Redacción (Jueves, 01-08-2013, Gaudium Press) La común vocación de todos los hombres a la santidad, sea cual sea su estado, es certificada por el Catecismo de la Iglesia Católica 1 y por numerosos documentos del Concilio Vaticano II. 2 Conforme Benedicto XVI: «En el contexto de la vocación universal a la santidad (cf. 1 Ts 4, 3) se encuentra la vocación especial para la cual Dios exhorta a todos los individuos». 3 La Constitución Dogmática Lumen Gentium le dedica un capítulo entero, 4 exhortando al cristiano a ser ejemplo para todo prójimo en la medida en que, practicando los consejos evangélicos, edifica toda la sociedad.
Santos. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York |
Si bien que todos los hombres sean invitados a la santidad, algunos lo son de modo muy especial, sobre todo cuando llamados a dar ejemplo, pues por la propia perfección están llamados a perfeccionar a los demás. Santo Tomás resalta entre estos, sobre todo, los obispos y aquellos que llevan vida religiosa, pues abdican de ciertos bienes terrenales, que podrían usufructuar libremente, para dedicarse de modo más integral y libre al servicio de Dios. 5
La Constitución Dogmática Lumen Gentium 6 los jerarquiza de este modo:
1. Los Obispos, que deben hacer de su ministerio «un sublime medio de santificación» a fin de ser «modelos del rebaño» (cf. 1 Ped. 5, 3) y con su ejemplo suscitar en la Iglesia «una santidad cada vez mayor».
2. Los presbíteros, a semejanza de la orden de los Obispos y siempre en fiel y generosa cooperación, para que creciendo en el amor de Dios y del prójimo sigan a aquellos que «nos dejaron magnífico ejemplo de santidad» a fin de alimentar y afervorar su acción «para alegría de toda la Iglesia de Dios».
3. Los diáconos, atendiendo «a toda especie de buenas obras delante de los hombres» (cf. 1 Tim 3, 8-10. 12-13) y haciendo todo para gloria y honra de Dios. Aquí se incluyen también todos aquellos que son llamados al cumplimiento de algún ministerio para que, consagrándose a las actividades apostólicas, den fruto en abundancia.
4. Los esposos y padres cristianos para que, en la fidelidad mutua e imbuidos de la doctrina cristiana y de las virtudes evangélicas eduquen a la prole que amorosamente recibieron de Dios dando «ejemplo de amor incansable y generoso» y edificando a la comunidad.
Por último, se incluyen todos los fieles, sean cuales fueren las condiciones, tareas o circunstancias de su estado para, a través de todas ellas, «recibir todo con fe de la mano del Padre celeste y cooperar con la divina voluntad, manifestando a todos, en la propia actividad temporal, la caridad con que Dios amó al mundo». 7
Por el P. José Victorino de Andrade, EP
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1) Ver, por exemplo, n. 941, 1533, 2013.
2) Entre outros: Lumen Gentium, n. 32; Gaudium et Spes, n. 34 ; Gravissimum Educationis, n. 2; Presbyterorum Ordinis, n. 2.
3) Visita Ad Limina Apostolorum dos Bispos do Canadá – Atlântico. 20 mai. 2006.
4) Capítulo V: A Vocação de todos à santidade na Igreja.
5) Cf. Sum. Theol. II-II Q. 184, a. 5.
6) Cf. Lumen Gentium, n. 41
7) Idem.
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