Madrid (Jueves, 17-10-2013, Gaudium Press) El Padre Germán Arconada, originario de la muy española Carrión de los Condes, ya puede ostentar una gran ‘medalla’ a todos los que consideran su vida sacerdotal: 50 años de misión en África. Y como la gran mayoría de misioneros en esas tierras, ha visto peligrar su vida en más de una ocasión.
Él era un joven seminarista diocesano en Palencia cuando conoció a un Misionero de África, un Padre Blanco. «Los Padres Blancos me gustaron porque iban en comunidad, en grupos de dos o tres, y yo no quería ser un cura solo. Además, siempre me atrajo la misión», dice.
A sus 76 años, él ya está en capacidad de hacer balances de su vida, lo que no significa que no continúe en fuerte misión.
En el continente negro muchas fueron las obras promovidas por el Padre Germán, escuelas, puentes, pozos, obras sanitarias. «Me daban una condecoración de la embajada francesa -un papel que, total, no sirve para nada- pero se me subía a la cabeza», recuerda. Y agrega que África es «agradecida» para el misionero. «El africano es alegre, los niños vienen y bailan después de la comunión con muchas ganas», afirma. Sentía que «hacías mucho».
Entretanto, y a sus 57 años, fue a Jerusalén a hacer un retiro espiritual según el método de San Ignacio, y allí comprendió que aquello no era nada, que era vanidad. Y en una confesión aceptó esta verdad «con lágrimas de gozo».
«Me asombraba la paciencia de Dios conmigo, lo mucho que Él me quería, que me perdonaba… así que ahora entiendo que aunque prediquemos el perdón, uno no consigue perdonar de verdad si antes no ha experimentado que Dios le perdonaba a él».
En octubre de ese año volvía a Burundi, cuando estalla la guerra civil. El Padre Germán se encontraba «en una zona donde habían masacrado a 700 tutsis, a 22 niños de la parroquia, etc… y el río traía cadáveres flotando, decapitados, uno tras otro. Y yo pensé: hemos hecho puentes, escuelas, pozos, pero no hemos cambiado los corazones mediante el amor de Dios. Sigo haciendo proyectos, muchos, pero ahora para mí lo más importante es la predicación del amor de Dios».
Este último pensamiento ha sido desde entonces directriz en su vida apostólica, y se plasma en sus predicaciones y en la hoja dominical que escribe y se reparte por todo el país desde hace 16 años, titulada «En las fuentes de la vida». Sin embargo, en medio de la guerra ha visto peligrar su vida en diversas ocasiones. Pero la Providencia lo ha preservado del martirio, para beneficio espiritual de muchos.
Él es Padre ‘Blanco’ (nombre con el que se conoce a los Misioneros de África fundados por el Cardenal Lavigerie en el S. XIX), pero con una inocente ironía dice que los Padres Blancos se están volviendo «muy negros»: de sus 450 novicios, 95% son africanos. Es el África «agradecida» de la que hablaba arriba. Entretanto su corazón tanto sigue recordando a las vocaciones que se pueden suscitar en occidente, y a ellas les trasmite un pensamiento: «los africanos necesitan proyectos solidarios, recursos, etc… pero lo que necesitan de verdad, lo más importante, es que les prediquen que Dios nos ama a todos».
Con información de Religion en Libertad
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