Redacción (Viernes, 19-07-2013, Gaudium Press) Consideraciones y reversibilidades pueden ser hechas en cualquier ocasión. Estas no serán un mero diletantismo si de allí podemos sacar conclusiones inmateriales o filosóficas, válidas para nuestra vida. El artículo que hoy publicamos no será una pérdida de tiempo. Léalo:
Marcan las campanas, Es mediodía.
El intervalo terminó hace media hora, el cielo está maravillosamente brillante, y las clases continúan… Los empleados dejan el trabajo para ir a almorzar, y el silencio se hace oír en todos los rincones. La única palabra con la cual podemos definir aquel sentimiento es «monotonía».
Entretanto, algo parece distraernos por algunos instantes, haciéndonos abstraer del mundo que nos circunda, y elevándonos a atrayentes consideraciones metafísicas.
¿Cuál no fue el hombre que desde la primera vez en que miró al cielo no sintió curiosidad en saber qué era un puntito negro en medio de la inmensidad del cielo azul disputando lugar con las nubes?
Encantador en el aire, horripilante en la tierra, el buitre posee una peculiaridad que pocas aves poseen: el de ser bello y feo. Esta afirmación parece causarnos cierta sorpresa, pues, ¿cómo algo puede ser y no-ser al mismo tiempo?
Aunque nuestro principio de contradicción nos diga ser esto imposible, nuestro querido lector tendrá que concordar con nosotros al desarrollar esta reflexión.
El buitre posee, de hecho, algunas peculiaridades raras, pero, recordemos que es este mismo animal hediondo quien «barre» el cielo con su vuelo espectacular, causando en los hombres la sensación de que él, en el cielo, se hace uno con el aire.
Con todo, el lector se debe preguntar ¿cuál el motivo de tratar estos asuntos en una agencia de noticias de relieve como Gaudium Press?
Dios dispuso el orden de la Creación de tal manera que en él encontramos reflejado a su Creador, facilitando al hombre elevarse en la consideración de los planes divinos.
De ese modo, el buitre no apenas limpia áreas, evitando con eso cualquier enfermedad que pueda ser adquirida por los hombres, sino también y sobre todo, nos concede un momento de reflexión cuando contemplamos un punto negro que a lo lejos va «resbalando» por este inmenso cielo que Dios plasmó y formó con dedos de artista, proporcionándonos, así, una gran lección de vida.
Algunos se cuestionarán: «¿¡Qué lección de vida puede darnos un ave que es al mismo tiempo muy fea y muy bonita!?»
Es una pregunta que muchos se hacen, sin embargo no todos responden.
El buitre cuando sobrepasa los umbrales más distantes de las alturas celestes representa, en un prisma filosófico, la sociedad cuando es ordenada y, siendo ordenada, más próxima de su fin último que es buscar lo Absoluto, buscar a Dios, como dice el Papa Juan Pablo II en una de sus Encíclicas: Todos los hombres, en la Tierra, son peregrinos de lo Absoluto.
Entretanto, deparándonos con revoluciones y convulsiones en la sociedad por un lado, y consecuentemente con una enorme falencia en reglas morales y económicas, esa sociedad, infelizmente, no nos encanta más con su «vuelo», sino nos aterroriza con su horrible aspecto.
Ahora, mutatis mutantis, eso también se aplica a los individuos. Cuando una persona está buscando la perfección, la semejanza con su Creador, la santidad, ella se asemeja al buitre cuando lo vemos en el cielo; sin embargo, cuando la persona abandona y desiste del camino de la perfección, de la santidad y, al contrario, se aproxima más a las cosas terrenas y superficiales, se torna semejante a ese animal cuando lo avistamos descendiendo del maravilloso cielo azul en el cual vivía, caminando desgarbado e infectándose con las inmundicias de la Tierra.
He aquí un ejercicio de reversibilidad y de transcendencia, por el cual, analizando las cosas materiales, sacamos conclusiones inmateriales, metafísicas y filosóficas, y las aplicamos a nuestras vidas.
Noten, este ejercicio puede ser ejecutado en cualquier momento… hasta incluso durante una clase…
Por Danilo César – Instituto Teológico Santo Tomás de Aquino
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