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Los ‘Xtremes’ y la educación de la voluntad

Redacción (Martes, 03-09-2013, Gaudium Press) ‘Extreme’ o ‘Xtreme’: la palabra o su apócope americanos están de moda, particularmente entre los jóvenes; todo es mejor si es extremo. Las aventuras, para ser verdaderamente placenteras, deben ser extremas, las vivencias, las emociones, la vida, todo al extremo. Lo demás es aburrido, sin sentido, insaboro, inodoro e incoloro…

‘Extremo’ significa también a la velocidad del rayo. Lo que no sea correr y más rápido correr, es fofo; la calma es signo inequívoco de tedio, cansancio, molestia.

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Educando el espíritu – Foto: Proto

¿La consecuencia? Espíritus revolucionados a una velocidad no con-dicente con los ritmos apropiados al alma humana; enviciados en los placeres meramente físicos, y por tanto poco reflexivos, carentes de capacidad de contemplación, de meditación, con sensibilidades básicas hipertrofiadas y facultades racionales anquilosadas. Y como en ese camino poco se nutre la razón y la virtud, esas personas no pueden ser establemente felices: el hombre no es solo carne, ni hiper-sensibilidad, sino -y sobre todo- alma espiritual.

Y por eso lo ‘Xtreme’ no satisface plenamente, sino que rápidamente hastía, tras lo cual muchos buscan más y más ‘Xtreme’, hasta a veces poner en riesgo la propia vida.

Es claro que no estamos predicando aquí un estoicismo inhumano, desconocedor de los sentidos y apetitos sensibles del hombre, no. Ciertamente la persona humana no es solo razón o voluntad, sino también emociones, pasiones, deseos, sensibilidad, es cuerpo y alma. Pero es justamente un ‘funcionamiento’ equilibrado de todas las facultades humanas el que nos puede reportar algo de verdadera felicidad.

Entretanto, ¿qué es este accionar armónico y equilibrado del hombre? Es un tema que ha ocupado a los filósofos de todos los tiempos, particularmente a los cristianos; es un asunto complejo, y que por tanto, no tenemos la pretensión de agotar en nuestras humildes breves líneas. Pero sí podemos dar unas pinceladas, y es lo que vamos a hacer de la mano de Plinio Corrêa de Oliveira.

Afirmaba él, ya en 1959, en su obra Revolución y Contrarrevolución, que en la generación del ‘Rock and roll’ se produjo un «estilo de espíritu que se caracteriza por la espontaneidad de las reacciones primarias, sin el control de la inteligencia ni la participación efectiva de la voluntad; por el predominio de la fantasía y de las ‘vivencias’ sobre el análisis metódico de la realidad; fruto, todo, en larga medida, de una pedagogía que reduce a casi nada el papel de la lógica y de la verdadera formación de la voluntad». Ese tipo humano construye lo que el Dr. Plinio llamaba la «civilización del instinto desarreglado».

¿Cuál es el orden en el alma humana? Es un orden donde no puede estar ausente Dios. Hay un vigor de alma que le viene al hombre -dice el Dr. Plinio también en Revolución y Contrarrevolución- «por el hecho de que Dios gobierne la razón, la razón domine la voluntad, y esta domine la sensibilidad». Lo anterior, que es un programa de vida, no es posible sin la ayuda de la gracia.

Entonces, para estos tiempos de mecanicismo y simplificaciones matemáticas, podríamos formular una «ecuación de vida»: gracia (sacramentos, oración, devoción a la Virgen) + formación del intelecto + educación de la voluntad rumbo al bien integral + uso de la sensibilidad bajo el imperio de la razón y la voluntad = vida rumbo al éxito.

Evidentemente, la anterior, como toda simplificación, tiene sus falencias. Pero es una importante estructura, sobre la que se puede trabajar.

En los jóvenes -y también en los mayores- hay que fortalecer no solo el cuerpo, sino también el espíritu. Innúmeras veces es más fácil levantar 50 libras que leer una página de corrido. Con frecuencia correr 4 kilómetros resulta más placentero que hacer un resumen de un texto. Ni se diga algo de destilar ideas propias sobre un tema determinado. Y el ejercicio intelectual es con muchísima frecuencia también más fácil que el enderezar la voluntad en sentido contrario a las turbulentas pasiones. Pero solo quien hace estas arduas labores, con la ayuda de Dios, puede alcanzar cierto equilibrio y cierta felicidad, aquí en la tierra.

Por Saúl Castiblanco

 

 

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