Redacción (Lunes, 15-07-2013, Gaudium Press) Nada más banal que el correr de las aguas en un río; entretanto, nada más emocionante y grandioso que el momento en que las sagradas aguas del Bautismo caen sobre la cabeza del neófito, pues es en este instante que Dios infunde en el alma las virtudes teologales y cardenales, que inclinan la voluntad a la realización de buenas obras.
Entretanto, debido a la inmensa fragilidad del hombre después del pecado original, las virtudes no son suficientes para hacerlo vivir con toda la perfección. Por este motivo, Dios concede también los siete dones del Espíritu Santo – entendimiento, sabiduría, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios – que son «hábitos sobrenaturales infusos, que actúan sobre las virtudes, fortaleciéndolas, tornándolas más robustas y conduciéndolas a su pleno desarrollo».1
Por medio de ellos el cristiano recibe no una invitación sobrenatural común para practicar el bien o evitar el mal, como es propio a las virtudes, sino una moción especial del Espíritu Santo que lo impulsa a ejecutar aquello que el propio Dios desea. 2 O sea, requiere de la persona más docilidad que actividad.
Como se sabe, cada uno de los dones está relacionado de forma especial con la perfección de alguna virtud: la caridad es perfeccionada por el don de sabiduría; la fe, por los dones de ciencia y entendimiento; la esperanza y la templanza, por el temor; el don de consejo perfecciona la prudencia, el de piedad, la justicia; el don de fortaleza, la virtud de la fortaleza. Ahora, ¿cómo actúan ellos en un alma que ya posee la plenitud de todas las virtudes, como es el caso de María Santísima, a quien el Arcángel llama «llena de gracia»? (Lc 1, 28).
Por ser hábitos sobrenaturales, los dones del Espíritu Santo siguen proporcionalmente la gracia, de manera que, cuanto más perfecta es un alma, mayor es la actuación de los dones. Por tanto:
«Después de Cristo, la Madre de Jesús, Madre de Dios y de los hombres, Madre de Cristo total fue el alma más dócil al Espíritu Santo. […] Cada uno de sus actos conscientes procedían de Ella y del Espíritu Santo y presentaban la modalidad deiforme de las virtudes perfectas bajo el régimen de los dones». 3
Existe un don atribuido de forma especial a María, el cual floreció en una de las más bellas y recorridas invocaciones: Madre del Buen Consejo. ¿Cómo actúa este don en su alma?
El don de consejo es un hábito sobrenatural que da al alma la capacidad de juzgar pronta y seguramente, por una especie de intuición sobrenatural, lo que conviene hacer, sobre todo en los casos difíciles. El objeto propio de este don es la buena dirección de las acciones particulares. Es él que permite al cristiano conciliar la simplicidad con la astucia, la firmeza con la suavidad.
En Nuestra Señora, este don regía hasta incluso las más insignificantes acciones. De hecho, al girar, por ejemplo, el picaporte de una puerta, Ella daba más gloria a Dios que muchos otros santos en el momento en que fueron martirizados. 4 Todos sus actos se realizaban bajo la inspiración del Espíritu Santo, de la manera más conveniente para la gloria de Dios y cumplimiento de sus divinos designios de salvación. 5 Por eso, a Ella se pueden aplicar, con toda propiedad las palabras de la Escritura: «El consejo te guardará y la prudencia te preservará» (Pr 2, 11).
Según Roschini, el don de consejo se manifestó de forma especial en dos ocasiones de la vida de María Santísima. En su presentación en el Templo, cuando discernió que era de voluntad divina firmar, desde la infancia, el voto de virginidad, y en el momento de la Anunciación, en que, antes de manifestar su consentimiento para la Encarnación del Verbo en seno purísimo, quiso conocer las disposiciones divinas y solo entonces, se ofreció totalmente al Señor. 6 Y agrega Alastruey todavía otro pasaje del Evangelio:
«Este don de consejo brilló en el más alto grado en las bodas de Caná; porque, no queriendo su Hijo hacer el milagro que le pedía, Ella, sin embargo, advierte solícita a los ministros, diciendo: Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5); respecto a lo que comenta Gardeil: ‘Ella ordena a los servidores que hagan todo lo que diga su Hijo, y el milagro se realiza. Su consejo prevaleció, porque era en el fondo el consejo de un amor inspirado por el Dios de la misericordia». 7
Una vez que el bien es altamente difusivo, no podría ser que María Santísima guardase para sí esta especial dádiva divina. Innúmeras veces debe haber dado Ella muestras de su consejo: ¿qué no habrá dicho en su visita a Santa Isabel, o cómo aconsejó a San Juan Evangelista para volver al Señor después de haber huido en el momento de la prisión en el Huerto de los Olivos, o todavía, cómo Ella orientó y sustentó a la Iglesia después de la muerte de su Hijo?
Si tantos fueron sus consejos durante la vida en esta Tierra, ¿con qué profusión no se derramarán ahora sobre sus hijos? «Nuestra señora como nuestra Madre […], tiene el movimiento propio de Ella a aconsejarnos. […] Ella nos torna presente que en todas las ocasiones difíciles de nuestra vida nosotros debemos dirigirnos hacia Ella y pedir ese tesoro que es el buen consejo». 8
«Es feliz, dice María, quien oye mis consejos y está continuamente junto a las puertas de mi misericordia, invocando mi intercesión y socorro». 9 Sepamos, pues, recurrir a este Buen Consejo.
Por Ariane Heringer Tavares
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1 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Conduzidos pelo fogo do Espírito Divino. In: Arautos do Evangelho, São Paulo, ano XII, n.137, maio 2013, p. 15.
2 Cf. ROYO MARÍN, Antonio. La Virgen María. Madrid: BAC, 1998, p.306.
3 PHILIPON, Marie-Michel, apud ROYO MARÍN. Op. cit. p.308. (Tradução da autora)
4 Cf. SÃO LUÍS MARIA GRIGNON DE MONTFORT. Tratado da verdadeira devoção à Santíssima Virgem. ed. 34. Petrópolis: Vozes. n. 222.
5 Cf. ROYO MARÍN, Antonio. Op. cit. p. 319.
6 ROSCHINI, Gabriel, apud CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. 2. ed. São Paulo: Loyola, 2011, v. II, p. 230.
7 ALASTRUEY, Gregorio. Tratado de La Virgen Santissima. 3.ed. Madrid: BAC, 1952, p.335. (Tradução da autora)
8 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Importância e valor do conselho: Conferência. São Paulo, 26 abr. 1971. (Arquivo IFTE). Matéria extraída de exposição verbal adaptada para linguagem escrita.
9 SAN ALFONSO MARÍA DE LIGÓRIO. Obras ascéticas de San Alfonso María de Ligorio. Madrid: BAC, 1952, p. 601.
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