Redacción (Jueves, 26-09-2013, Gaudium Press) Contemplemos juntos, ‘à vol d’oiseau’, ciertos aspectos de algunas de las más importantes insignias episcopales. En efecto, siendo el Obispo sucesor de los Apóstoles, es natural que tenga símbolos que, de alguna forma, traduzcan materialmente la realidad sobrenatural de la excelencia de su condición. Trataremos aquí de las cuatro insignias que actualmente representan más al Obispo: el anillo, la cruz pectoral, la mitra y el báculo.
El Anillo Episcopal
En todos los tiempos y en prácticamente todos los pueblos, el anillo personificó el símbolo de autoridad, de dignidad y de preeminencia: él es para la mano lo que es la corona para la cabeza. De igual modo, el anillo episcopal contiene estas características, una vez que él refleja la eminente autoridad, la dignidad y la preeminencia del prelado que lo porta. Además, también es él un símbolo de la alianza espiritual que une al Obispo con su Iglesia; con efecto, él lo lleva en la mano derecha (en el dedo anular) pues es con esta que bendice a sus ovejas. Como carácter de lealtad y como símbolo de su desposorio con la Santa Iglesia -de su fidelidad a la Esposa de Cristo- utiliza un anillo. Desde tiempos remotos la Iglesia hizo esta correlación. San Optato de Mileva (siglo IV), sobre el anillo episcopal, ya escribía que su uso por el Obispo servía para que se reconociese que él era esposo de la Iglesia [1].
De entre los Obispos hay uno que se destaca insignemente, por su misión y comunicación con el Espíritu Santo: el Obispo de Roma, el Papa. A tan excelso prelado cabe un anillo todo especial: el llamado «anillo del Pescador», que, a su vez, también representa la Misión del Sumo Pontífice, o sea, misión de ser pescador de hombres, y salvarlos de la muerte, con la red del Evangelio. Es lo que nos enseñó Benedicto XVI, en la homilía en la cual él mismo recibió el anillo del pescador: «La red del Evangelio nos tira para afuera de las aguas de la muerte y nos conduce al esplendor de la luz de Dios, en la verdadera vida. Es precisamente así en la misión de pescador de hombres.»[2]
La Cruz Pectoral
Otro importante símbolo episcopal es la Cruz Pectoral, cuyo uso remonta al siglo XIII, y que contiene en su interior -generalmente- reliquias de Santos Mártires. [3] Pendiendo de sus hombros, tal cruz está constantemente delante del Prelado, lo que sirve para recordarlo a todo instante, de Cristo Señor Nuestro, que murió por él en el Calvario; y la fe que él profesa con su propia sangre.
Sobre la historia del uso de la Cruz pectoral [4], se sabe que ya para los primeros cristianos, era costumbre portar algún objeto sagrado que servía para evocar el recuerdo de Nuestro Señor Jesucristo. Cuando era grande el peligro, a veces traían en el pecho la Santísima Eucaristía. Más tarde, habiendo disminuido las persecuciones, se pasó a usar la cruz en el pecho, como señal clara y distintiva del fiel cristiano. A partir del siglo XIII, como dijimos, el uso de la Cruz Pectoral pasó a ser señal distintiva propia de los Obispos.
La Mitra
Desde el Antiguo Testamento vemos la costumbre de que los Sumos Sacerdotes portasen una cobertura para la cabeza, como encontramos en el libro del Levítico, donde hay una referencia a los hijos de Aarón: «Después mandó que se aproximasen los hijos de Aarón, y los revistió de túnicas y de cinturas, poniéndoles también mitras [5] en las cabezas, como el Señor le había ordenado» (8,13).
Igualmente los cristianos emplearon un sombrero sacerdotal, que luego fue reservado a los Obispos, como nos explica LECLERCQ: «Los cristianos hicieron igualmente el uso de un sombrero sacerdotal, tanto en el Occidente como en Oriente […]; siendo, entretanto, en todos los lugares reservado a los obispos, y teniendo por nombre μ?τρα (mitra).» [6]
La mitra es uno de los más nobles símbolos de los príncipes de la Santa Iglesia, su uso remonta, como insignia episcopal, al año 1000, siendo antes de esta fecha utilizada por algunos Obispos, y después, de uso universal en la Iglesia. Es la opinión de algunos autores, como el Cardenal Bona [7], que cree también que es alrededor del siglo X que ella tomó su forma actual – al menos en líneas generales.
Siendo la mitra, antiguamente, como una corona, se constata [8] que ella se transformó, hasta tomar la forma característica de hoy.
