Río de Janeiro (Viernes, 26-07-2013, Gaudium Press) El Papa Francisco saludó y catequizó a la multitud de peregrinos presentes en la ‘Fiesta de acogida de los jóvenes’, en el paseo marítimo de Copacabana, Río de Janeiro, que tuvo lugar ayer desde las 16:00 horas, e incluyó en su saludo a quienes no pudieron asistir a la JMJ: «Los saludo con cariño, a ustedes aquí presentes, venidos de los cinco continentes y, a través de ustedes, saludo a todos los jóvenes del mundo, en particular a aquellos que querían venir a Río de Janeiro y no han podido. A los que nos siguen por medio de la radio, la televisión e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta fiesta de la fe!», dijo el Papa.
El Papa junto al Cardenal Arzobispo de Aparecida – Fotos: Gustavo Kralj / Gaudium Press |
Inicialmente, el Pontífice ya había recordado a las víctimas de un accidente en Guyana con peregrinos que iban a la JMJ, y también al Papa emérito Benedicto XVI, de quien «ustedes saben que antes de venir a Brasil, estuve charlando con él y le pedí que me acompañara en el viaje con la oración y me dijo los acompaño con la oración y estaré junto al televisor, así que ahora nos está viendo».
«Esta semana, Río se torna el centro de la Iglesia, su corazón vivo y joven, pues ustedes respondieron con generosidad y coraje a la invitación que Jesús les hizo de permanecer con Él, de ser sus amigos», afirmó.
Mirando al mar y a la multitud de jóvenes el Santo Padre Francisco evocó el momento en que Jesús llamó a los primeros discípulos a seguirlo a las márgenes del lago de Tiberíades. «Hoy Jesús todavía pregunta: ¿Usted quiere ser mi discípulo? ¿Usted quiere ser mi amigo? ¿Usted quiere ser testigo de mi Evangelio? En el corazón del Año de la Fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso de cristianos».
«¡Hoy, vine para confirmarles en esta Fe, la Fe en Cristo Vivo que vive dentro de ustedes; pero vine también para ser confirmado por el entusiasmo de la Fe de vosotros!», resaltó.
En la línea establecido por el último documento papal, el Pontífice invitó a los jóvenes a acoger la Palabra de Dios, pues «si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para caminar con alegría (cf. Carta enc. Lumen fidei, 7)».
«Si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: «pon fe» y tu vida tendrá un sabor nuevo, tendrá una brújula que te indicará la dirección; «pon esperanza» y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; «pon amor» y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!»
¿Quién coloca la fe, la esperanza y el amor en el corazón del hombre y por tanto de los jóvenes? Jesucristo el Señor: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle». Jesús es quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma, se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista de Jesús, con sus mismos ojos (cf. Carta enc. Lumen fidei, 18)». En Jesús hay que poner nuestra fe.
Este poner al Salvador en el corazón, nos lleva a los sacramentos, particularmente el de la Eucaristía y la Confesión: «‘Pon a Cristo’: Él te acoge en el Sacramento del perdón, para curar, con su misericordia, las heridas del pecado. No tengas miedo de pedir perdón. Él no se cansa nunca de perdonarnos, como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! ‘Pon a Cristo’: Él te espera en el encuentro con su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje de la caridad, de la bondad, del servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo nuestro».
Finalmente, en este camino rumbo a la fe, la esperanza, y la caridad, el Papa indicó el insigne ejemplo de María Santísima: «Con María, queremos ser discípulos y misioneros. Como ella, queremos decir «sí» a Dios. Pidamos a su Corazón de Madre que interceda por nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a Jesús y a hacerlo amar. ¡Él nos espera y cuenta con nosotros! Amén.»
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