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La omnipotencia suplicante junto a la Omnipotencia divina

Redacción (Lunes, 02-09-2013, Gaudium Press) Dios, siendo Omnipotente, no tiene necesidad de ninguno de los seres que creó. Y tampoco precisaría haber creado a Nuestra Señora para que sus gracias fuesen comunicadas a los hombres, salvando a las almas por medio de Ella. Como está por encima de todo, el Altísimo podría haber dispuesto las cosas de otro modo.

1.jpgEntretanto, una vez que Dios la creó por un acto libérrimo de su voluntad, y la colmó de una torrente de gracias, que «sobrepujó no solo la de cada uno en particular, sino la de todos los Santos reunidos» 1, Dios le confirió el imperio sobre todo el universo, de suerte que entre Ella y Dios, hay «una mediación de poder, y no apenas de gracia, por la cual Dios ejecuta todas sus obras y realiza todas sus voluntades por intermedio de su Madre». 2

En virtud de su maternidad divina, hay entre la Santísima Virgen y el Padre Eterno «cierta unidad de parentesco y como que un consorcio jurídico». 3 Esta íntima ligación entre María y la Trinidad hace con que su súplica sea poderosa y eficaz. Además, Nuestro Señor Jesucristo, recibiendo de María la naturaleza humana, daba a Ella todos los derechos maternos, «al cual corresponde en Cristo una como que obligación de concederle lo que Ella pide» 4 Por este motivo, San Efrén a María suplicaba diciendo:

En ti espero que conseguiré lo que anhelo […], pues en ti tienes el querer y el poder, porque, aunque de modo inexplicable, tú engendraste a uno de la Trinidad; tienes con qué persuadir y mover; manos en las cuales lo llevaste de manera inefable, pechos con cuya leche virginal lo alimentaste […]. 5

Recurramos a los Evangelios para comprender a fondo la realidad de esta cuestión.

Se celebraban bodas en Caná de Galilea, y se encontraba allí la madre de Jesús. También fueron invitados Jesús y sus discípulos. Como viniese a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: «Ellos ya no tienen vino». Le respondió Jesús: «Mujer, ¿eso compete a nosotros? Mi hora todavía no llegó». Dijo, entonces, su madre a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». […] Jesús les ordena: «Llenad las tinajas de agua». Ellos las llenaron hasta arriba. «Sacad ahora, les dijo Jesús, y llevad al jefe de los sirvientes». Y llevaron. (Jn 2, 1-8).

No había sido comunicado a María que el vino de la fiesta acabara. No estando Ella sentada en la mesa –hacía parte de la costumbre judaica que, en los banquetes, las mujeres estén separadas de los hombres, supervisando el servicio de mesa o preparando los alimentos 6–, percibió la difícil situación en la cual se encontraban los cónyuges, y su compasivo corazón, no pudiendo presenciar embarazosa escena, decide intervenir junto a su Divino Hijo. Juzgaba Ella ser esta la ocasión preparada por la Providencia para que Jesús finalmente revelase al mundo su secreto mesiánico.

Nuestro Señor, poseyendo el conocimiento perfectísimo de todas las cosas, sabía de la dificultad por la cual aquella nueva pareja estaba pasando, pero quería servirse de la aflicción de ellos para «instruir a sus discípulos y asociar a Nuestra Señora a su obra, mostrando el papel decisivo de la mediación de su Madre». 7 Después de afirmar que no había todavía llegado el momento de los milagros, Cristo transforma el agua en vino y deja marcado para la Historia que, «a pesar de no haber llegado la hora, por una palabra de los labios de la Madre, Él nos atenderá». 8

Dios «le concedió plenos poderes a fin de valernos». 9 Ella es «el punto de convergencia y de esparcimiento de todas las gracias divinas». 10 Todos los pedidos hechos a través de Ella son agradables a los ojos de Dios, pues solo Ella encontró gracia delante de Él, como declaró el Arcángel San Gabriel en el momento de la Anunciación: «No temas, María, pues encontraste gracia delante de Dios» (Lc 1, 30).

