Lima (Lunes, 08-07-2013, Gaudium Press) El pasado 3 de julio el Cardenal Arzobispo de Lima, Mons. Juan Luis Cipriani Thorne, conmemoró 25 años de su ordenación episcopal. «En estos 25 años [de ordenación episcopal] han habido rosas y espinas. Pero el resultado final es siempre dar muchas gracias a Dios y a tantísima gente por su cariño, oraciones y amistad», reflexionó el Cardenal Juan Luis Cipriani, en el programa radial Diálogo de Fe del sábado 6 de julio, recordando sus Bodas de Plata Episcopales.
«En la vida de todos hay momentos duros y tristes, pero cuando uno llega a la madurez y hace de su vida las sumas sale alegría, perdón, cariño y cercanía. Y que me da motivo para agradecer la paciencia que han tenido conmigo», mencionó el Arzobispo de Lima.
El hoy Cardenal Cipriani fue durante once años Arzobispo de Ayacucho. De esa importante labor pastoral también habló el Cardenal Cipriani, en el programa radial semanal Diálogo de Fe.
«Ante esa pobreza, soledad, tristeza, abandono, dolor, muerte y exclusión que pude experimentar en Ayacucho durante los primeros años, no me quedó más que poner lo mejor que Dios me había dado. Estar en Ayacucho fue experimentar la amistad de gente sencilla y la voluntad de gente que no tenía nada y que le bastaba un cariño para levantarse. Quienes hemos tenido la posibilidad de vivirlo tenemos un depósito de riqueza que no es nuestro y es parte de lo que se llama Perú e Iglesia», recordó.
El Arzobispo Primado del Perú mencionó que durante sus 25 años como obispo ha trabajado «sin hacer publicidad a los pobres. Y sí he sido exigente con los que tienen más recursos y ostentan el poder en beneficio de los más necesitados».
Ante las anunciadas canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II, el purpurado limeño también manifestó su alegría.
«Juan XXIII fue un hombre muy especial. Convocó al Concilio Vaticano II que fueron tres largos años con fuertes discusiones en donde se expuso la situación del mundo y de la Iglesia. El concilio y sus documentos son extraordinarios. Pero apareció lo que se llamó el «espíritu de concilio» que fueron las cosas que el concilio no aprobó. El Papa Bueno fue un hombre que creía firmemente en el dialogo», señaló
«Juan Pablo II es un gigante de la fe. Era bueno para todos, creía en la grandeza de la dignidad humana. Miremos a Juan Pablo II y a Juan XXIII que tienen un pensamiento de enorme luminosidad. Este campanazo de las canonizaciones es ocasión para que el mundo redescubra el camino de la fe», culminó.
Con información de la Oficina de Comunicaciones de Lima
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