Redacción (Martes, 15-10-2013, Gaudium Press)
Expulsa al Demonio perturbador
Existía una niña llamada Otilia, quien tenía contactos con una casa espiritista y gracias al apostolado de la Profesora Laura, se apartó y se confesó. Pues bien, una noche mientras dormían en el internado del colegio, llega la niña demacrada, con los ojos aterrorizados y pidiendo ayuda que la defienda del demonio. Se incorporó y sin ver nada le increpó: «¿Qué tienes que ver enemigo infernal, con la que ya es de Dios? En nombre de Dios retírate muy lejos de aquí». Inmediatamente se sintió a lo largo del corredor de las alumnas un viento impetuoso, que levantó las camas. Todas las alumnas se despertaron dando gritos. El viento salió por una puerta que se mantenía cerrada y derribó un árbol de ceiba, que cayó estrepitosamente y derrumbó la tapia de la casa vecina. ¡Qué enemigo tan pequeño es el diablo, que se deja correr por una mujer!, comentó Laura. Y ella se sentía señora de él, porque como Dios es nuestro Señor, usando las armas de la Iglesia se ejerce soberanía sobre él (4).
Se lanza a las misiones
Desde tiempo atrás sentía una atracción por los pobres indígenas que no tenían contacto con la Iglesia y de una forma determinada y decidida quiso ser su misionera. Sentía un dolor muy grande como una Madre que tiene mil hijos perdidos. Por ello, juntó un grupo de amigas, de un cierto estatus social, para una aventura bajo el signo de la cruz.
El 5 de Mayo de 1914 sale un cortejo del grupo misionero, con muchachas que no eran religiosas todavía, por las calles de Medellín, algo nunca visto; diez caballos y dos peones adelante. De las ventanas salía la gente a despedirlas mirando con asombro y admiración y algunos pocos con risas sarcásticas. Entre las misioneras iba D. Dolores Upegui, madre carnal de la Hermana Laura, que ya tenía 72 años. Bien se puede aplicar lo que decía el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira en cierta ocasión: «la sonrisa de los escépticos jamás detuvo la marcha de los que tienen fe». El grupo de mujeres avanzaba resuelto hacia la conquista de las almas para Jesús, por medio de María, hacia el occidente Antioqueño, al pueblo de Dabeiba. Al Llegar. perciben el frío de la gente del pueblo que no les brinda apoyo. Y sólo meses después aparecen los primeros indígenas desconfiados y reticentes.
Quieren matar a Dios. La Bondad y el amor desmonta la maldad
«Un día aparece el indio Eusebio Domicó, llega con los pelos parados, soltando baba y con los ojos vidriosos y rojos, y con la escopeta lista para disparar. Estaba poseso de ira y quería disparar a la Madre Laura, pero su propio nerviosismo no le dejaba».
«Con voz mandona preguntó Eusebio: ¿dónde está tu Dios para matarlo? – No te le voy a presentar, si quieres mátame a mí. – A vos no, porque eres buena. Se produjo un silencio y ahí inspirada por el Espíritu Santo, se le abalanzó Laura, lo abrazó, recostándole su cabeza sobre su pecho y sobándole con dulzura la cara le decía: -Muy buen cazador Ud., mucho venao cogiendo. Mientras tanto el indio se iba calmando, hasta que cayó al suelo llorando y decía: vos pecho mucho bueno, yo queriendo matar a vos y vos mucho queriendo. Y acto seguido le invitó a comerse unos huevos, que les gustaba mucho, que se comió hasta la cáscara». (5)
Esas explosiones temperamentales, en las cuales ciertamente hay una clara influencia preternatural, nacen de un amor propio herido, que produce un resentimiento y ahí la persona se apasiona, se obsesiona e impulsivamente salta a violencias verbales o físicas. Este rasgo es propio de estas tierras andinas.
La realidad es que la bondad del Sagrado Corazón de Jesús, que pasaba por el corazón bondadoso de la Madre Laura, tocó al indio produciendo un verdadero exorcismo. Este lado de la bondad es otro aspecto al que el alma del colombiano y latinoamericano es muy sensible y que opera en ocasiones prodigiosas transformaciones.
Las futuras religiosas, con el heroísmo de la vida virtuosa de todos los días van conquistando y evangelizando a centenas de indígenas, regando su apostolado con constantes oraciones, sacrificios y penitencias, siempre bajo el auxilio de la Divina Providencia.