Puesta por Dios al alcance de todos los hombres, la Virgen Inmaculada obtiene del Padre todo aquello que solo con nuestras oraciones jamás conseguiríamos alcanzar. Invocar el socorro de María significa obtener los favores celestiales, pues así está determinado por la Providencia: todo lo que precisamos, habremos de recibir por intermedio de la Auxiliadora de los Cristianos. Al final, «¿quién es aquel que pidió socorro a esta dulce Soberana y ella no lo atendió? […] ¿Quién jamás solicitó vuestro poderoso patrocinio y por [ella] fue desamparado? Tal caso nunca se dio y nunca se ha de dar». 11

«Sea, pues, Abogada nuestra», enseña la Iglesia, a todos sus fieles, a invocar ese auxilio. Al abogado cabe interceder por sus clientes hasta que el juez se torne favorable a su causa. Esta es la tarea que la Santísima Virgen ejerce por medio de sus súplicas.

Alguien podría pensar que sería más lógico pedir, de una sola vez, auxilio a todos los santos que están en el Cielo, pues habiendo ellos ya alcanzado la bienaventuranza eterna, también tienen el poder de rogar por los hombres junto a Dios. ¿Un pedido hecho en coro no sería más eficaz que el hecho por una sola? No es así que las cosas se dan en el Cielo. Como afirma el Papa Pío VII, «las oraciones de los demás bienaventurados se apoyan únicamente en la benignidad divina; las de María, en cierto maternal derecho. Por eso, acercándose al trono de su divino Hijo, pide como abogada, ora como sierva, impera como Madre». 12 A este respecto, dirige San Efrén una bellísima oración a la Reina de todos los santos, que comprueba como ya en aquellos siglos era reconocida la suprema prelacía de los ruegos de María. «Por eso, acudo solamente a tu eficacísima protección, ¡oh! ¡Señora, Madre de Dios! […] Tú, como ningún otro, tienes libre acceso para con aquel que de ti nació». 13

Tan grande es, por tanto, el poder de intercesión de la Inmaculada, que con razón Ella es exaltada por la Iglesia como siendo la «Omnipotencia suplicante». Todas las esperanzas de reconciliación se encuentran en María: Ella es una «reina omnipotente, porque puede todo junto a Aquel que todo puede, y que la constituyó Medianera de todas sus gracias». 14

Hna. Cássia Thaís Costa Dias de Arruda, EP

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1 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Op. cit. p. 58.
2 Ibid. p. 53.
3 «seguiéndo-se de aqui entre María y el Padre celestial cierta unidad parental y como un consorcio jurídico» (ALASTRUEY, Gregório. Tratado de la Virgen Santisima. Madrid: BAC, 1956. p. 777. Tradução da autora).
4 «al cual corresponde en Cristo una como obligación de concederle lo que Ella le pide» (Loc. cit. Tradução da autora).
5 «en ti espero que conseguiré lo que ansío […], pues en ti tienes el querer y el poder, porque, aunque de modo inexplicable, tú engendraste a uno de la Trinidad; tienes con qué persuadir y mover; manos en las que le llevaste de manera inefable, pechos con cuja leche virginal le alimentaste…» (SANTO EFRÉM apud ALASTRUEY, Gregório. Op. cit. p. 767. Tradução da autora).
6 TUYA, Manuel. Bíblia comentada. Madrid: BAC, 1964, 999-1000.
7 AQUINO, Maria Teresa de Melo. Maria no Novo testamento. Aula de Mariologia no Instituto Filosófico-Teológico Santa Escolástica-IFTE. Caieiras, 2011. (Folha guia).
8 Loc. cit.
9 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado. Op. cit. p. 395.
10 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Medianeira onipotente. In: Revista Dr. Plinio. São Paulo: Retornarei, n. 56, Nov. 2002. p. 36.
11 SANTO AFONSO MARIA DE LIGÓRIO. Glórias de Maria. Aparecida: Santuário, 1987. p. 117.
12 «las preces de los demás bienaventurados se apoyan únicamente en la benignidad divina; las de María, en cierto maternal derecho. Por eso, acercándose al trono de su divino Hijo, pide como abogada, ora como sierva, impera como Madre» (PIO VII apud ALASTRUEY, Gregório. Op. cit. p. 770. Tradução da autora).
13″por eso acudo a tu sola eficacísima protección, ¡oh Señora, Madre de Dios!… Tú como ningún otro, tienes gran confianza (libre acceso) con aquel que de ti nació» (SANTO EFRÉM apud ALASTRUEY, Gregório. Tratado de la Virgen Santisima. Madrid: BAC, 1956. p. 770. Tradução da autora).
14 CORREA DE OLIVEIRA, Plinio. Medianeira onipotente. Op. cit. p. 36.

 

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