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La Paz

Redacción (Miércoles, 23-10-2013, Gaudium Press) La búsqueda de la felicidad es una necesidad de todo hombre. Entretanto, ¿cómo es que el hombre la busca? Uno de estos caminos está en la paz: muy deseado en los días hodiernos pero, contradictoriamente, el bien menos poseído por las personas y por las naciones. ¿Por qué? Ciertamente porque es buscado donde ella no se encuentra pues, es preciso «saber lo que se busca para saber lo que se encuentra».

Un bien buscado por todos

Todo hombre en esta tierra fue creado por Dios con una sed de Infinito. Esta sentencia puede ser demostrada por el hecho de que los hombres están constantemente a la búsqueda de la felicidad. Ahora, son muchas las formas de felicidad, o por otra parte, son muchos los bienes que proporcionan la felicidad; uno de ellos es la paz. ¿Quién hoy en día no está en su búsqueda? Se habla de paz entre los países, paz en las ciudades, en las escuelas, en las familias; en fin, no hay lugar por el cual pasemos donde no oigamos una referencia a la necesidad de este bien. Pero, aunque todos deseen la paz, pocos son los que de hecho la poseen. ¿Por qué?

La paz material: algunos ejemplos

«Quien no sabe lo que busca no sabe lo que encuentra» dice un antiguo dictado. De hecho, la inmensa mayoría de los hombres está en la búsqueda de estilos de paz que no satisfacen el propio deseo de paz. La más común de ellas es la paz material. Muchos creen que la adquisición de bienes materiales trae la paz, ciertamente porque en su condición social ellos están entera y ampliamente atendidos en todas las necesidades de su vida. Como ejemplo, basta analizar las fotos abajo: una bolsa de valores en plena actividad.

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Allí se corre con desenfreno tras los bienes materiales, en el deseo de fondo de obtener la paz. Es verdad que muchas necesidades básicas son atendidas, pero, si preguntamos a uno de ellos si se encuentra en paz, ¿cuántos son los que responderían afirmativamente? ¿Ahora si no se está en paz, el resto de que vale?

2.jpg.pngOtro ejemplo que podríamos citar es el famoso caso de Cristina Onassis, cuyos padres poseían una de las mayores fortunas del mundo. ¿Cuál fue el bien que se negó para que decidiese poner un fin trágico a su existencia terrena? A primera vista, ninguno. Entretanto, en la atención descomedida de los bienes materiales se le negó un bien espiritual que ciertamente tanto deseaba: la paz. Cuántos otros ejemplos en esta línea podemos recordar, y no solo de personas con riquezas bien habidas sino también de aquellos que buscan los bienes materiales de manera ilícita. Con esto somos obligados a concluir que no es la paz material la que trae verdaderamente paz.

La verdadera paz

Pero entonces, ¿cuál es la verdadera paz? La Santa Iglesia nos da la respuesta a través de la clásica definición de San Agustín: «Paz es la tranquilidad del orden». Y por orden se entiende la recta disposición de las cosas según el fin para el cual fueron creadas. Vemos por medio de esta definición que la Paz es un bien espiritual y no material como muchos piensan. Y por tanto, ella no es adquirible por medios financieros.

Teniendo este concepto en la mente, pasemos a analizar la foto abajo.

3.jpg.pngUn monje rezando en la soledad de su celda pobre, austera y hasta ruda. Sin embargo, ¡Cómo hay tranquilidad en ese monje! ¡Cómo hay orden en él! Y del ambiente que lo cerca, ¿qué podemos decir? Se tiene la impresión de que todas las cualidades de alma contenidas en el monje impregnaron el lugar que cálidamente lo rodea. Luego nos viene la pregunta al espíritu, ¿está él en paz? La respuesta salta a los ojos: es evidente.

¿Qué hay en él que más lo diferencia del resto de los hombres? En síntesis la paz de alma. Paz que él supo buscar en el único lugar que la puede proporcionar: en la tranquilidad de consciencia, en la práctica de los diez mandamientos, en el abandono total y despreocupado a la voluntad Divina por donde busca colocar su alma en orden con Dios. Y así, él supo lo que buscaba, y por tanto, él lo encontró: la verdadera paz de alma que todo hombre busca en esta tierra como parte de su constante búsqueda de la verdadera felicidad.

Por el Diác. Hernán Cosp

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