Ciudad del Vaticano (Lunes, 21-10-2013, Gaudium Press) En la mañana de este viernes 18, el Papa Francisco celebró, como ha sucedido en su pontificado, la Santa Misa matutina en la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. En su homilía, el Papa hizo sus comentarios teniendo como fondo de cuadro las lecturas del día: la segunda carta de San Pablo a Timoteo (2Tm 4,10-17b) y un pasaje del Evangelio de San Lucas (Lc 10, 1-9).
El Papa habló de Moisés, San Juan Bautista, San Pablo, recordando que a cada uno de estos personajes no le fueron evitadas angustias
Sin embargo, Nuestro Señor no abandonó a ninguno de ellos.
Después, recordó aquellos verdaderos «santuarios de santidad y apostolicidad» que son los muchos sacerdotes y religiosas que viven en casas de reposo, a veces olvidados. E invitó a los fieles a visitarlos.
Comentando el Evangelio del día, el Santo Padre observó que los discípulos eran «jóvenes» y «fuertes» y también los «demonios huían delante de sus predicaciones». San Pablo, comentó, nos es mostrado en la primera lectura al final de su vida: «Es el crepúsculo del Apóstol».
Y habló, entonces, sobre esos dos extremos de la existencia del cristiano.
«El Apóstol tiene un comienzo alegre, entusiasmado, animado con Dios, ¿no es? Pero tampoco le es evitado el crepúsculo. Y eso me hace pensar en el crepúsculo del Apóstol… Me hace pensar en tres íconos: Moisés, Juan Bautista y Pablo. Moisés es aquel que es el jefe del Pueblo de Dios, corajudo, luchaba contra los enemigos y también luchaba con Dios para salvar al pueblo: ¡fuerte! Y al final está solo en el Monte Nebo, mirando la tierra prometida, pero sin poder entrar en ella. Él no podía entrar en la promesa. Juan Bautista; en los últimos años de vida, no le fueron evitadas las angustias».
El Apóstol Pablo, en la Primera Lectura, habla de los que lo abandonaron, que perjudicaron sus predicaciones, de los que no lo ayudaron en los tribunales. Pero el Apóstol dice también: «El Señor estuvo a mi lado. Él me dio fuerza para que yo pudiese realizar el anuncio del Evangelio»:
«Eso es lo grande del Apóstol, que, con su vida hace lo que Juan Bautista decía: Es necesario que Él crezca, y yo disminuya». El Apóstol es aquel que da la vida para que el Señor crezca. Y al final su crepúsculo es así… También Pedro con la promesa: ‘Cuando usted esté viejo lo llevarán a donde usted no quiere ir’. Y cuando yo pienso en el crepúsculo del Apóstol, me viene al corazón el recuerdo de aquellos santuarios de apostolicidad y santidad que son las casas de reposo de los sacerdotes y religiosas: bravos sacerdotes y bravas religiosas, envejecidos, con el peso de la soledad, esperando que el Señor venga a golpear a la puerta de su corazón. Ellos son verdaderos santuarios de la apostolicidad y santidad que tenemos en la Iglesia. No vamos a olvidarlos, eh», dijo el Papa.
El Santo Padre continuó sus palabras sacando lecciones para los católicos:
«Pero yo me pregunto si nosotros cristianos tenemos el deseo de hacer una visita – ¡que será una verdadera peregrinación! – ¿por qué no hacer a esos santuarios de santidad y apostolicidad, a las casas de reposo de los sacerdotes y religiosas? Uno de ustedes me dijo días atrás que, cuando iba a un país en misión, iba al cementerio y veía todas las tumbas de los antiguos misioneros, padres y monjas, allí hace 50, 100, 200 años, desconocidos. Y me decía: ‘Pero, todos esos pueden ser canonizados, porque al final cuenta solo esa santidad cotidiana, esa santidad de todos los días’. En las casas de reposo, esas hermanas y esos sacerdotes esperan al Señor un poco como Pablo: un poco tristes, realmente, pero también con cierta paz, con el rostro alegre».
El Papa Francisco además aconsejó al concluir su homilía: «Hará bien a todos nosotros pensar en esa fase de la vida que es el crepúsculo del Apóstol y rezar al Señor: Preserve aquellos que están en aquel momento final, para decir una vez más: ‘Sí, Señor, yo quiero seguirlo’ «. (JSG)
De la Redacción con informaciones de la Radio Vaticana.
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