Santiago (Lunes, 12-08-2013, Gaudium Press) Desde el año 2009, el Centro Mide de la Universidad Católica de Chile ha intentado a través de modernos métodos de investigación social descubrir qué tan solidarios son los chilenos. Fue así como en noviembre del año pasado, la entidad dio a conocer los resultados de una encuesta que arrojó como conclusión que los chilenos no son tan solidarios como pareciera ser la opinión general.
Según el estudio, el índice promedio de solidaridad global 2012, que considera conductas de ayuda en los ámbitos de la donación de dinero, objetos materiales y tiempo personal, es de 3,36, en una escala que va de 0 a 10 puntos, en donde a mayor puntuación, mayor nivel de solidaridad. Los ámbitos que presentaron los valores más altos fueron el de donación de dinero (5,61) seguido por el tiempo (2,26) y los objetos materiales (2,22).
El gerente Mide UC, Flavio Cortés, aseveró en su oportunidad que estos datos muestran que los chilenos no son tan solidarios como se auto perciben. «En promedio, el 70 % cree que sí, pero si uno observa los resultados de este índice, de 27 acciones fraternas, en la magnitud de 0 a 10 llegamos a 4, lo que indica que no somos solidarios ni en la mitad de nuestras conductas», explicó.
Generar una cultura del encuentro
Con base a los resultados de este estudio y con ocasión del Mes de la Solidaridad, el padre Francisco Campos, encargado de proyectos de la Vicaría de la Pastoral Social y los Trabajadores del Arzobispado de Santiago, comentó al departamento de prensa de la arquidiócesis que los chilenos no siempre tienen claridad sobre el verdadero espíritu solidario, ni tampoco sobre las diferencias existentes con la caridad.
«La caridad es el amor actuante de Dios, es la expresión de la relación de Él con sus hijos y entre hermanos; la solidaridad es más horizontal, es sentirnos en un destino común con el otro, es la percepción de ser pueblo», precisó.
Con respecto a las causas de estos resultados, el padre Campos remarcó que los chilenos comprenden la solidaridad como un sentimiento, como una actitud pasajera, más que como una virtud constante y perseverante en el tiempo. «Hay expresiones de limosna o respuestas momentáneas ante el dolor del otro, pero este esfuerzo constante de buscar el bien común solo se puede dar en grupo», enfatiza.
Sin embargo, el presbítero añade que la solidaridad por ser una virtud puede adquirirse o cultivarse en el tiempo, de ahí la importancia de la educación como eje central de una sociedad más solidaria. El problema es que «tenemos una educación que segrega a los listos de los tontos, a los rápidos de los lentos, a los que saben de los que no, lo que hace que ese músculo solidario se vaya atrofiando».
«Los últimos estudios señalan que naturalmente los humanos preferimos las situaciones de solidaridad antes que las de egoísmo, a los niños les es más grato estar en contextos donde se comparte más, que en lugares donde cada uno hace cosas individualmente», aseveró el padre Campos, e invitó a los fieles a «generar espacios donde nos encontremos como personas, dejemos de lado el ir a ayudar a otros, ya que la clave es estar con el otro, quedarse con el que tiene menos o más que yo, que seamos capaces de ir generando la cultura del encuentro e ir rompiendo las segregaciones estructurales que tenemos».
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