Río de Janeiro (Viernes, 12-07-2013, Gaudium Press) El Arzobispo Metropolitano de Río de Janeiro, Mons. Orani Tempesta, explica en un artículo el espíritu de peregrinación que debe tener quien venga para la JMJ-Río 2013: No serán turistas, sino peregrinos que buscan un encuentro con Cristo.
A continuación el artículo de Mons. Orani. Los subtítulos son nuestros:
La dimensión de la «peregrinación» forma parte del espíritu de la JMJ. Estamos en la puerta, y jóvenes del mundo entero estarán acudiendo al «Santuario Mundial de la Juventud» para el encuentro con Cristo juntamente con el primer peregrino, el sucesor del Apóstol Pedro, el Papa Francisco, en su primer viaje apostólico [fuera de Italia].
Los jóvenes no vendrán a nuestra ciudad como turistas, sino como peregrinos que buscan un encuentro amoroso con Cristo Resucitado. Este es el espíritu de la Jornada. Por eso la acogida simple, la caminata hacia el «Campus Fidei», el tiempo de oración y reflexión.
Todas las veces que nosotros vamos a peregrinar debemos prepararnos espiritualmente. Precisamos hacer un examen de consciencia completo de nuestra vida cristiana, de nuestra pertenencia a las comunidades y de nuestra adhesión al Evangelio.
Yo mismo recordé a todos los voluntarios y familias acogedoras para que viviesen el tiempo de espera en oración, confesión y penitencia para crecer en la fe. Somos llamados a arrepentirnos de nuestros pecados, buscando dejar de lado todo aquello que nos aleja de Dios y de la Santa Iglesia. Nuestra unidad hará la diferencia en ese momento tan importante de nuestra caminata. También los que residen en la Ciudad Maravillosa pueden tener el espíritu de peregrino acogiendo a los hermanos en la fe. ¿Cómo yo sigo a Jesucristo? ¿Cómo yo vivo el Evangelio? Esta debe ser nuestra preocupación fundamental en ese itinerario espiritual tanto para los que llegan como para los que acogen a los jóvenes aquí en el «Santuario Mundial de la Juventud».
La vida es una peregrinación
Todo ser humano es por naturaleza un peregrino. Esta característica se expresa, ya sea en el viaje existencial de cada persona, ya sea en los múltiples viajes que ella realiza por las estradas de la vida. Uno de los motivos para ese viaje es la fe. El hombre se pone en camino, en la búsqueda de Dios o atraído para el encuentro con Él: «Tú nos atrajiste hacia Ti, Señor, e inflamaste nuestros corazones». Cuando el peregrino parte movido por la fe, animado por el verdadero espíritu religioso en respuesta a un apelo e impulso divinos, entonces podemos decir que él hace un «santo viaje». Con ese acto, adora a Dios, se pone a la escucha de su voz, acoge el Evangelio, manifiesta su amor y su fe con Dios y cultiva su espiritualidad.
La peregrinación religiosa es una constante en la historia de la humanidad y de la Iglesia. Es motivada por la fascinación ejercida por los «lugares santos» o por la esperanza de dar pasos en su caminata espiritual, o incluso para pedir o agradecer situaciones existenciales. Frecuentemente, el peregrino lleva en el corazón la gratitud por alguna gracia alcanzada o el deseo de cumplir determinada promesa que hizo. Normalmente los santuarios son la meta de las peregrinaciones religiosas. Por los acontecimientos y gracias que en ellos se verifican, esos lugares son memoria viva de la manifestación de Dios y de las maravillas que Él allí realiza en favor de sus fieles. Son también señales de su proximidad y disponibilidad hacia los hombres, beneficiados con los dones espirituales que reciben; se tornan igualmente lugares de esperanza para alivio y consolación de las tribulaciones y anhelos humanos.
La peregrinación, como acto religioso en dirección a un lugar sagrado, constituye un memorial de los acontecimientos que en él se realizaron. Se torna, con frecuencia, para muchos peregrinos, experiencia de la presencia y acción de Dios junto a los que en él confían.
Abrirse al Redentor, abrirse a la fe
Por eso, quien viene a Río de Janeiro es un peregrino que quiere abrirse al Redentor, que desde lo alto del Corcovado está de brazos abiertos aclamando a los peregrinos a ir a su divino Encuentro.
La narración evangélica de la peregrinación de la Sagrada Familia de Nazaret al templo de Jerusalén, nos permite comprender el objetivo y la espiritualidad de esta práctica religiosa (Lc 2, 41-52). La misión de esa familia era cumplir la ley de Dios, adorándolo en su templo (cf. Ex 23,16; Dt 16,16). Todo aquel que se hace peregrino se centra en Dios, busca escuchar y obedecer la voz del Espíritu que lo guía en sus caminos y lo hace entrar en la comunión con Dios. El fruto de la peregrinación será el crecimiento en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.
Las peregrinaciones evocan nuestra caminata por la tierra en dirección al cielo. Son tradicionalmente ‘tiempos fuertes’ para renovar nuestra oración. Los santuarios son para los peregrinos, en busca de sus fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir «como Iglesia» las formas de la oración cristiana.
Al venir como peregrinos a Río de Janeiro, la caminata es para que el encuentro con el Señor los haga vivir como discípulos a la «luz de la fe», que los lleva a retornar para sus casas como animados misioneros: «¡Id y haced discípulos entre todas las naciones!» (cf. Mt 28, 19). Hacer discípulos, llamar a otros a la comunión y la convivencia con el Señor es el tema más querido del Evangelio de San Mateo. Ese mandato ya está anunciado en todo el Evangelio y, en verdad, solo hace discípulo quien ya es discípulo, quien convive con el Señor.
En este tiempo de «cambio de época», en que nuestra juventud asume su profetismo cristiano en las manifestaciones pacíficas y con objetivos claros de ciudadanía, todos nosotros, como peregrinos, somos llamados a ser «protagonistas de un mundo nuevo». Por eso mismo, el peregrino discípulo-misionero pauta su vida por la disponibilidad y fraternidad. No busca llevar ventaja en nada por colocarse al servicio y tampoco desanima con las dificultades propias de una gran concentración. Él, con eso, gana la pertenencia al Reino, la certeza del amor de Dios y de ser para los otros, señal cándida de misericordia y de amor. El peregrino lleva en su corazón y reparte con los otros la esperanza de tiempos nuevos. Son frutos y dones que el mundo necesita mucho y que cada uno deberá llevar para su casa. En los tiempos de hoy, con las violencias, guerras, corrupciones, maldades, divisiones, dependencias y frustraciones, el peregrino es señal de que en Cristo Resucitado, la esperanza tiene su fundamento.
¡Sean todos muy bienvenidos! ¡Deseo una buena preparación para este espíritu de peregrinación que a todos nosotros debe mover para ir al encuentro del Redentor!
† Orani João Tempesta, O. Cist.
Arzobispo Metropolitano de San Sebastián de Río de Janeiro, RJ (JSG)
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