieles de todo el mundo unirse espiritualmente a esa intención.
Con información de Independent Catholic News.
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