Ciudad de Ho Chi Minh (Lunes, 30-09-2013, Gaudium Press) La Iglesia Católica en Vietnam conmemoró el pasado 16 de septiembre al Cardenal Nguyen Van Thuan y oró por su pronta beatificación en el aniversario número 11 de su fallecimiento. El purpurado vietnamita que vivió exiliado al final de su vida en Roma, padeció la persecución del régimen socialista en su país, donde permaneció preso 13 años, ocho de los cuales estuvo confinado bajo total aislamiento. En sus últimos años se dedicó a la predicación del mensaje de la esperanza cristiana y falleció tras sufrir un cáncer por largo tiempo.
Cardenal Nguyen Van Thuan |
A pesar de las restricciones que aún hoy se impone a la Iglesia Católica en el país, por lo menos tres mil fieles se congregaron para una Eucaristía especial en la ciudad de Saigón, lugar donde el Cardenal ejerció su particular ministerio episcopal tras las rejas de la prisión. El sacerdote Augustine Nguyen Van Du predicó con ejemplos de la vida del purpurado, así como las virtudes que reconocieron en él personas tan importantes como el Papa emérito Benedicto XVI, quien lo definió como «una persona llena de esperanza».
«Durante su vida él fue capaz de infundir confianza en todos aquellos que conoció y gracias a esta esperanza innata, él pudo superar las dificultades», predicó el sacerdote citando las palabras de Su Santidad. El sacerdote recordó la enfermedad del Cardenal durante su estancia en Roma y su predicación fue antecedida por una serie de imágenes del prelado, proyectadas sobre los muros de la iglesia.
Un testimonio de esperanza a toda prueba
El Cardenal Francois Nguyen Van Thuan nació en 1928, de una familia descendiente de los primeros mártires vietnamitas que dieron su vida en 1628. Fue ordenado sacerdote en 1953 y viajó a Roma para formarse en Derecho Canónico. A su regreso fue profesor y Rector del Seminario de Hue. En 1975 fue nombrado Coadjutor de la Arquidiócesis de Saigón (hoy Ho Chi Minh) y en el mes de agosto de ese mismo año fue arrestado por las autoridades vietnamitas comunistas sin justificación alguna.
Llevando a la vida su lema episcopal «Gaudium et Spes» (Alegría y Esperanza), mantuvo su espíritu fijado en Dios durante su prolongado cautiverio, sin permitir que la dureza de su situación arruinara su fidelidad a Dios. Su ejemplo es todavía una fuerte e inspiración para los católicos que sufren violencia o discriminación a causa de su fe en el país. En noviembre de 1988 fue liberado de la cárcel pero obligado a permanecer bajo prisión domiciliaria en Hanoi.
En 1991 se le concedió autorización para viajar a Roma, pero tras su salida se negó su derecho a regresar, por lo cual permaneció exiliado en adelante. Tres años más tarde, el beato Juan Pablo II lo nombró Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, aceptó su renuncia a su sede de Saigón (a la cual no podía regresar) y lo creó Cardenal en 2001. El purpurado falleció el 16 de septiembre de 2002 tra haber padecido cáncer durante varios años.
Con información de Asia News.
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