Ciudad del Vaticano (Martes, 23-07-2013, Gaudium Press) No fue muy noticiada por la gran ‘midia’ la consagración hecha por el Papa Francisco del Estado de la Ciudad del Vaticano a San Miguel Arcángel ocurrida el pasado 5 de julio, cuando en los jardines de la ciudad del Papa se bendijo una estatua del Príncipe de la Milicia Celestial.
Foto: Radio Vaticano |
«Nos hemos dado cita aquí en los Jardines Vaticanos para inaugurar un monumento dedicado a San Miguel Arcángel, patrono del Estado de la Ciudad del Vaticano», inició el Papa, quien puso de relieve que la iniciativa de ‘longa data’ ya contaba con la aprobación del Pontífice emérito que allí se encontraba, el «Papa Benedicto XVI, a quien va siempre nuestro afecto y nuestro reconocimiento y a quien queremos expresar nuestra gran alegría por tenerlo aquí presente hoy en medio de nosotros ¡Gracias de corazón!».
«En los jardines vaticanos hay varias obras de arte. Pero esta, que ahora está siendo agregada [n.d.r.: la de San Miguel Arcángel], cobra especial importancia, por su ubicación, así como por el significado que expresa. De hecho, no es sólo una obra de conmemoración, sino una invitación a la reflexión y la oración, que encaja muy bien en el Año de la Fe. Miguel -que significa «Quién como Dios»- es el campeón de la primacía de Dios, de su trascendencia y poder. Miguel se esfuerza por restablecer la justicia divina y defiende al pueblo de Dios de sus enemigos, sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo», expresó el Papa Francisco.
No son pocas las ocasiones en que el Pontífice ha aludido al maligno, enfatizando así la importancia que concede a una lucha decidida contra su influencia y poder. Para esta lucha contra el espíritu de las tinieblas, el hombre encuentra un poderosísimo y eficaz aliado en San Miguel Arcángel, pues por medio de él es Dios quien vence.
«San Miguel vence porque en Él es Dios el que actúa. Esta escultura nos recuerda, por lo tanto, que el mal es vencido, que el acusador es desenmascarado y su cabeza aplastada, porque la salvación se ha cumplido una vez para siempre en la sangre de Cristo. Aunque el diablo intenta siempre resquebrajar el rostro del Arcángel y el rostro del hombre, Dios es más fuerte. Es suya la victoria y su salvación es ofrecida a todo hombre. En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos, estamos acompañados y sostenidos por los Ángeles de Dios, que nos ofrecen -por decir así- sus alas para ayudarnos a superar tantos peligros, para poder volar alto, con respecto a las realidades que pueden apesadumbrar nuestra vida o arrastrarnos hacia abajo. Al consagrar el Estado de la Ciudad del Vaticano a San Miguel Arcángel, le pedimos que nos defienda del Maligno y que lo expulse».
Tras la fórmula de consagración a San José -a quien ese día también se consagraba la ciudad vaticana- el Santo Padre pronunció la entrega de su pequeño reino al Príncipe de los Ángeles: «¡Oh glorioso Arcángel san Miguel…. vela sobre esta Ciudad y sobre la Sede Apostólica, corazón y centro de la catolicidad, para que viva en fidelidad al Evangelio y en el ejercicio de la caridad heroica! ¡Haznos victoriosos contra las tentaciones del poder, de la riqueza y de la sensualidad! ¡Sé tú el baluarte contra toda maquinación, que amenaza la serenidad de la Iglesia! ¡Sé tú la centinela de nuestros pensamientos, que libera del asedio de la mentalidad mundana! ¡Sé tú la guía espiritual que nos sostiene en la buena batalla de la fe!».
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