Omnipotencia de las súplicas de la Madre Laura. Caso de Próspero Jumí, el desveloriado
Existía un buen indio llamado Próspero Jumí, que era receptivo a las enseñanzas de las Hermanas y cierto día se enfermó y poco después muere. Y después de estar velándole varias horas, la Madre Laura tuvo la percepción de que el indio no había sido bautizado.
Va frente al Santísimo Sacramento y le dice: Señor no acepto que te lo lleves sin bautizo, está en juego tú causa y entonces rezó para que resucite a Próspero y luego se fue a dormir. ¡Oh Sorpresa! Cuando llegan los indios del Pital y le cuentan que Próspero ‘desvelorió’, o sea que se levantó en plena velación. Los indios exclamaban admirados: ¡Fue tu Dios! Vivió unos años y bautizado murió más adelante. (6). También en otra ocasión a pedido de los indígenas rezó para que una plaga de langostas dejase libre los cultivos y así sucedió, desaparecieron hasta la presente fecha.
Otras fundaciones. Y María la puerta de entrada de la evangelización
El grupo de misioneras va al Chocó, Urabá, entran a catequizar a los indios Caribes, Murri, etc. Son innumerables las peripecias de ésta mujer y sus compañeras, que entraba donde otros misioneros no podían. En varios lugares funda casas: Santa Rosa, Peque, Sinú Cáceres, Sarare.
En por ésta época, exactamente el 7 de Junio del 1912, cuando el Papa San Pío X lanza la Encíclica Lacrimabili, en la cual exhortaba muy vivamente a los Prelados de América a remediar la condición miserable de los indios. Proféticamente la Madre Laura se anticipó a esos deseos del Papa Sarto.
La Madre Laura cuenta que Nuestra Señora fue cristianamente el primer conocimiento y amor puro de los indígenas. La primera palabra que aprendieron del castellano fue María y repetían constantemente una jaculatoria: «María, madre mía, salvadme». Hasta los indios más reacios que no querían la ley cristiana, ni a Dios, cuando se les hablaba de María decían: ‘ese sí quiere yo, ése mucho querido’. (7)
En cierta ocasión apareció un indio Caribe, en su bote con una maceta con flores, paró y entregó a una de las hermanas diciéndole: es para aquella Señora que le gusta las flores.
Santa Laura Montoya – Arquetípica colombiana según los planos de Dios
Más adelante el grupo de mujeres recibe la aprobación Diocesana y del Vaticano, y se funda la Congragación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, que hoy se extiende por 20 países de varios continentes y son conocidas en muchos lugares como las Madres Lauritas.
La Madre Laura después retorna a Medellín, desde donde gobierna su fundación. Adquiere una enfermedad terrible llamada linfatitis, que le deja obesa y en silla de ruedas. Muere santamente el 21 de Octubre de 1949, a la edad de 75 años, dejando una estela de luces, colores y perfumes.
En cierta ocasión conversando el profesor Plinio Corrêa de Oliveira con algunos colombianos, les decía con ese agudo censo del discernimiento de las almas y de los pueblos que tenía: «El colombiano auténtico, según los planes de Dios, debe reflejar 5 cualidades que están muy bien expresadas en Nuestra Señora de Las Lajas: reflexión, estabilidad, decisión, bondad y firmeza». (8) Y Santa Laura Montoya brilló por esa decisión en sus santas aventuras misioneras, firmeza. Bondad, bien se vio cuando domó a ese indígena que quería ‘matar’ a Dios. Reflexión, ella era muy orante, con momentos de silencio, contemplación, y eso le llevaba a medir y dar los pasos seguros. Y estabilidad, no era temperamental, ni resentida, no actuaba por impulsos irreflexivos, porque eso desestabiliza al colombiano en algunos momentos, produciendo iracundia y venganzas.
Santa Laura resucita que haces falta, que tu espíritu contagie a todos los latinoamericanos, para llegar a ser efectivamente y santamente el «Continente de la esperanza» del cual habló el Beato Juan Pablo II.
Por Gustavo Ponce
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(4) Autobiografía. P.215 y 216
(5) Ídem. P.497.
(6) Ídem. P. 523 y 524
(7) Ídem. P. 531.
(8).Mons. Juan Scognamilio Clá Dias E.P. Tesis doctoral en la Universidad Pontificia Bolivariana. «El don de sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Correa de Oliveira. Sao Paulo.2013. P.339.
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