Buenos Aires (Miércoles, 19-06-2013, Gaudium Press) El Obispo de Cruz del Eje, Argentina, Mons. Santiago Olivera, anunció la continuación del proceso de beatificación de la Venerable Antonia de Paz y Figueroa, conocida con el título de «Mamá Antula», según informó la agencia AICA, el pasado 18 de junio. Esta religiosa del siglo XVIII dedicó su vida a una intensa labor de promoción de los ejercicios espirituales en todo el país y fundó la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires.
Venerable Antonia de Paz y Figueroa |
Mons. Olivera, quien es además Delegado Episcopal para las Causas de los Santos en la Argentina, se reunió con familiares de la Venerable y explicó que se realizará una difusión masiva del testimonio de vida de la religiosa y se recogerán testimonios de las gracias que Dios conceda por su intercesión. El decreto que reconoció las virtudes heroicas de «Mamá Antula» fue autorizado por Su Santidad Benedicto XVI y promulgado el 02 de julio de 2010.
Una vida dedicada a la evangelización
La vocación de María Antonia de Paz la llevó a la edad de 30 años a reunir a un grupo de jóvenes para una forma de vida comunitaria equivalente al de seglares consagradas, que se pusieron al servicio de los padres jesuitas en Santiago del Estero, Argentina, su población natal. Las «beatas», como se les llamaba, colaboraron con la organización de ejercicios espirituales hasta la expulsión de la comunidad por orden gubernamental en 1767.
Con seis años de vida comunitaria, María Antonia pidió al sacerdote mercedario fray Diego Toro que continuara la predicación y la celebración de los sacramentos en los ejercicios, mientras ella se comprometió a organizar los aspectos materiales del alojamiento y la alimentación para no interrumpir el apostolado.
Los ejercicios espirituales se extendieron posteriormente a Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja, lugares a donde viajaba a pie y descalza, siempre acudiendo a la caridad para organizar los ejercicios espirituales. La Venerable, incansable en su apostolado, coordinaba todos los aspectos materiales de forma que cuando obtenía el permiso del Obispo local, podía realizar los ejercicios espirituales casi inmediatamente.
Su carácter particular le mereció el nombre de «Mamá Antula» y su valentía al viajar por numerosos lugares desconocidos fue premiada con una asistencia sobrenatural. En Catamarca cayó enferma y fue desahuciada, mas ella pidió al Señor su curación «Me encomendé al Sagrado Corazón y me encontré curada pronto, sin ningún remedio», expresó en una de sus cartas.
No se tiene registro del número de retiros organizados, pero sólo en Tucumán se realizaron sesenta. Todos las necesidades eran cubiertas a través de limosnas que obtenía y los ejercitantes nunca pagaban por por asistir a los retiros. El dinero restante lo empleaba en ayudas para los pobres y los presos. En Córdoba se recuerda que organizó en menos de un año ocho tandas de ejercicios para 200 y 300 personas. Calculó cerca al final de su vida que habría convocado en su apostolado a unos sesenta mil participantes.
Fama de santidad
El carácter singular de la Venerable le mereció una fría acogida en Buenos Aires, donde se le acusó de extravagante e irracional. Por este motivo el Obispo postergó la autorización para su apostolado durante nueve meses. Tras informarse en profundidad sobre su carácter y testimonio de vida, el prelado pasó a admirar sus virtudes y apoyó decididamente su labor.
El éxito de los ejercicios espirituales en Buenos aires llevó al Obispo a asumir el alquiler de la casa y destinar un mayordomo para asistir a la religiosa en cualquier urgencia que tuviera. La Venerable comenzó por esta época a organizar a sus «beatas» bajo la forma de una comunidad con postulantado, hábito y votos privados.
Bajo la acción de «Mamá Antula», los ejercicios espirituales se convirtieron en parte importante de la vida de los católicos y muchas personas de toda condición social se encomendaban a las oraciones de la Venerable. El Obispo de Buenos Aires informó de este éxito apostólico a la Santa Sede, y destacó que en cuatro años unas 15 mil personas habían participado en los retiros. La estima que el prelado tenía por «Mamá Antula» y su sabiduría hizo que mandara que «ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios»
La Venerable María Antonia mantuvo correspondencia con los jesuitas y sus cartas, de gran valor espiritual, fueron traducidas al latín, francés, inglés y alemán y enviadas a diversos países. Se cuenta que varios conventos en Francia decidieron reformarse tras la lectura de dichos textos.
A los sesenta y nueve años de edad, la Venerable María Antonia murió sin poder ver concluida la obra de la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires, el 7 de marzo de 1799. Sus «beatas» se transformaron en una congregación religiosa en 1878 y la Casa de Ejercicios quedó como uno de los más importantes patrimonios arquitectónicos y religiosos de la ciudad.
Con información de AICA.
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