viernes, 22 de noviembre de 2024
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Cardenal Van Thuân: de la persecución a la beatificación

Roma (Jueves, 04-07-2013, Gaudium Press) Él pasó 13 años en la prisión, nueve de ellos en soledad, sin nunca ir a juicio. Entretanto, mientras estuvo preso, el Cardenal Van Thuân, nunca perdió el coraje, nunca cedió al odio en relación a su Fe. Sus guardias se convirtieron en sus alumnos. La sinceridad de sus afectos cambió las relaciones dentro de la prisión. Sus carceleros, secretamente, dieron a él pedazos de madera con los que hizo una cruz. Con un pedazo de alambre, hizo una cadena, la cual usó alrededor del cuello por el resto de la vida, hasta incluso después de tornarse Cardenal. Mañana viernes 5 de julio, concluye la fase diocesana de su proceso de beatificación.

2.jpgNacido el 17 abril de 1928, en la región central de Vietnam (en una familia que tuvo como antepasado al primer mártir vietnamita en 1698) el Cardenal François-Xavier Nguyen Van Thuân entró al seminario menor en An Ninh y, en seguida, fue al Seminario Mayor de Phu Xuan. El 11 de junio de 1953 fue ordenado sacerdote y enviado a la parroquia de San Francisco. Pocos meses después, Mons. Thuân fue nombrado capellán del Instituto Pellerin en el hospital central de la prisión provincial.

Enviado a Roma para continuar sus estudios, se graduó en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Urbaniana. Al retornar a Vietnam, él fue el primer profesor y después rector del Seminario Hue, la diócesis donde se tornó vicario-general en 1964. El 13 de abril 1967, Pablo VI lo nombró primer obispo vietnamita de Nha Trang. Mons. Thuân escogió Gaudium et Spes (que significa «Alegría y Esperanza») como lema, pues él deseaba ser apóstol de alegría y paz.

El 24 de abril de 1975, Pablo VI lo nombró coadjutor de la Arquidiócesis de Saigon. Pocos meses después, el 15 de agosto de 1975, fue preso y encarcelado. «Donde – escribió él – los comunistas me hicieron descender para el sótano de un navío, el Hai Phong, amontonado junto con otros 1.500 prisioneros siendo transportados para el Norte, yo me dije a mí mismo: ‘Esta es mi catedral, Dios me confió a mí estas personas para que yo pueda asegurar su presencia entre ellas, entre estos miserables, hermanos desesperados. Es por su voluntad que yo estoy aquí, debo aceptar la voluntad de Dios. A partir de entonces una nueva paz llenó mi corazón y nunca más me abandonó en todos esos 13 años en que estuve preso». (RMDC)

Con informaciones de AsiaNews.

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