viernes, 22 de noviembre de 2024
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‘Mulieris dignitatem’: 25 años de la Carta Apostólica sobre la dignidad y vocación de la mujer

Redacción (Martes, 20-08-2013, Gaudium Press) El pasado 15 de agosto, durante la Solemnidad de la Asunción de María, se conmemoraron los 25 años de la publicación Carta Apostólica ‘Mulieris dignitamen’ del beato Papa Juan Pablo II que habla sobre la dignidad y vocación de la mujer.

Un documento que, como destacó el Papa Francisco durante el rezo del Ángelus que presidió el pasado jueves en Castel Gandolfo con ocasión de la solemnidad mariana, «es rico en ideas que merecen ser retomadas y desarrolladas; y en la base de todo está la figura de María».

Gaudium Press quiere traer al presente algunos de los aspectos más importantes de la Carta Apostólica, dada a conocer por el Pontífice polaco con motivo de Año Mariano celebrado por la Iglesia Católica del 7 de junio de 1987 al 15 de agosto de 1988, fecha en que se dio a conocer el documento del Papa Wojtyla.

La importancia de la dignidad de la mujer en los últimos años

Al introducir el documento el beato Papa distingue como un signo de los tiempos la importancia que ha asumido en los últimos años la reflexión sobre la dignidad de la mujer y su vocación:

«La dignidad de la mujer y su vocación, objeto constante de la reflexión humana y cristiana, ha asumido en estos últimos años una importancia muy particular. Esto lo demuestran, entre otras cosas, las intervenciones del Magisterio de la Iglesia, reflejadas en varios documentos del Concilio Vaticano II, que en el Mensaje final afirma: «Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga»».

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María: Mujer Madre de Dios y nueva Eva

La Virgen María, como Mujer y Madre de Dios, es tema central de la Carta Apostólica de Juan Pablo II. En el documento, el Pontífice resalta: «el acontecimiento de Nazaret pone en evidencia un modo de unión con el Dios vivo, que es propio sólo de la «mujer», de María, esto es, la unión entre madre e hijo. En efecto, la Virgen de Nazaret se convierte en la Madre de Dios».

Y destaca como, de esta manera, la mujer con María se halla en el corazón del acontecimiento salvífico: «el envío de este Hijo, consubstancial al Padre, como hombre «nacido de mujer», constituye el punto culminante y definitivo de la autorrevelación de Dios a la humanidad. Esta autorrevelación posee un carácter salvífico, como enseña en otro lugar el Concilio Vaticano II: «Quiso Dios con su bondad y sabiduría revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina»».

En otro aparte del documento, el Santo Padre también hace referencia a María como la «Nueva Eva», siendo ella «el nuevo principio de la dignidad y vocación de la mujer, de todas y cada una de las mujeres».

Cristo: promotor de la verdadera dignidad de la mujer

Un particular realce da también el Papa Wojtyla a Jesucristo como el gran promotor de la verdadera dignidad de la mujer: «Es algo universalmente admitido -como destaca el Pontífice- que Cristo fue ante sus contemporáneos el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta dignidad. A veces esto provocaba estupor, sorpresa, incluso llegaba hasta el límite del escándalo. «Se sorprendían de que hablara con una mujer» (Jn 4, 27) porque este comportamiento era diverso del de los israelitas de su tiempo. Es más, «se sorprendían» los mismos discípulos de Cristo».

Por esta línea el Santo Padre también resalta la dignidad de la mujer reflejada a partir de las mujeres del evangelio, refiriéndose a ellas como «las primeras testigos de la resurrección», y las «guardianas del Evangelio».

Maternidad y virginidad: las dos dimensiones de la vocación de la mujer

En otro aparte del documento, Juan Pablo II también reflexiona sobre la virginidad y la maternidad «como dos dimensiones particulares de la realización de la personalidad femenina».

Recuerda que, a la luz del Evangelio, las dos «adquieren la plenitud de su sentido y de su valor en María» quien, como Virgen, «llega a ser Madre del Hijo de Dios».

«Estas dos dimensiones de la vocación femenina se han encontrado y unido en ella de modo excepcional, de manera que una no ha excluido la otra, sino que la ha completado admirablemente», agrega el Papa.

En referencia a la maternidad, señala que ella no se da solamente «de carne y de sangre», puesto que se manifiesta en la profunda «escucha de la palabra del Dios vivo y en disponibilidad de custodiar la palabra». Sobre lo cual añade: «Son precisamente los nacidos de las madres terrenas, los hijos y las hijas del género humano, los que reciben del Hijo de Dios el poder de llegar a ser «hijos de Dios»».

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Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press

En cuanto a la virginidad, el Santo Padre recuerda que ella «también es un camino para la mujer», uno, de un modo diverso al matrimonio, con el cual también «realiza su personalidad».

Al respecto, Juan Pablo II explica: «Para comprender esta opción es necesario recurrir una vez más al concepto fundamental de la antropología cristiana. En la virginidad libremente elegida la mujer se reafirma a sí misma como persona, es decir, como un ser que el Creador ha amado por sí misma desde el principio y, al mismo tiempo, realiza el valor personal de la propia femineidad, convirtiéndose en «don sincero» a Dios, que se ha revelado en Cristo; un don a Cristo, Redentor del hombre y Esposo de las almas: un don «esponsal»».

Al abordar estas dos dimensiones, el Papa también dice que la mayor misión de la mujer es el amor: «la mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dado amor a los demás», debido a que su fuerza moral y espiritual «se une a la conciencia de que Dios le confía, de un modo especial, el hombre, es decir, el ser humano».

La Iglesia da gracias a las Mujeres

Al concluir la Carta Apostólica el beato Pontífice, en nombre de la Iglesia, da gracias «a la Santísima Trinidad por el «misterio de la mujer» y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las «maravillas de Dios», que en la historia de la humanidad se han cumplido en ella y por medio de ella».

Agradece también «por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones, así como «por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios», «por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad» y los frutos de santidad femenina.

Finalmente, Juan Pablo II ora para que dichas «manifestaciones del Espíritu», que han sido dadas a las «hijas de la Jerusalén eterna» sean valorizadas y reconocidas en beneficio de la Iglesia y toda la humanidad: «Al meditar sobre el misterio bíblico de la «mujer», la Iglesia ora para que todas las mujeres se hallen de nuevo a sí mismas en este misterio y hallen su «vocación suprema»».

Gaudium Press / Sonia Trujillo

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