Tales cambios se deben a varios factores de orden práctico, como, por ejemplo, el contacto inmediato del metal gélido con la cabeza, lo que causaba grandes inconvenientes – sobre todo en el invierno europeo. Se lleva en cuenta también que quien la portaba era generalmente un venerable prelado, a quien los años pesaban, por tanto, sino todos, al menos muchos ya no tenían más físicamente el vigor de la juventud. Eso se reflejaba en la calvicie de sus respetables frentes, haciendo aumentar la molestia del contacto de la piel con el metal frío. En fin, el peso, la estética y la maniobrabilidad (júzguese por la cantidad de veces que el Obispo debe sacar, o colocar la mitra en ceremonias) acabaron por burilar la antigua mitra, hasta obtener su forma actual. Recuérdese que sus dos lados, los cuales se encuentran en la cumbre, diseñando una punta, simbolizan juntos la sabiduría que debe tener el Obispo, acerca de cada uno de los dos Testamentos. [9]
Otro factor importante es su color: blanco. El color blanco significa la castidad del prelado, él la porta sobre la cabeza, pues es en ella que se encuentran los cinco sentidos, por los cuales el brillo de la pureza puede ser tan fácilmente maculado. Es inclusive para protegerlos que los Obispos portan la mitra de la castidad. [10]
Por último, cumple rememorar lo que, muy bellamente, expresa DURAND, a saber:
«El Obispo bendice, con la cabeza recubierta con la mitra; él ejecuta entonces una función toda divina. Dios bendice por su ministerio; pero, cuando él reza, él la retira: es entonces el hombre que se humilla delante de Dios. Lo mismo sucede cuando él inciensa, pues el incensamiento significa las oraciones de los santos, ofrecidas a Dios por el pontífice». [11]
El Báculo
Símbolo del oficio de Buen Pastor, que guarda y acompaña con solicitud al rebaño que le fue confiado por el Espíritu Santo [12], el Báculo fue usado desde los primeros siglos del cristianismo. Se tiene noticia de que en el siglo IV él ya era usado por algunos Obispos. Este bastón pastoral deriva del cayado que usaban los viajantes, nos cuenta EYGUN:
«[Se sabe que] muy antiguamente, los fieles venían a los oficios con sus cayados, pues los rituales de los primeros siglos recomendaban depositarlos durante el Evangelio. Él servía para que los fieles se apoyasen durante las largas ceremonias, a las cuales se asistía de pie.» [13]
Como vemos, el uso del báculo es una muy antigua costumbre, heredada de toda una civilización acostumbrada al desplazamiento ‘per ambulam’, y que, por tanto, el cayado servía para largos viajes, o grandes períodos de tiempo en que se debería permanecer de pie.
Paralelamente, en el ámbito pastoral, el empleo del báculo se origina en la necesidad que tenían los Obispos -generalmente ancianos- de apoyarse en un bastón durante los viajes apostólicos y las ceremonias litúrgicas; más tarde, la Iglesia agregó al báculo la idea de la autoridad episcopal, así como, paralelamente, el cetro representa el poder de un monarca. [14] Cumple resaltar además que, bajo el prisma simbólico, el báculo es como que el cayado que usan los pastores, visto que se sirve de él aquel que tiene la obligación de asistir y dirigir el rebaño y guardarlo en aprisco seguro, contra las investidas de los lobos. Este bastón es, del mismo modo, insignia de la jurisdicción del Obispo, siendo así, el Prelado no lo puede usar fuera de su propia diócesis (no es territorio bajo su responsabilidad, por tanto, no está en medio a sus ovejas), y ni siquiera en las Misas de los difuntos, puesto que la Iglesia Militante no tiene jurisdicción sobre la Iglesia Padeciente. [15]
Muy profundo significado sobre el báculo es el que nos enseñó el Beato Juan Pablo II, en una Ordenación Episcopal, durante un viaje suyo al África:
«Vosotros portáis, con derecho, sobre la cabeza el emblema del jefe, y, en la mano, el báculo del pastor. Recordad que vuestra autoridad, según Jesús, es aquella de Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y está muy atento a cada una de ellas; es aquella del Padre que se impone por su espíritu de amor y de devoción; es aquella del intendente, listo para prestar cuentas a su Maestro; es aquella del ‘ministro’, que está en medio a los suyos ‘como aquel que sirve’ y que está listo para dar su vida.» [16]
Por último, concluimos la explicación sobre el báculo, con el bellísimo pensamiento del P. DURAND, que nos proporciona otro significado de esta insignia:
«Inocencio III, en su carta al primado de Bulgaria, dice que el uso del báculo remonta a San Pedro. Su forma no es menos antigua, los [ejemplares] que hasta hoy se conservaron, son como los báculos de hoy, agudos en su extremidad inferior, rectos al medio, y doblados en su cima. Esta forma tradicional traza al pontífice sus deberes: hincar a los perezosos, dirigir a los débiles y reunir a los que erraron por las veredas del mal.»[17]
Conclusión
Estas cuatro insignias episcopales son símbolos que, de alguna forma, intentan traducir en lenguaje material lo que es de una excelencia superior. Podemos entonces concluir con el Catecismo de la Iglesia Católica que nos enseña que, así como los diversos sacramentos expresan múltiples aspectos de la gracia sacramental, del mismo modo, en la ordenación, se entrega al Obispo el anillo, la mitra y el báculo (podríamos también incluir, en el significado, la cruz pectoral) «en señal de su misión apostólica de anunciar la Palabra de Dios, de su fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, de su ‘múnus’ de pastor del rebaño del Señor.» [18] Estas son las realidades superiores e impalpables que las insignias episcopales traducen a nuestros sentidos.
