viernes, 22 de noviembre de 2024
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Hablar del infierno es un acto de amor, afirma Obispo paraguayo

Ciudad del Este – Paraguay (Jueves, 20-06-2013, Gaudium Press) En un post publicado al inicio de este mes en su blog ‘Firmes en la Fe’, el Obispo de Ciudad del Este, Paraguay, Mons. Rogelio Livieres, declaró que «hablar del infierno es un acto de caridad», de amor a los hombres, ya que en el mundo de hoy la existencia del infierno es algo que se silencia sistemáticamente.

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Mons. Rogelio Livieres

El prelado resalta que el tema debe interpelarnos fuertemente, tanto a los consagrados como a los laicos, todavía más siendo él tan silenciado. «La existencia del infierno es una verdad fundamental de nuestra Fe».

«No podemos justificar nuestro silencio sobre este tema tan importante diciendo que es una verdad por todos aceptada o recurriendo a lo absurdo: ‘el infierno espanta a las personas, por eso, es mejor no hablar de él’. No podemos separar la misericordia de Dios de su inexorable justicia, porque sería engañar al pueblo que nos fue confiado por Nuestro Señor, y al mismo tiempo, estaríamos negando en la práctica esta verdad de Fe por medio del constante y sistemático silenciamiento», afirmó.

El Obispo aseguró que «es un imperativo moral hablar sobre este tema, no para asustar y obligar a las personas a tener temor de Dios, sino porque su omisión consiste de cierto modo en una falta de caridad a los hombres. No decir la verdad, en este punto, es no amar a los hombres. Hablar del infierno es un acto de amor a los hombres».

Según Mons. Rogelio, los pastores deben predicar sobre el infierno por dos razones. La primera de ellas es recordar que la posibilidad de condena eterna existe, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica y las Sagradas Escrituras. La segunda razón es alimentar la Fe del pueblo.

El sacerdote es el encargado de esta predicación y debe creer en aquello que predica, «de lo contrario terminará creando un pueblo ignorante con un resultado final nefasto en el peor de los casos, y esta consecuencia será compartida en primer grado por el sacerdote que estuvo encargado de alimentar la Fe de ese determinado pueblo», concluyó. (EPC)

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