Por el Diac. Michel Six, EP
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[1] «Ut se sponsum Ecclesiae cognoscat» Cf. EYGUN, François. In : Litugia : Encycolpédie Populaire des connaissances liturgiques. Paris : Bloud & Gay, 1930, p. 340 (tradução do autor).
[2] . «La rete del Vangelo ci tira fuori dalle acque della morte e ci porta nello splendore della luce di Dio, nella vera vita. E’ proprio così – nella missione di pescatore di uomini.» Bento XVI, Homilia. 24 abr. 2005. In: AAS 97 (2005) p. 711 (tradução do autor).
[3] Cf. LEROSEY, A. Introduction à la Liturgie. Paris : Berche et Tralin, 1890. p. 254.
[4] Cf. BOULENGER. Doutrina Catholica. Rio de Janeiro; São Paulo: Livraria Francisco Alves , 1927. p. 267.
[5] Nótese que algunas traducciones traen el nombre de «turbante» en llugar de mitra.
[6] «Les chrétiens firent usage également d’une coiffure sacerdotale, aussi bien em Occident qu’en Orient […]; partout ailleurs, elle fut réservée aux évêques et porta généralement le non de μ?τρα, mitra, mitre. MITRE, In : LECLERCQ, Henri. Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne et de Liturgie. Paris : Letouzey et Ané, 1934, Vol. XI – 2ª parte. coluna. 1554 (tradução do Autor).
[7] Cf. In. LEROSEY, A. Introduction à la Liturgie. Paris : Berche et Tralin, 1890. p. 256.
[8] Cf.MAYER, P. In: MITRE, In : LECLERCQ, Henri. Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne et de Liturgie. Paris : Letouzey et Ané, 1934, Vol. XI – 2ª parte. coluna. 1557.
[9] Cf. DURAND, A. Le Culte Catholique: Dans ses cérémonies et ses symboles d’après l’enseignement traditionnel de l’Église. Paris : Jouby et Roger, 1868. p. 177.
[10] Cf. LEROSEY, A. Introduction à la Liturgie. Paris : Berche et Tralin, 1890. p. 257.
[11] «L’évêque bénit, la tête couverte de la mitre; il s’acquitte alors d’une fonction toute divine. Dieu bénit par son ministère. Mais, quand il prie, il la dépose : c’est l’homme alors quis’humilie devant Dieu. De même en est-il quand il encense, parce que l’ensencement signifie les prières des saints, offertes à Dieu par le pontife.» DURAND, A. Le Culte Catholique: Dans ses cérémonies et ses symboles d’après l’enseignement traditionnel de l’Église. Paris : Jouby et Roger, 1868. p. 178.
[12] Cf. Pontificale Romanum, De ordinatione episcopi, 50-54, p. 26-27
[13] «Très anciennement, les fidèles venaient aux offices avec leur bâton, puisque les rituels des premiers siècles leur recommandaient de le déposer pendant l’évangile. Il leur servait à s’appuyer pendant les longues cérémonies auxquelles on assistait debout.» Cf. EYGUN, François. In : Litugia – Encyclopédie Populaire des connaissances liturgiques. Paris : Bloud & Gay, 1930, p. 335.
[14] Cf. LEROSEY, A. Introduction à la Liturgie. Paris : Berche et Tralin, 1890. p. 258.
[15] Cf. BOULENGER. Doutrina Catholica. Rio de Janeiro; São Paulo: Livraria Francisco Alves , 1927. p. 268.
[16] «Vous portez à bon droit sur la tête l’emblème du chef et en main la crosse du pasteur. Souvenez-vous que votre autorité, selon Jésus, est celle du Bon Pasteur, qui connaît ses brebis et est très attentif à chacune; celle du Père qui s’impose par son esprit d’amour et de dévouement; celle de l’intendant, prêt à rendre compte à son Maître; celle du «ministre», qui est au milieu des siens «comme celui qui sert» et est prêt à donner sa vie.» João Paulo II, Discurso por ocasião da Ordenação Episcopal de oito novos Bispos 4 maio 1980. In: AAS 72 (1980) p. 451.
[17] «Innocent III, dans sa lettre au primat de Bulgarie, dit que l’usage de la crosse remonte à saint Pierre. Sa forme n’est pas moins ancienne; celle que l’on a conservées sont, comme les crosses d’aujourd’hui, aiguës à leur extrémité inférieure, droites par le milieu et recourbées à leur sommet. Cette forme traditionnelle retrace au pontife ses devoirs : aiguillonner les paresseux, diriger les faibles et rassembler ceux qui errent dans les sentiers du mal.» DURAND, A. Le Culte Catholique: Dans ses cérémonies et ses symboles d’après l’enseignement traditionnel de l’Église. Paris : Jouby et Roger, 1868. p. 178-179.
[18] Cf. CEC, nº 1574.
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